Algunas palabras acerca de la
importancia del Tanaj.
“Se te ha dicho, Oh hombre,
lo que es bueno, lo que Dios reclama de ti: tan solo practicar la equidad, amar
la piedad y andar humildemente con tu Dios”
(Miqueas Cáp. 6:8),
La importancia del Tanaj[1] deriva del hecho que está llena de ejemplos a través de los
cuales se va indicando al hombre modos
de comportamiento y va enseñándole como “ser y estar” en el mundo: Veamos tres
ejemplos:
a) Génesis cap.1,
Relato de la Creación :
“Y dijo Dios ¡hagamos al hombre!!...[y
el texto dice] “y creó Dios al hombre,
varón y hembra los creó”.
El texto indica que
todos descendemos de la misma pareja humana y
por lo tanto todos los hombres somos iguales y tenemos los mismos
derechos sin distinción de raza, color, religión o cultura. Nadie puede decirse
superior a otro. Todos los hombres somos iguales pero cada uno conforma un
mundo. Hay Igualdad dentro de la diversidad, unidad dentro de la pluralidad.
b) Éxodo 20 y Deut. 5,
allí aparecen los Diez Mandamientos (Aseret Dibrot), que se dividen en dos,
los primeros que se refieren a la relación entre Dios y el hombre, y aquellos
restantes referidos a la relación entre el hombre y su prójimo. La aparición
del día séptimo:
“Seis
días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es Šabbat para el
Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna tú,
ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el
extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor
los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el
séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el Šabbat y lo santificó”
Los mandatos que encontramos en el texto son válidos para
todos, el Šabbat es un día para
todos y en el todos está su novedad
revolucionaria. “Todos, -escribe J. Barylko-, sin excepción, un día a la
semana, debemos hacer un alto en la actividad usual y aprender a vivir de otra
manera y aprender a vivir de otra manera es santificar”[2].
Las normas contenidas
en la Tora[3] contenidas están destinadas a regular el comportamiento del
individuo en sociedad, en comunidad, y también en la globalidad. Somos testigos
de la presencia activa de Dios que se manifiesta en la historia, orientándola "en el sentido
del establecimiento de la justicia y el derecho[4]”.
Dios toma partido por el pobre y lo libera de la esclavitud y de la opresión. El
texto nos enseña que el prójimo no es
sólo el judío porque en los textos aparece la presencia del forastero, el
que junto con la viuda y el huérfano constituyen una trilogía clásica.
Si bien es cierto no encontramos en el texto un código
organizado de Derechos humanos no lo es menos el que en ella hay, diseminadas
en los distintos libros que componen el Tanaj
(AT) todo tipo de leyes en las que se reflejan los derechos inherentes a todo
ser humano solo por el hecho de serlo y se recuerda la experiencia judía de
haber sido forastero y esclavo en tierra extraña, razón por la cuál él pueblo
de Israel debe actuar en consecuencia.
c) Otros ejemplos:
“Se te ha dicho, Oh hombre,
lo que es bueno, lo que Dios reclama de ti: tan solo practicar la equidad, amar
la piedad y andar humildemente con tu Dios” (Miqueas Cáp. 6:8),
“No maltratarás al forastero ni lo oprimirás”
(Ex 22:20),
“No maldecirás a un mudo,
ni pondrás tropiezo ante un ciego” (Lv 19:14)
“Ama a tu prójimo como a ti
mismo”. (Lv 19:18)
“Al forastero que reside
junto a vosotros le mirareis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti
mismo, pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo soy el señor
vuestro Dios” (Lv 19:34)
Y,
por último,
“Nunca
faltarán pobres en este país, por esto te doy Yo este mandamiento: debes abrir
tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu
tierra (Dt. 15:11).
Quiero llamar la atención a la forma de redacción, a la
vigencia del texto: Dice, “nunca faltarán
pobres en este país”. ¿Cuál país? El tuyo, donde vives y desarrollas tu
vida. También es universal y está expresado como muchos otros textos en
presente, estableciendo una relación tu/yo – aquí/ahora.
Los hombres debemos conversar en franco diálogo “tu y
yo”, conocernos, aprender a
acercarnos "al otro" sin
recelo, buscando un acercamiento a través
del diálogo, aprendiendo que la acción auténtica es lo que vale, y lo
que permite, como dice Levinas.
“Devolverle al otro lo que se le debe, amarlo en la justicia, tal es la
esencia de una verdadera acción”.[5]
Esa es la lección que desde el pasado nos viene
señalando el Tanaj y que debemos
convertir hoy en acción.
[1] Nombre que recibe el
texto masorético (tradicional) judío y
que es conocido como Antiguo Testamento
[2] Barylko, J. La Creación.
[3] Tora, primer parte
del Tanaj, se refiere al Pentateuco.
[5] Levinas, E.
Difícil Libertad, Fundación David Calles, Bs. Aires, Argentina,
2005, p. 168.
EL CONCEPTO DE TIEMPO Y ESPACIO EN EL JUDAÍSMO
El pueblo de
Israel se caracteriza desde los albores de su historia, por la cualidad de
formar "islas en el tiempo" en
las que "tiempo" y "espacio" se unen. Un ejemplo clásico de
lo dicho es la celebración del Shabbat
o sábado. Celebrar un Shabbat que sea 'todo Shabbat' es experimentar una
vivencia inefable, imposible de transmitir; es vivir un tiempo diferente, demarcado a través de ritos de pasaje
específicos que hacen de él un Yom
kadosh, un día santo
De acuerdo al
relato de Génesis, el sábado es el día en que - después de haber llevado a cabo en seis días su proyecto creador -
Dios descansó. Es importante destacar que, a medida que la creación iba tomando
forma, el Creador fue evaluando paso a paso su diseño, encontrándolo no sólo
bueno, sino más que bueno[1]
El mundo creado
de la Biblia es un mundo de tiempo y espacio. El texto lo dice y, a mi
entender, bastante claro:
"En
el principio creó Dios el cielo y la tierra":
"En el principio -tiempo-
creó Dios el cielo y la tierra -espacio".
El texto dice que
el Dios creador le otorgó al hombre la facultad de dominar el mundo (espacio),
gobernarlo y someterlo pero con la condición de no perder la posibilidad de
encuentro con su Creador. Así, debemos ver al séptimo día como el tiempo especial que Dios creó para celebrar, con el hombre, "el
nacimiento de un mundo nuevo" o, de acuerdo al tema de las jornadas,
"el nacimiento de un espacio nuevo".
Shabbat surge como 'el punto de "encuentro" entre Dios
y el hombre' y le otorga al
hombre la posibilidad de "encontrarse con Dios" sin abandonar el aquí y ahora (tiempo) terrenal (espacio). El rabino HaCohen
Peli dice que, de ese modo, en Shabbat
"el hombre, en su limitación de
criatura, y Dios, en su inmensidad creadora, se citan para celebrar la santidad en el tiempo"[2].
Pareciera ser que
el objetivo de Dios, al entregar al hombre el Shabbat en calidad de alianza
eterna es que el hombre entienda que es
Dios quien le permite ser dueño y señor del mundo[3].
Por esa razón al
hombre se le permite controlar y supeditar el mundo a sus propios
fines durante toda la semana, pero en sábado él debe retornar a Dios y
abstenerse de realizar actos que demuestren su dominio sobre la tierra.
De este modo, el
hombre reconoce que el dominio humano es un don que Dios le ha otorgado y que
por ése motivo, en Shabbat, el debe abstenerse de efectuar acciones que lo
asemejen a Dios, como lo son, por ejemplo, la creación de cosas nuevas, cambiar
cosas de un estado a otro, etc.
Cada día viernes,
antes de la puesta de sol, la mujer
judía inicia el ritual de recepción del sábado, el Kabbalat Shabbat[4], a
través del encendido de las luminarias y una bendición. Con ese sencillo acto, establece la diferenciación entre el tiempo profano (el semanal) y el tiempo sagrado (el sabático) e ingresan
al Shabbat (sábado), un día para todos
que es festejado en familia, cuando al regresar del servicio religioso
de la sinagoga, se aprestan a dar inicio a la cena sabática pronunciando las bendiciones del vino, el pan
y el lavado ritual de las manos. Después de la cena, se recitará el birkat
hamazon (oración de los alimentos)
Dios y
hombre, se unen en un vínculo y propósito común para hacer y convertir este mundo en un mundo (espacio) en cuyo centro está la posibilidad del encuentro mutuo
entre Creador y criatura. Gracias a la
Revelación en el Sinaí el hombre supo que, para que el encuentro se produjera,
él debía apartar, santificar y declarar sagrado o especiales ciertos fragmentos
de tiempo y espacio porque así como debe guardar y recordar el Shabbat se le
encomendó guardar otras festividades a lo largo del ciclo del año:
Estas otras
"islas en el tiempo" aparecen claramente determinadas en el Libro de
Levítico, capítulo 23 versículos 2 al 44, donde aparece escrito lo siguiente:
“Habla a los hijos de Israel y diles: las
fiestas solemnes de Adonai[5], las cuales
proclamareis como santas convocaciones serán éstas (vers. 2):
”Seis días
trabajarás más al séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo
haréis, día de reposo es del Señor en donde quiera que habitéis....(versículo 3: Shabbat)
“En el mes primero, a los catorce del mes,
entre las dos tardes, Pascua es de Adonai y a los quince días de este mes es la
fiesta solemne a Dios, siete días
comeréis pan sin levadura...(versículos
5-6: Pésaj[6])
“Y contareis
desde el día que sigue al día de reposo, desde el día que ofrecisteis la
gavilla de la ofrenda mecida, siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de
reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Dios.. (versículos
15, 16 y ss: Shavuot[7]).
“En el mes
séptimo, al primero del mes, tendréis día de reposo, una conmemoración, al son
de trompetas y una santa convocación....(versículo 24: Rosh ha-shaná[8])
“A los diez días
de este mes séptimo será el día de la expiación, tendréis santa convocación y
afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Dios... (versículo 27: Yom
Kippur[9]).
“A los quince días del mes séptimo será la
fiesta solemne de los tabernáculos. El primer día habrá santa convocación..(versículos
34ss: Sukkot[10])
Con el tiempo,
los judíos fueron agregando otras
festividades. Todas ellas relacionadas con importantes acontecimientos históricos y determinados
espacios físicos importantes. De ahí que, a las festividades enunciadas en el
Antiguo Testamento (TaNaJ[11])
se agregan las de tiempos posteriores, lo que nos entrega un ciclo del año
judío pleno de tiempos especiales.[12]
Quien se adentre
en el conocimiento de la historia y la tradición judía podrá darse cuenta de
que cada una de las festividades se enraíza profundamente en el devenir
histórico del Pueblo Judío y de la Tierra de Israel.
No es casualidad
entonces que el Sábado sea considerado como
símbolo del retorno y esté asociado con la idea de "regreso al
hogar" ya que en medio del exilio y la dispersión, el Sábado representa un
pedazo de Eretz Israel (la tierra de
Israel) al que el judío, en la diáspora[13], puede acceder.
Las festividades
se celebran una vez al año, Shabbat, una vez a la semana, durante todas las
semanas del año. Por eso es que solo en
Shabbat, nunca en otro día de la semana,
antes de la oración de gracias por las comidas, se recita el Salmo 116:
"Cuando el Señor nos haga retornar a Sión, seremos
como los que sueñan,...entonces nuestra boca se llenará de risa y nuestra
lengua de alabanza".
Es posible que la
vivencia judía de la santidad en el
tiempo haya exacerbado la añoranza por la santidad en el espacio. Si esto fue así, entonces habremos de
aceptar que, en los tiempos modernos, el
Shabbat jugó un importante papel en el despertar del ansia de retorno de los
judíos a su tierra.
No en vano lo
había profetizado Isaías siglos antes
"Si te
guardas de profanar el Sábado, de tratar tus asuntos en mi día santo; Si llamas
al Sábado delicia, venerable día consagrado al Señor, si le veneras evitando
los viajes, no tratando negocios ni arreglando asuntos, entonces encontrarás en
el Señor tus delicias, yo te subiré triunfante a las alturas del país; y te
alimentaré de la heredad de tu padre Jacob"[14]
A
través de los cuatro mil años de historia, ha habido entre el pueblo judío y la
Tierra de Israel[15], un lazo invisible e
indivisible. En su obra Lo sagrado y
lo profano Mircea Eliade[16]
señala que "en virtud del lazo que
une a grupos humanos con la tierra sobre la que viven se desarrolla una
relación de gratitud y amor que, con frecuencia y a veces en forma
imperceptible, se convierte en veneración. Así, las personas experimentan y cristalizan un
sentimiento de santidad en su relación
con el espacio".
Lo
que se puede observar con claridad en este caso porque Eretz Israel, la tierra
de Israel es especial para los judíos. ¿Por qué? Porque fue en ella donde Dios,
en distintos tiempos y lugares, se manifestó de una u otra manera ante los ojos
de hombres y mujeres creyentes y aquellos lugares en los que esto ocurrió han
sido respetados y venerados como testimonios concretos, tangibles y definidos
desde el punto de vista espacial de la realidad de lo divino.
No es extraño entonces que un judío nunca viaje a "tierra Santa”. El
judío "asciende a Sión,"
nombre poético del país de sus orígenes. El
judío viaja a Eretz Israel para
visitar la tierra prometida, ha-eretz ha-muftájat-, para recorrer el
Monte del Templo y los lugares en los que se plasmó la historia de Israel y
donde cristalizó su identidad nacional.
Al igual que el tiempo, también el
espacio juega un rol trascendental en la historia de este pueblo cuyos inicios se encuentran en el TaNaJ (texto
hebreo tradicional, al que los cristianos denominan Antiguo Testamento).
Allí vemos reflejada la fidelidad de
Israel a sus orígenes y la concepción histórica que de él mismo tiene. En esas
páginas Israel se nos revela como un pueblo que adora a un Dios
único, un pueblo que tiene una historia pasada común la que, con esperanza,
proyecta hacia el futuro.
"Vete
de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te
mostraré y haré de ti una nación grande y te bendeciré y engrandeceré tu nombre
y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren
maldeciré. Serán benditas en ti todas las familias de la tierra"[17]
Vemos
que en el momento inicial de la historia de Israel, que se inicia con el
primero de los patriarcas, el tema de la promesa de la tierra (espacio) se
perfila como el elemento esencial y "leit motiv" de la historia
hebrea. Esta promesa enraizada en la
época patriarcal y reiterada en distintos momentos, une indisolublemente a
Israel con su pasado y le segura la posesión de la tierra de Cana'an.
"La tierra se convirtió así en la base donde
tiene su fundamento el pueblo, es el ámbito que hace posible la vida del hombre
y le da sentido a su vida. Incluso más aún: la tierra prometida es el lugar en
que el hombre puede encontrarse con su Dios, recibir sus beneficios e invocarle
[18].
Y
aunque en sus 4000 años de existencia el pueblo pasará por diferentes
acontecimientos históricos la promesa se mantendrá siempre presente, siendo
re-interpretada a la luz de los nuevos acontecimientos que el pueblo vive[19].
No
cabe duda que el destino del pueblo estaba teológicamente enmarcado[20].
En el libro de Exodo leemos:
"Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su
pacto con Abraham, Isaac y Yaacov, y miró Dios a los hijos de Israel y los reconoció
Dios".[21]
Dios
explicó a Moisés que ya antes se había El aparecido a los patriarcas como Dios
omnipotente[22] y que había establecido su pacto con ellos, de
darles la tierra de Cana'an donde fueron forasteros[23] y que habiendo oído sus gemidos, El, Dios, se acordó de su pacto[24].
La
decisión de Dios fue clara y definitiva, díjoles:
"os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios, y
vosotros sabreís que yo soy Adonai vuestro Dios que os sacó de debajo de las
tareas pesadas de Egipto y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano
jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Yaacov, y yo os la daré por
heredad"[25]
Aquí habla de
"hacerles salir de
Egipto, tierra de esclavitud para hacerlos
penetrar en la tierra que juró dar a
Abraham, a Isaac y a Yaacov.
Entendemos
entonces que cuando Dios habla con Moisés lo hace porque recuerda la promesa que, en forma de pacto, hizo en un tiempo a los
patriarcas, lo que tenemos es la continuidad histórica de una misma promesa.[26]
La
etapa siguiente:
"Ahora
pues, se valiente y firme, porque tú vas a dar a este pueblo la posesión del
país que juré dar a sus padres".[27]
La
tierra prometida, es una tierra en la que ya habitaba una diversidad de pueblos
que poseían también una floreciente cultura material. El movimiento de las
tribus en su ingreso a Cana'an puede seguirse paso a paso en el relato bíblico[28].
Los
textos que se refieren a la conquista hablan "de muerte y destrucción y de
la ayuda divina que el pueblo recibió. No cabe duda alguna que fue Dios el que
se comprometió introducir a su pueblo en la tierra, desarraigando y destruyendo
a los pueblos que la habitan. Su ayuda implica una gran bendición y prosperidad
futura, que se traducirá en abundancia. "
Desde
el desierto, Israel trajo consigo su fe en el Dios de la Promesa y la Revelación en el Sinaí. Un Dios que se
enraizó fuertemente en los acontecimientos históricos de este pueblo, sucesos
que fueron interpretados y respondidos en relación a su fe. Fue con este Dios, que se revela en la
historia de Su pueblo, con quien ellos pactaron una alianza y pasaron a
constituirse en el pueblo de la alianza.
"Dios dio a Israel toda la tierra que a sus padres juró darles, se posesionaron de ella y allí se
establecieron. Dios les concedió el descanso en torno suyo, como se lo había
jurado a sus padres. Ninguno de sus enemigos pudo resistirlos, Dios los entregó
todos en sus manos. Las buenas palabras
que Dios había dicho a la casa de Israel se cumplieron todas".[29]
Los
israelitas sintieron que la ayuda divina implicaba necesariamente una respuesta
humana de fidelidad y entrega a Dios. Para ellos, lo primero era la gracia de
Dios manifestada en el cumplimiento de la promesa y, para mantenerse en ella y
seguirla recibiendo, ellos debían comprometerse fielmente con las exigencias planteadas por
Dios.[30]
Lo
que Dios pide de Israel es guardar los preceptos, quitar la dureza de cerviz y
el reconocimiento de que El es el Creador de todo cuanto existe, que es Dios de
dioses y Señor de los Señores, el Dios grande, poderoso y temible. Si el pueblo
cumple, entonces dice Dios:
(14) Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la
tardía, y recogerás tu grano, tu vino y
tu aceite.
(15) Daré también
hierba en tu campo para tus ganados, y comerás y te saciarás,
(16) Guardáos
pues, que vuestro corazón no se infatúe y apartéis y sirváis a dioses ajenos y
os inclinéis a ellos.
Vemos
que a la promesa de la tierra, del espacio, promesa cumplida, le siguen las
bendiciones con las que Dios colmará la tierra... si los israelitas caminan sus
caminos y actúan como les ha encomendado acorde al pacto que pactaron en el
Sinaí.
Y
esta promesa de la tierra, enraizada en la
época patriarcal no se pierde en la línea del tiempo; cada vez que estos
cambian, se re-interpreta el contenido
de la promesa con los nuevos tiempos.
No
cabe duda alguna de que hay un continuum histórico: Por ejemplo, entre Abraham
y David: los redactores del texto bíblico los unen en una gran cadena en la que
se proclama la bendición de las gentes.
David
no solamente está ligado a una promesa
dada en el pasado, también en él se une
el futuro a su vez con el presente, de tal modo que su historia está
también enfocada hacia adelante y contiene un promesa.[31]
Las
conquistas de David son explicadas no
como el resultado de un ambicioso y hábil programa político sino como el
cumplimiento y culminación de "la"
promesa.
Del
mismo modo como hubo promesa de tierra al primero de los patriarcas, también
ahora hay promesa para David, a quien se le promete edificar una casa
(descendencia) y un reino eterno
"Hice
pacto con mi escogido, juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre
confirmaré tu descendencia Y edificaré trono por todas las generaciones".[32]
"Tu
casa será firme y será eterno tu reino, tu trono será estable para
siempre" [33].
La
historia no se detiene, nuevos
acontecimientos, novedosas respuestas a situaciones presentes: ¿Qué sucederá
más adelante, cuando Israel se vea alejado de la tierra de promisión? ¿Cuando
se encuentre en el exilio?
"Junto
a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y aún llorábamos acordándonos de
Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos
habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían llevado
cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían
alegría, diciendo:
Cantadnos
algunos de los cánticos de Sión!
¿Cómo
cantaremos cánticos de Dios en tierra de extraños?
Si me
olvidare de ti, oh Jerusalem, pierda mi diestra su destreza, mi lengua se pegue
a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalem como
preferente asunto de mi alegría.[34]
¿Qué
sucederá con la promesa... se mantendrá o el castigo será eterno?
"Haré que vuelvan los cautivos de Israel mi pueblo,
edificaran ciudades destruidas y las habitarán y plantarán viñas y beberán su
vino, cultivaran huertos y comerán sus frutos y yo los plantaré en sus campos y
no serán arrancado más de los campos que les he dado"[35]
La
promesa primera a Abraham se renueva ahora y aparece mucho más profunda, mucho
más emocionada y ardiente: Dios está dispuesto a perdonar a su pueblo para
recomenzar nuevamente:
El
pueblo, por su parte, está consciente
que en todo momento de peligro la salvación última está ligada al recuerdo de
los patriarcas con quienes se hizo el pacto y la promesa y, como ambos fueron
establecidos con Dios, pacto y promesa no pueden romperse aun cuando los
hombres se desvíen. Su inmutabilidad se funda en la palabra divina y no en el
compromiso humano.
Por
eso, no importa cuantas veces salga el pueblo al exilio, al final siempre
volverá, porque tiene donde llegar: a la tierra que Dios juró dar a sus padres,
promesa que cumplió.
La
promesa se ha convertido en categoría teológica, en argumento para probar que
Israel posee derecho al futuro y a la vida porque la "gracia", el
"don" de Dios, la promesa, es anterior a la ley.
"Ha
eretz hamuftájat”, la tierra prometida, Eretz Israel, la tierra de Israel, es
el lugar donde Israel ha venido al mundo, ha podido desarrollar plenamente su vida
y madurar como pueblo.
Es
en ella, dice Pinkaza, "donde Israel
ha podido encontrarse a si mismo en las dificultades y estímulos de su adversa
geografía. Es una conquista militar de siglos y en lucha sin fin por suscitar
cosechas en sus secas montañas y pedregosos valles y barrancos. Israel fue en
ella capaz de encontrar su madurez como pueblo y encontrarse con su Dios.[36]
Tras
el castigo recibido Israel volvió a hundir sus raíces en la tierra prometida,
tierra que a la que mistificó en razón
de la relación entre el pueblo y Dios, relación y pacto que se cumplió en esa
tierra de promisión y en especial en la ciudad que Dios escogió como morada:
Jerusalem.
"Jerusalem
se convirtió entonces en el símbolo y la expresión más significativa de la
transición de "pueblo" a la formación de "nación" y de un
"estado". Pero nunca estuvo subordinada a estos conceptos, ni tampoco
se identificó completamente con un fenómeno social de manera que cuando el
estado dejó de existir, Jerusalem no perdió su importancia ni su valor
simbólico para el pueblo judío. La
ciudad que en la antigüedad había experimentado una transformación decisiva en
su significado, podía adaptarse y ajustarse fácilmente a las diversas
situaciones históricas. De hecho esto ocurrió durante varios siglos sin perder
su prestigio ni su valor simbólico que le había sido conferido por David"[37] .
"El aspecto
sorprendente e históricamente crucial de la historia es la profundidad y la
tenacidad con que la "conciencia de Jerusalem" (como se la
denominaría) se enraizó en el sentimiento, creencia y teología israelitas.
Jerusalem era la ciudad elegida por Dios, y la elección de esta ciudad formaba
parte del pacto de Dios con su pueblo, así como de su pacto con David y su
simiente"
(Werblosky,11)
"El
significado de Jerusalem determinado por la conciencia histórica y
autocomprensión judías se expresa pues en los Profetas y en el Libro de Salmos.
Jerusalem y Sion son sinónimos y ellos no sólo representan la ciudad sino al
país como una totalidad y el pueblo judío (su remanente) como un todo.
Cuando
el autor de las Lamentaciones llora la "destrucción de las hijas de
Jerusalem" y el exilio de "los hijos de Sion" quiere obviamente
significar al pueblo, y cuando el profeta conocido como Segundo Isaias resalta
la alegría de Sion cuando sus hijos retornan a ella de la dispersión,
evidentemente quiere significar al pueblo y a la tierra como entidades
históricas.
Ciudad,
tierra y pueblo se convierten en una gran fusión simbólica.
En
el lenguaje simbólico judío Sion, (espacio)
representa a la madre viuda dolorida y enlutada que algún día (tiempo)
se regocijará cuando sus hijos se congreguen a su alrededor. Este es uno de los
motivos principales de la imaginería judía tradicional desde el momento en que
aparece en el Tanaj.
Resulta
importante, aunque largo, el resaltar cómo esta unión simbólica:
Sión/Eretz Israel está presente diariamente en la vida del judío actual: Por
ello mencionaremos solo tres:
a) en la liturgia tres veces
al día (tiempo) los judíos reunidos en comunidad (espacio) invocan
al Dios de la Promesa, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de
Yaacov,
b) dos veces al día (tiempo), en su hogar
(espacio) al levantarse y al acostarse (tiempo) el judío recita el Shemá
Israel, oración de proclamación de la unicidad de Dios.
c) en la belleza simple del birkat hamazon,
la oración de gracias que se pronuncia
después de cada comida (realizada en un tiempo y espacio determinado,
cualquiera este sea) se agradece a Dios " porque El hizo heredar a nuestros
padres un país hermoso, bueno y extenso, porque nos liberó de la tierra de
Egipto y de la esclavitud...."
y se le ruega "haznos presenciar el consuelo de Sion, Tu ciudad, y la reconstrucción
de Jerusalem, residencia de tu santidad porque Tu eres artífice de nuestra
salvación y consuelo. Reconstruye oh Dios Jerusalem la ciudad santa (espacio),
pronto y en nuestros días.."(tiempo)
El
lazo indivisible que ha unido al pueblo judío con la tierra de Israel y la
certeza de que Dios es un Dios que recuerda sus promesas y las cumple, es lo
que ha permitido la larga e ininterrumpida existencia del pueblo judío y ha
encontrado una expresión secular y política en este siglo, después de 2000 años
de exilio.
Reflexionemos:
Siguiendo
la argumentación de Werblosky, podemos decir que "Si
es verdad que los términos sinónimos Jerusalem y Sión simbolizaron la realidad
histórica de un pueblo y su relación con una tierra, podremos comprender mejor
(aunque no necesariamente afirmar) las etapas modernas, secularizadas de esa
historia.
"Jerusalem y
Sión son términos geográficos que superan la mera geografía, pero que no
existen fuera de ella: "son la residencia localizada y el nombre" de
una existencia histórica y de su continuidad -una existencia que para el judío
religioso posee dimensiones religiosas y que para el judío secularizado es
suceptible de ser formulada nuevamente en términos seculares.
Una
segunda reflexión, a la luz de las tradiciones rabínicas, la empiria histórica
de los últimos dos mil años y ciertamente por lo expresado por Eliade y Werblosky , me
llevaría a reafirmar que espacio y tiempo se hayan indisolublemente unidos en
la historia judía , y eso es así: en
virtud del lazo que durante 4000 años de historia (tiempo) ha unido al pueblo
judío con la tierra de Israel (espacio), sentimiento que
"imperceptiblemente pareciera haberse convertido en veneración"....
Pero también lo sería, porque
encierra dentro de sí lugares,
santuarios y/o ciudades, que adquieren
relevancia como resultado de circunstancias históricas que el pueblo allí vivió
y que se recuerdan a través del tiempo en cualquier lugar donde el judío se
encuentre.
Si
casi al inicio de mi exposición dije
"En el
principio -tiempo- Dios creó el
cielo y la tierra -espacio".
Concluiré
diciendo:
"Al final (tiempo) Dios no olvidará Su promesa,
y el pueblo continuará habitando en la tierra (espacio)
que El juró dar por heredad a nuestros padres."
[3] idem
[13] Diáspora
término que engloba todo territorio que no sea la Tierra de Israel.
[14] Isaías:58:13-14
[15] espacio determinado en la Biblia,
[19]
Veamos como se presenta esta promesa en algunas de las épocas posteriores.
Cuando hubo hambruna en Cana'an, los
israelitas bajaron a Egipto, allí se instalaron y vivieron sin problemas hasta
que ascendió un faraón que "no conoció a José" y les esclavizó. De esa esclavitud fueron liberados porque
Dios "vio la aflicción de su pueblo y oyó su clamor y descendió para
liberarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena que fluye leche y miel. Pero
lo importante es que, apreciamos que también
con Moisés se relaciona la promesa de la tierra: porque los israelitas no
salieron de Egipto a la deriva, marcharon camino hacia la tierra prometida, había un futuro para ellos, un futuro que se
enmarcaba en la promesa primera que Dios hiciera a los patriarcas.
DEL GENESIS AL FINAL DE LOS TIEMPOS[1]
(UNA REFLEXIÓN PERSONAL)
El tema es apasionante y constituye
un verdadero desafío que no habría emprendido de no ser por la petición expresa
de algunas personas a las que no se si agradecer o no el haberme empujado a esa aventura.
Es un hecho
innegable que la cosmovisión judía está estrechamente ligada a su fuente y a la
interpretación que los sabios han hecho de ella durante generaciones. Esta
enseñanza o revelación debe entenderse como enseñanza de vida y no tendría razón
de ser si sólo hablase en pasado o del pasado. El texto es presente, tiene validez a través del
tiempo y habla al hombre en cada generación. En ese texto el judío encuentra
narrado en los primeros capítulos del libro de Génesis el origen de la vida.
Génesis comienza
con la siguiente frase: “Bereshit bará
Elohim”: “en el principio creó Dios”.
El relato bíblico afirma
que Dios formó el mundo y todo lo que hay en él en seis días. La secuencia
formadora o creadora que dicho relato señala es la siguiente:
Primer día, la luz; segundo día, el firmamento; tercer día, la separación
de las aguas y la tierra; cuarto día, las luminarias;
quinto día, las aves y los peces; sexto día, los animales y el hombre, séptimo
día: Dios dejó de crear y descansó.
Se deduce que el
mundo no fue creado por accidente ni tampoco por capricho, tampoco está gobernado por fuerzas ciegas. El origen
del cosmos y de la vida fue producto de una inteligencia suprema que no sólo
los formó, sino que los gobierna con sus leyes. La tarea del hombre, criatura
que aparece recién en el sexto día, es la de descubrir esas leyes y vivir en
armonía con ellas.
Sabemos también que el acto de creación o formación no fue un
acto de trabajo sino fruto de la expresión del deseo y la voluntad divina a
través de la palabra.
“Vaiomer Elohim ihiyé”: “y dijo Dios: ¡sea!”.
La importancia de esta frase queda de manifiesto por su repetición
constante en el relato (cfr. versículos 3, 6, 9, 11, 14, 20, 24 y 26).
Aquél que da origen a
la vida, lo hace de acuerdo a un plan. No hay nada al azar en su programa,
tiene un objetivo y lo pone en marcha. Y lo que es más importante, Dios,
ese ser único, omnipotente, omnisciente, es capaz de detenerse en su gesta creadora para evaluar cada etapa de
su plan.
Aquí la creación
es mostrada como un proceso que posee desarrollo lógico y es buena porque está de acuerdo con la
finalidad creadora. Dios evalúa y actúa responsablemente de acuerdo a su plan;
por eso su resultado es bueno. De ahí la repetición de la frase: “Y vio Dios que era bueno”.
Frase que no
aparece en el segundo día. ¿Alguien
recuerda qué hizo Dios ese día?
Ese día Dios
dividió las aguas, pero la tarea que debía realizar la concluyó recién al día
siguiente. Así, pues, si prestamos
atención al texto, al tercer día Dios dijo dos veces que lo creado era bueno.
Para el buen entendedor, eso significa que Dios -ex profeso- no quiso aplicar
ese adjetivo calificativo en el segundo día en que para crear debió dividir. Lo
reservó para cuando cumplió el objeto de su acto:
De allí que el judío comprende que el ideal de
unidad es muy importante en el judaísmo y que debe tomar conciencia de sólo
cuando existe unión y armonía, las cosas son buenas.
Desde el primer
momento el texto bíblico enseña a vivir y nos dice que, sin organización, sin
evaluación, sin nombres que definan, existe el caos. La creación surge
justamente para combatir el caos y entregar armonía.
“Y dijo Dios: produzca
la tierra hierba verde, hierba que dé simiente, árbol de fruto que dé fruto
según su género”.
Cuando creó el
mundo lo hizo con la facultad de que pudiese ser constante en su re-creación.
La maravilla de la creación es continua: cada hierba, lleva en sí la facultad
de reproducirse según su especie. También acontece lo mismo en el mundo animal,
hombre incluido.
En el 4ª
día, parecen las lumbreras en el cielo y
este relato ocupa cinco versículos. ¿Por
qué se ocupa tanto texto y se da tanto énfasis a ese tema?
El texto busca
fijar una idea trascendental y novedosa para ese tiempo: Que el sol, la luna y
las estrellas son sólo luminarias puestas en el firmamento con una función
específica: la de gobernar el día y la noche, y determinar el ciclo de las
estaciones. Ellas son lisa y llanamente parte de la naturaleza y no representan ningún poder, como creían los
pueblos antiguos, que las adoraban como dioses.
La creación de
los animales se produce recién al final, en el día sexto y el hombre es la
última criatura en ser formada apareciendo como la culminación del proceso
formador. A él se le ordena “señorear
en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en todo animal
que anda arrastrándose sobre la tierra y en toda la tierra”.
No obstante ello,
los sabios judíos enseñan que el hombre
no debe enorgullecerse de esta superioridad: Es verdad que constituye la culminación de todo un
proceso, pero no debe olvidar que hasta el más insignificante mosquito lo
precedió en su creación y que, para su subsistencia, depende del mundo material que precedió a su
propia creación, porque sin él no podría
sobrevivir
El sexto día es
importante porque aparece el hombre. Pero el día séptimo es más importante aún,
porque en él hay descanso y santificación. El día séptimo es trascendental en
esta historia, que concluye diciendo: “Estos
son los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados”.
Resumiendo, todo
el proyecto divino contempló seis días, o tal vez podemos decir seis etapas, y
en cada una de ellas el Creador se detuvo y evaluó cada paso.
El texto
despliega ante nosotros una creación material: Es decir, una creación pesable,
medible, poseedora de seis dimensiones.
Pero esta creación material carece de lo esencial de aquella dimensión que le
permita funcionar armónicamente. Allí radica la importancia del día séptimo, es
ese día el que le otorga la dimensión
espiritual.
La Biblia nos habla de un mundo de tiempo y
espacio. El texto dice:
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra”.
En el principio: tiempo.
Dios creó el cielo y la tierra: espacio.
En nuestra
cultura occidental el “tiempo es oro” por ende hay que utilizarlo sacándole el
mayor provecho posible, estrujarlo, y en ese ejercicio de hacer mejor y más
utilizable el tiempo, los seres humanos corremos el peligro de ver
enajenada nuestra libertad, corriendo desenfrenadamente en el espacio.
Esta
característica de “correr y correr” que tiene a medio mundo estresado, no
escapó de la perspicacia del Creador que ya en los inicios del tiempo instauró
el día séptimo como un tiempo especial, creado para celebrar junto con el
hombre, el nacimiento de un mundo nuevo.
El día séptimo,
se erige como el punto de encuentro entre Dios y el hombre. Es la instancia que
permite al hombre la posibilidad de encontrarse con Dios sin abandonar su aquí
y su ahora terrenales. En el Shabbat el hombre, en su limitación de criatura, y
Dios, en su inmensidad creadora, se citan para celebrar la santidad en el
tiempo.
Es importante
tener claro que, en lo que a los días de la creación se refiere, no podemos
medirlos de acuerdo a nuestros cómputos de tiempo terrestre, porque cuando fue
el primer día ni siquiera existía el sol. Las luminarias fueron creadas recién
en el cuarto día de la creación.
Nos encontramos
en presencia de un tiempo cósmico que surgió a la existencia simultáneamente
con la creación del mundo, y como parte del universo seguirá existiendo
mientras éste dure. Entonces, ciertamente podemos aceptar que los miles de
millones de años que la ciencia afirma haber calculado, transcurrieron en
realidad durante seis días cósmicos. Dicho de otro modo, miles de millones de
años durante la era de la creación equivalen a seis días. Se trata de un tiempo
“otro”, un tiempo como el que aparece mencionado en el libro de Salmos:
“Mil años a tus ojos, Dios, son como un día
que pasa y una fracción de la noche”.
Es posible que en el momento en
que Dios dejó de crear, en forma uniforme y simultánea todo movimiento se hizo
más lento, y que a partir de ese momento la tierra comenzó a girar lentamente
en torno a su eje. El día séptimo Dios sincronizó el tiempo cósmico y el
terrestre, y santificando el día séptimo puso fin a su acción creadora.
Y... ¿Hace cuánto
tiempo ocurrió ese comienzo?.
La respuesta a la
pregunta está en las fuentes religiosas judías, podemos tomar como ejemplo la
festividad de Rosh Hashanah, el año nuevo judío. En el servicio religioso de la
mañana, después de tocar tres veces el cuerno de carnero (shofar) se
declara solemnemente: “Hoy fue creado
el mundo”.
En esta
festividad se conmemoran no solo la creación del universo sino las tres creaciones que tuvieron lugar durante los seis días
del Génesis:
a)
primero, la creación de todo el universo y sus leyes
naturales;
b)
segundo, la vida animal (en el día quinto); y finalmente,
c)
la vida humana (día sexto). El calendario judío comienza a contar
los años desde la creación del primer hombre.
Gerhard Schroeder[3] dice “Nosotros tenemos un reloj que comienza con Adán, y los seis días de la creación
están separados de ese reloj. Esto indica que la Biblia tiene, entonces, dos
relojes. Y esto que puede parecer una moderna racionalización, lo sería, si no
fuera por el hecho de que de esto ya se habla en fuentes talmúdicas con más de
1500 años de antigüedad”.
Rab. Shraga
Simons aduce que “En Génesis se despliega un proceso gradual de creación
de organismos simples a más complejos, primero una masa de gases, después
agua, después el surgimiento de la tierra firme, seguido de plantas, peces,
pájaros, animales, y finalmente seres humanos. Es el mismo proceso evolutivo propuesto
por la ciencia”.
El punto clave
donde pudiera haber contradicción o diferencias entre los evolucionistas y la
Biblia es la cuestión de accidente versus diseño. Los
evolucionistas dicen que la vida se dio por accidente; el judaísmo dice que
Dios hizo que la vida existiera.
Shraga se
pregunta: ¿Cuál es la posibilidad de que la vida y todas las maravillas de la
naturaleza hayan ocurrido accidentalmente?. El Dr. Pirgogine, ganador de dos
Premios Nóbel en Química, quien se refiere del siguiente modo acerca de esa
posibilidad: “La probabilidad estadística
de que las estructuras orgánicas y las reacciones más armónicas que tipifican
los organismos vivos sean generadas por accidente es cero”.
Cuando el rabino
Simons recuerda esta respuesta y llega al momento de la conciencia espiritual,
vuelve a preguntarse: “¿Qué importa cómo
se haya creado todo este mundo? Y se contesta a sí mismo: “La respuesta es muy simple y a la vez muy
profunda: si el mundo es un accidente, yo lo soy también. Si yo soy un accidente,
no existe ningún objetivo en mi creación y mi vida no sería significativa. Y si
yo soy sólo una mezcla casual de moléculas, ¿debo tenerle más respeto a un ser
humano que a un perro?”6
Así sigue él divagando
acerca de lo que acontecería si la vida humana fuera solamente un accidente y
no una creación con una finalidad, con un objetivo. Sabemos, porque el texto de
Génesis lo señala con claridad, que el hombre no es solamente una criatura
inteligente: es una creación cualitativamente diferente. La concepción
espiritual es la que separa al hombre de todas las demás criaturas,
permitiéndole santificar la vida y acercarse a Dios.
Los versículos 26
al 28 del capítulo 1º de Génesis enseñan que la palabra del Dios
bíblico es la fuente generadora de toda vida.
La vida es un don
que el Creador otorga e infunde tanto en los animales como en el hombre. Pero
el hombre, a diferencia de los animales y del resto de lo creado, fue hecho o
modelado por Dios en forma distinta.
No hubo una orden
“yihiyé ben Adam”, no dijo “haya hombre” . La creación
del hombre fue precedida de una deliberación celestial y una intervención
especial.
A partir de la
consideración del hombre y su actividad en el mundo, se dejan entrever una
serie de interrogantes que mantienen su vigencia hasta nuestros días: el hombre, a diferencia de los animales, no
sólo vive su vida sino que la piensa, es capaz de preguntar y de preguntarse acerca de su puesto en el mundo,
de la misión que le compete, de la relación que debe establecer entre él y su
medio, entre él y su prójimo, entre él y su Creador.
El hombre, como socio de Dios en el proceso de
la creación, es responsable por el medio ambiente que le rodea porque todos los
seres animados, hombre incluido, están estrechamente ligados entre sí y
dependen unos de otros. Todo cuanto interfiera en este delicado balance natural
puede ocasionar efectos incalculables sobre todo el sistema del que la vida
humana forma parte.
Es importante
recordar que, desde el principio, se nos entrega una visión de mundo en la que
está presente el poder de la palabra creadora. “Y dijo Dios: haya … y
hubo…”.
Para el judío,
miembro de un pueblo en el que la oralidad ha sido un elemento de vital para la
transmisión de su tradición, el origen de la vida está ligado al relato del
Génesis y a la existencia de ese Dios que da forma, que crea prodigiosamente a
través de la palabra.
El judío cree que
esa interpretación que hay en el texto no se opone bajo ningún punto de vista a
lo que la ciencia puede decir. El judío
sabe que la palabra es importante, trata
de ser cuidadoso en el lenguaje, porque a través de él puede construir o
destruir mundos.
Lo más importante
en el texto de la creación es la frase reiterativa “Y dijo Dios...” Si recorremos los días hasta llegar al día sexto observamos que el
poder de la palabra va “in crescendo”. Los
dos primeros días tenemos un “dijo Dios”. El tercer día, dos “dijo Dios”. En el
tercero, cuarto y quinto, de nuevo una sola vez. Pero
en el sexto día lo encontramos tres veces.
¿Por qué? Parece
ser que en el momento en que se va acercando al final de la creación, la
palabra se vuelve más potente y más importante. Las únicas veces en que
encontramos la palabra “bendecir” es en el caso de “hagamos al hombre”, cuando lo hizo varón y hembra, y en el día
séptimo, cuando lo bendijo y lo sacralizó.
Se observa la
segunda letra del alfabeto hebreo, la letra bet. Con esa letra
empieza el texto bíblico: “Bereshit barah
Elohim”: “En el comienzo creó Dios”.
Los humanos somos
muy proclives a preguntarnos: ¿Y qué hacía Dios antes de la creación?. El texto encuadra lo que uno necesita saber.
Que no te importe nada de lo que hay arriba de ti, ni lo que hay
antes de ti, ni lo que está debajo de ti. Preocúpate de lo que te
compete, tienes por delante toda una vida, y con esa vida
aprende a vivir de acuerdo a lo que te fue dicho: “He aquí que he puesto
delante de ti la vida y la muerte; escoge la vida”.
En definitiva nos
dice: Llegaste, hay un mundo, es tu escenario, actúa y haz tu obra.
En este mundo, nuestro “escenario” hay distintos
niveles: el primero es la Tierra, su límite, son los vegetales; el segundo
nivel, el de los vegetales concluye
donde se inicia el ámbito de los animales. Los animales tienen como
límite al hombre. El hombre, en cambio, no tiene límite alguno porque ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios y, en ese sentido, ha sido hecho socio en
el programa creador.
Este concepto del
hombre como “creador” aparece en el capítulo dos de Génesis cuando Dios le dice
al hombre que ponga nombre a los animales. El hombre dice: “éste será león”;
cuando dice “león” existe el león. Es decir, las cosas existen sólo cuando se
les da nombre, se necesita la fuerza y
potencia de la palabra creadora, don o facultad que le fue otorgada solo al
hombre.
Y en lo que al
hombre respecta, todo parece indicar que tiene que ver con la creación, con el
origen de la vida y con el tipo de vida que Dios quiere que lleve, de acuerdo a
la normativa que le entregó en la
Torá. Esto podría graficarse con un juego de números, o
gematría. Vamos solo un ejemplo: El hombre
Ajarit hayamim, al final de los tiempos.
Hemos visto que el texto bíblico se inicia con
la frase Bereshit bará Elohim… (En el principio creó Dios...) lo que
indica que el universo tuvo "un comienzo" y, por lo tanto, sería
factible pensar en una posible conclusión final del mismo.
Pregunta: ¿Por qué o para qué habría de
crear Dios el universo para después destruirlo?
Es lícito pensar que si Dios es el Creador
de todo cuanto existe debe haber un
propósito en Su creación y que, el final
de los tiempos, Ajarit hayamim
en hebreo, indicaría el sendero hacia el
cual se dirigiría inexorablemente la
misma.
Si nos adentramos en la liturgia hebrea,
encontramos que el servicio religioso diario
concluye con Alenu, una
oración hermosa en la que se cita un versículo del profeta Zejariya (Zacarías):
“…veneemar vehayá Hashem lemélej al kol haárets bayom hahú yihiyé
Adonai ejad ushmó ejad..., “
(está dicho, entonces haShem (Dios) será rey sobre toda la tierra, en ese día Hashem
será uno y su nombre uno...”.)
En esta frase se concentra la esperanza de que llegue el día en que todos los seres creados reconozcan el reino
de Dios y su unicidad.
El texto central de los servicios
religiosos, denominada ‘Amidá[4]
o Shemone Esré[5] se menciona la tjiat hametim (resurrección de los muertos).
La pregunta es ¿Cuál y cuando será ese día?
¿La respuesta? ¡Ajarit hayamim!, al
final de los días.
¿Dónde aparece por primera vez en el texto
bíblico y en qué contexto?
Se sostiene que la primera mención del
término aparece citada en el texto de Génesis, capítulo 49, en donde se narra
la escena de Yaacov en su lecho de muerte, dirigiéndose a sus hijos:
Luego Yaacov llamó a sus
hijos, y dijo: “Reúnanse y les declararé
lo que sucederá a ustedes al final de los días” (Gn 49:1)
Quien lea el texto completo puede percibir
que lo que Yaacov anuncia no ocurre. Se desconoce el motivo por el cual no pudo
revelarles el fin de los tiempos. De
acuerdo a la interpretación de Rashí[6] la
inspiración divina habría abandonado al patriarca en el último momento[7]. Otra
posibilidad es que con el término Ajarit
Hayamim, el patriarca hubiese querido señalar lo que acontecería con su
descendencia después de su fallecimiento. Sus palabras son proféticas, augura
el futuro de sus hijos en la tierra de promisión y asegura que ellos serán los
hijos de Israel para siempre. Si ese fuese el caso, el término se referiría -en este contexto-,
al final de los días de una persona, y
significaría ajarei motí, (después de
mi muerte). Hertz en su comentario a este versículo señala que la frase “al
final de los días” puede ser entendida también como “en un futuro distante” y
que en los profetas la frase es usada para referirse a la época mesiánica.[8]
En efecto, la lectura simple del texto no
evidencia ninguna connotación escatológica y, desde la perspectiva histórica,
puede asegurarse que este tipo de pensamiento aparece tardíamente en la historia hebrea como una respuesta al
desarrollo azaroso de la historia del pueblo hebreo cuya existencia se vio
continuamente expuesto a graves amenazas, guerras, exilio, destrucción de su
soberanía y de su Templo, eje central de su vida en la tierra de Israel.
Sería a consecuencia de estos hechos
que se evidencia en la literatura
hebrea, especialmente en la profética, un anhelo de paz, tranquilidad y
seguridad. La intensidad de los peligros a los que el pueblo se veía enfrentado
aumentaba su fervor por la redención, una redención que en esa época estaba muy
lejos de avizorarse en el firmamento.
Así, pues, Ajarit haYamim, el término hebreo con el que se designa al “final
de los tiempos” o “el fin de los días”, pasó a ser indicativo
tanto de la época del Mesías (Isa 2:2) como también de la existencia futura del hombre en la vida
del más allá[9].
La idea del Mesías (Mashiaj)[10] como
hombre redentor, elegido por Dios, se
encuentra en las predicciones proféticas. Es decir, aparece tardíamente en las
escrituras.
El Mesías (Mashiaj), de
acuerdo con las visiones de los profetas, tendría que derrotar a los enemigos
de Israel, restaurar la tierra, reconciliarlos con Dios e inaugurar un período
permanente de armonía espiritual y física. Por ejemplo, en Isaías 60:2-3, se habla de que los sufrimientos del pueblo
se verán compensados y de que se restablecerá la soberanía de Jerusalem como
centro espiritual. El Mesías, descendiente del legendario rey David, será el
encargado de restituir el esplendor de Israel no en lo relativo a riquezas y
poderío físico, sino como un reino de Dios en el que todos los recursos
morales, intelectuales y espirituales serían abocados a construir una sociedad
justa.
En la visión de Isaías el Mashiaj sería un hombre puro de corazón,
sabio, justo, suave pero invencible en poder espiritual, quien motivado por su
amor a toda la humanidad implantaría la justicia y la paz eternas en el mundo.
La literatura rabínica posterior lo define como un ser humano con
gran sabiduría, liderazgo y profunda integridad, dones que utilizaría para
estimular la revolución social que eventualmente conduciría a la paz perfecta.
El Mashiaj sería el instrumento
humano de la voluntad divina y su misión será
establecer el reino de Dios en la tierra, caracterizado por la
hermandad, la paz y la justicia.
Moisés ben Maimón (Maimónides o RAMBAM, (gran erudito del siglo
XII) concretizó la idea del Mesías en sus 13 Principios de la Fe: "Creo firmemente en la llegada del Mesías.
Esperaré su llegada el tiempo que tome (12º principio)".
El Mesías vendrá cuando exista un clima de armonía y los judíos se
dediquen totalmente al estudio de la Torá con el fin de obtener mayor sabiduría
y servir mejor a Dios. Desde el siglo XII en adelante la especulación y la
creencia mesiánica se centraron en la literatura cabalística o mística. El
movimiento ortodoxo conservó la creencia en el Mesías como descendiente de la
casa de David que vendrá a redimir a la humanidad. El progreso del mundo
occidental -en términos de liberalismo y reformas sociales- fue considerado
como el inició de la era mesiánica con la que los profetas soñaban.
Íntimamente relacionado con el concepto de Mesías aparece el de tejiat hametim (la resurrección de los muertos). Tema que encontramos en el libro de Daniel
(12,2)
Y muchos de los que duermen en
el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para
vergüenza y confusión perpetua. (Daniel 12,2)
En el servicio sinagogal la frase mejáie metim (resucitas
a los muertos) aparece en varias oportunidades en la liturgia y hace referencia
al despertar del hombre cada mañana[11]
y a la resurrección literal que ocurrirá en la era mesiánica[12].
Un elemento importante a destacar lo constituye
el hecho de que la noción de ajarit
hayamim (el final de los tiempos) posee un gran contenido moral, indicativo de que el universo se dirige a un desenlace ético y
esencialmente espiritual.
La pregunta que surge al hablar de este tema
es: ¿Puede el hombre acelerar el proceso del inicio del "fin de los
días"?
La respuesta es simple: Si, el Talmud,
señala que la "redención" depende de la Tsedaká
(caridad y justicia) y la Teshuvá
(el retorno a la tradición religiosa).
El mundo será juzgado de acuerdo con la
conducta del grupo, por lo que se otorga un énfasis especial comportamiento
mancomunado de la sociedad. En este comportamiento, -según deducimos de una
lectura más cuidadosa del texto de la Torá-
el proceder del individuo es de suprema importancia. Por esta razón todo
ser humano debería concentrarse en su conducta personal, para asegurarse de que
él no se convierta en un factor negativo que impida el ansiado arribo de una
era de mayor entendimiento entre los hombres, una era de paz y de sosiego.
Lo anterior es de gran importancia en la
medida en que la venida del Mesías -que
dará inicio al “fin de los días”- estará
precedida de un período de grandes dificultades y traumas. En este período
preparatorio a la venida del "salvador" seremos testigos de grandes
catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, plagas y hambruna) y
conflictos bélicos entre los humanos.
En la Mishná[13],
en el tratado de Sutá, se describe un dramático cuadro escatológico
realmente dramático:
"Nadie creerá en
Dios, desaparecerá la verdad y la humanidad prestará oídos sordos a los
llamados de conciencia por su inmoralidad. Los jueces y sabios serán presa de
corrupción y no habrá censores adecuados, pues ellos mismos estarán inmersos en
el lodo del pecado. Todos perderán la vergüenza, los miembros de la casa se
convertirán en enemigos y los rostros de aquella generación se asemejarán al
del perro. Así como mira un perro la cara de su amo para ver si está satisfecho
de él, así mirarán los gobernantes a los gobernados para satisfacer todos sus
caprichos. No tendremos en quién apoyarnos sino en nuestro Padre que está en el
Cielo, al que imploraremos para que apresure la llegada del mesías".
En el Tratado talmúdico[14]
de Sanhedrin leemos:
“Cuando
Rabí Ioshua se encontró con el Meshiaj
(Sanhedrin 98A) le preguntó: “Cuando llegará usted?”. Le contestó el Meshiaj: “Hoy!”.
¿A qué se refería con esa
respuesta? ¿Qué puede considerarse como “Hoy”?. Hoy se refiere a cuando escuchen
la voz de Dios y se comporten de acuerdo a sus preceptos[15]. Según ello, el Meshiaj puede llegar cualquier día - pero sólo después que toda Am
Israel (pueblo de Israel) se arrepienta sinceramente, y se conduzca
según lo que Dios dijo.
Otro Midrash[16],
cuya procedencia desconozco, cuenta que:
(…), en Jerusalem, a la entrada de
la puerta Jaffo, sobre un saliente rocoso, está sentado un individuo.
Quienes por ese lugar transitan habitualmente, lo ven siempre allí, sentado,
silente, día y noche, primavera, invierno, otoño y verano. Es una figura que parece
formar parte del paisaje. Un día, aguijoneado por la curiosidad, se acerca un
transeúnte y le habla
-: Siempre te veo acá, no duermes, no comes, no te mueves ¿puedes
decirme quien eres?.
El hombre levanta su cabeza,
le mira directamente a los ojos y luego de un momento responde:
--Soy el Mesías.
Sin dar crédito a sus oídos, tembloroso y tartamudeante, el
individuo exclama: “¡el Mesias, el mesías!, mira como está el mundo, llevamos
siglos esperando por ti, ¿qué estás esperando para actuar?.
Sin desviar su mirada, el Mesías responde: “Te estoy esperando a
ti.”[17]
Si el primer midrash ilustra acerca de los
denominados jeblei hamashiaj (los
dolores de parto del Mesias), el segundo apunta directamente a la
responsabilidad del ser humano como actor central de la historia de la
civilización.
El
hombre es una criatura creada a imagen y semejanza de Dios, dotado de poder,
inteligencia y libertad. Este hombre, para existir, depende del mundo material que precedió a su
propia creación porque sin él, no habría podido sobrevivir, depende de las relaciones que construya con su
prójimo y del sentido que le de a su vida.
El texto bíblico enseña que el hombre, a diferencia de los animales, no sólo vive su vida sino que
la piensa, es capaz de preguntar y preguntarse acerca de su puesto en el mundo,
de la misión que le compete, de la relación que debe establecer entre él y su
medio, entre él y su prójimo, entre él y su Creador. Los primeros capítulos del
texto bíblico entregan una visión de
mundo que va desde el momento inicial de la creación del universo hasta la aparición del hombre, presentado
como culminación del mismo y, luego, sigue con la reflexión sobre la condición
humana.
El sentido de la vida, es el aspecto que diferencia al hombre de los
demás animales. Ningún animal se interroga por el significado de su existencia:
sabe por instinto qué cosas debe hacer. Sólo el hombre puede llegar a dudar
hasta de que su vida tenga sentido.
Frankl señala que “El ser
humano se trasciende siempre a sí mismo hacia algo distinto de sí, hacía algo o
alguien a quien ser útil o a quien amar”. Un cierto desfase entre lo que se
es y lo que se desea ser enriquece la personalidad[18].”
Si Ajarit
haYamin está tan íntimamente ligada al comportamiento humano, debemos
entonces preguntar en voz alta: Hombre, ¿Quién eres?
La respuesta pareciera simple: el Hombre es
la gran obra de Dios, creado con una concepción determinada y dotado de libre albedrío, y la libre elección:
- Si
quiere se corrompe o si quiere se ennoblece
- Si
quiere es bueno o si quiere es malo,
- Si
quiere construye o si quiere destruye
- Si
quiere mata o si quiere da vida.
El hombre es un ser libre,
nadie puede detenerlo. ¿Es en eso que radica su grandeza? Es posible.
Para algunos podrá ser así, para otros
no.
El hombre, dicen los sabios del judaísmo, era puro en su naturaleza, el bien y el mal
estaban fuera de él, pero cuando comió del fruto prohibido los introdujo dentro de
si y allí se inició la lucha interior entre ambos elementos (¿sentimientos?)
produciéndole confusión y tensión.
El hombre debió abandonar el paraíso y al hacerlo disminuyó su
nivel espiritual a uno inferior. De allí que Dios le dijo: 'ahora tienes que
comenzar un nuevo proyecto para poder recuperar tu estatus original'.
Ese proyecto, dicen, dura
6000 años y está compuesto por tres partes.
1-
período del
abismo;
2-
período de la
espiritualidad;
3-
período del fin
del proyecto.
Cada uno de estos períodos tiene una duración de 2000 años.
Volvamos a las fuentes y veamos dos ejempos: los profetas Zacarias
y Ezequiel
Zacarías habla de
guerras, destrucción masiva, corrupción moral integral; nos habla de sangre y
muerte. Después de este periodo llegará
al fin de los días y entonces el hombre
volverá a su estado original. En cambio, para Yejezquiel (Ezequiel), el hombre volverá a sus orígenes en un acontecimiento
histórico de paz, armonía, unión y felicidad.
Si no son coincidentes no interesa, lo que importa es que el proyecto se va a
realizar “si o si”. El cómo se llevará a cabo dependerá enteramente de nosotros.
Pienso que no hay que ser muy listos para darse cuenta que la
justicia social, los derechos humanos, la moralidad, la educación en valores,
la salud para todos, etc., etc, están en la “agenda país” e incluso “agendas
países”, pero se quedan estancadas en papeles y documentos. No están en el corazón de los hombres, porque si así
fuere, otras serían las condiciones que estaríamos viviendo.
Este doble standard que se aprecia en la sociedad es hipocresía
pura: existe la posibilidad de hacer algo pero no se hace y, si en alguna parte
se estuviere llevando a cabo, lo es en menor escala.
El profeta Yejezquiel plantea la
necesidad de que el hombre cambie su comportamiento ya que sólo entonces 'los hijos harán volver el
corazón de los padres'; de lo contrario se cumplirá lo que dijo Zacarías: el mundo va a volver a su estado original pero por un proceso de
conflicto.
Así, pues, tenemos un grave problema:
no sabemos, no somos capaces o no nos interesa encontrar nuestro objetivo. El mundo puede ir a su
desaparición, pero no por intervención divina sino humana. El hombre está llevando al mundo a la
destrucción.
Corresponde preguntar: Hombre ¿Qué harás?
Pareciera ser que la concepción de ajarit hayamim (el final de los tiempos) ha sido un pensamiento constante en la historia del
hombre que busca salir de la estancada en la que se encuentra, y necesita imperiosamente que alguien
superior o externo a él pueda venir a poner orden en el caos que ha creado.
Teólogos modernos, como Leo Baek, consideran
que lo bueno y lo ético constituyen el sentido de la historia universal, porque
en cada acción buena penetra un valor inestimable en la vida del hombre y en el
universo lo que debe considerarse como un premio tangible de la virtud.[19]
Si como la tradición judía lo plantea en el
Talmud, el proyecto de la creación divina tiene una duración de 6000 años, y si
como podemos observar el mundo vive la etapa previa a la llegada del mashiaj, de acuerdo al calendario hebreo[20] solo
resta un poco más de dos siglos –exactamente 232 años- para que llegue.
Y, si el hombre ha comprendido su misión,
entonces “en aquellos días” se hará
realidad lo que profetizó Zecharias y que los judíos incluimos en la oración
con la que se finalizan los servicios religiosos, el Alenu:
veneemar vehayá Hashem lemélej al kol haárets bayom hahú yihiyé
Adonai ejad ushmó ejad..., “
(y está dicho, entonces haShem (Dios) será rey sobre toda la tierra, en ese dia Hashem
será uno y su nombre uno...”.)
Para ese entonces, nosotros no estaremos
aquí, al menos no en la forma en que
ahora existimos.
[1]
En
esta presentación hemos intentado un maridaje entre la Conferencia presentada en el Día de
Israel, en la Feria del Libro realizada en la Estación Cultural Mapocho ,
Noviembre 4, 2003, denominada el EL ORIGEN DE LA VIDA EN LA COSMOVISIÓN
JUDÍA:UNA REFLEXIÓN SOBRE EL TEXTO DEL GÉNESIS (I,1-II,4) y
la poencia presenada al simposio internacional realizado por la UAI en 2007
sobre FIlosofia de la historia y el fin de los tiempos, presentada con el
nombre AJARIT HAYAMIM: EL FINAL DE LOS
TIEMPOS: UNA PERSPECTIVA JUDAICA.
[2] El
judaísmo es una forma de vida, una manera de sentir, de pararse y actuar en el
mundo tratando de que cada acción humana se transforme en un medio de
comunicación con Dios. Esta forma de vida está normada por una serie de
conductas relacionadas con todos y cada uno de los aspectos de la vida del
hombre judío: la relación con Dios, el culto y especialmente la relación con el prójimo. En el Judaísmo
hay una preocupación constante en aspectos tan básicos como la justicia, la
filantropía, la conservación de la salud, la cocina y la atención sobre la
dieta.. Esta normativa se encuentra contenida en la Torá, el Pentateuco,
esencia misma del Judaísmo. El término Torá significa “enseñanza” o
“instrucción”. De acuerdo a esa enseñanza debe moldearse el modo de ser judío,
enmarcado dentro de la observancia de 613 preceptos, cuya finalidad última es
conducir la vida judía hacia la santidad, para cumplir con lo que está escrito
en el libro de Levítico: “Seréis un
pueblo santo porque yo, vuestro Dios, soy santo”. Estos preceptos escuetamente estipulados en
el Pentateuco, son explicitados en el Talmud. Por lo tanto, además del
Pentateuco existen otras fuentes de sabiduría judía. Torá y Talmud, entendidos
el primero como Enseñanza escrita y el segundo como enseñanza oral, son
complementarias. Es más, el Talmud devino en la cerca de protección que cuida
que la enseñanza escrita no se vea transgredida.
Tanto en la enseñanza escrita, la Torá, como en la oral, el
Talmud, encontramos leyes y mandatos que en su conjunto formaron la legislación
judaica conocida con el nombre de “halajá”. La halajá representa el sistema
legal judío y ella es la que norma la vida de los judíos. En la medida del “avance
de los tiempos” y sus consecuentes cambios, hubo quienes pensaron que el
Judaísmo debería adaptarse a las nuevas circunstancias. Por esa razón,
encontramos -al interior del judaísmo- distintos enfoques que, nutriéndose de
una misma y eterna fuente, entregan respuestas que se traducen en tipos de
conducta que difieren en ciertos aspectos[2] pero
nunca en lo esencial.
[3] En su artículo “La Edad del Universo” el Doctor Gerhard
Schroeder[3]
se refiere esta “aparente” contradicción entre la Biblia y la edad del universo.
Schroeder inicia su artículo tomando como punto de partida la pregunta que
aparece en la encuesta que hizo la revista “American Scientific” (1959) a
importantes científicos norteamericanos. ¿Cuál es su concepto de la edad del
universo?, dos tercios de los científicos respondieron que no había existido un
comienzo porque el universo era eterno.
Seis años más tarde (1965) lo científicos Penzia y Wilson descubrieron el eco del Big
Bang, y “el paradigma del mundo cambió de un universo que era eterno a un
universo que tiene comienzo”. Este descubrimiento marcó una gran diferencia
ya que “la ciencia”
señala que el universo tuvo un comienzo. Eso significa que las primeras
palabras del texto bíblico son correctas. “Claro
está, dice Schroeder, que decir y aceptar la existencia de un comienzo
no necesariamente trae aparejada la prueba de que hubo un Iniciador de ese
comienzo, aunque la física
admite que eso podría ser posible”
[4] Del hebre la’amod, “pararse”. Recibe ese nombre porque se
recita de pie.
[5] Literalmente, del hebr. “Dieciocho bendiciones”.
[6] Rashi es el acrónimo de Rabí Shlomo ben Yitzjak, (1040-1105 e.c/4800-4865 calendario hebreo).
Rashi es considerado uno de los más grandes eruditos exegetas de la Biblia y el
Talmud.
[7] Cfr. El Pentateuco con
el comentario de Rabí Shelomó Itzjakí (Rashí), (Trad., elucidación y
comentario: Aryeh Coffman) Edit. Jerusalem, Mexico, p.665
[8] Hertz, 183
[9] En Isaías 2,2 leemos: “Acontecerá
en lo postrero de los tiempos, que
será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será
exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones”. “Lo postrero
de los tiempos” corresponde al término Ajarit hayamim.
[10] Mashiaj, literalmente,
“ungido”
[11] EN una de las oraciones de la mañana, Mode aní lefaneja, se agradece a
Dios porque devuelve el alma al cuerpo
ya que se cree que durante la noche, el alma vuelve a Dios, a quien da cuenta
de sus actos diurnos y, en la mañana, es Dios nos la devuelve.
[12] Es importante destacar que para que eso acontezca, a nivel
personal, es esencial la práctica de las
buenas obras porque ellas son como
semillas que se plantan y producen cosechas. Es decir, hay una responsabilidad
personal. Del mismo modo, las personas
pueden hacerse merecedoras de la resurrección gracias al bien que hacen sus
hijos.
[13] Mishná (
de la raíz hebrea shaná.
="estudio, repetición"),
recoge y consolida la tradición oral
que proviene desde la época de la Torá
escrita constituyéndose en la base de la halajá (legislación judía).
[14] Talmud (de la raíz hebrea limed.
="enseñanza, instrucción”). EL Talmud o Torá Oral (Torá she-be-al-pe) constituye la base del judaísmo ya que encierra
las explicaciones de los sabios a la Torá.
[15] Cfr. Tehilim (Salmos) 95:7b:. "hoy - si escucharéis su voz"
[16] Midrash (de la raíz hebrea darosh,
explicar), se refiere a un tipo
de literatura exegética que ayuda ala
comprensión de ciertos textos bíblicos.
[17] Este midrash está
explícitamente relacionado con lo que hemos señalado en la nota 11
[18] Cfr. Viktor Frankl y la frustración
existencial en Descubrir el sentido de la
vida de Rafael Guijarro, en
http://www.arvo.net/pdf/viktor%20frankl%20y%20la%20frustraci%c3%93n.htm
[19] Leo Baeck en Das Wessen des Judentum, citado en la Enciclopedia Judaica castellana, Weidenfeld
Editores, 1967.
[20] En el calendario hebreo estamos viviendo el año 5776.
MOSHE NES EL,
EDUCADOR,
HISTORIADOR, PERIODISTA Y POETA
“El escribir una autobiografía es
un privilegio que tienen aquellas personas que cumplen 80 o más años. Estando
muy cerca de esa edad, comienzo a preparar la mía.
Muchas veces, cuando debo visitar
un cementerio y observo los centenares de tumbas que existen, pienso que cada
una de esas personas tuvo una vida larga o corta, tuvo experiencias y vivencias
y hoy día solo queda de eso, su nombre escrito en mármol en su tumba.
Tal como ellos, yo soy uno más y
me pregunto el por qué decidí escribir este libro.
Primero porque he vivido una
época apasionante, he sido testigo de una gran parte de los acontecimientos del
siglo XX, e incluso de los primeros años del siglo XXI. En este tiempo viví
experiencias intensas.
Segundo, he vivido muchas
aventuras, conocido a mucha gente, he fracasado muchas veces y otras he tenido
éxito.
Tercero, muchos amigos que han
compartido parte de mi vida, me instan a escribir esta autobiografía, pues en
cierta forma es una foto de una época y de gente, que como yo, están yéndose o
se irán…”
Así se inicia la lectura del
texto que tuve el privilegio de leer hace unos meses atrás, cuando mi buen
amigo Moshé Nes-El me hizo entrega del escrito porque yo fui una de las tantas
personas que siempre le pidieron que escribiera su autobiografía, a lo que él
se resistía… hasta que, finalmente, para fortuna de quienes quedamos, decidió a
escribirla.
Moshé fue, desde su juventud, un
idealista, betarí hasta la médula, madrij por excelencia y maestro de vocación,
sionista realizado y amigo de sus amigos. Los que fueron sus janijim comentaban
su tesón, su rectitud y su entrega no solo del ideario del movimiento sino
también de la pasión con que insuflaba en ellos el amor por la tierra de Israel
a la que él mismo, enfiló sus pasos para vivir en ella y trabajar por ella y
por el judaísmo.
Maestro destacado, investigador
serio, periodista, escritor avezado,
gran conversador y poseedor de un fino
sentido del humor, Moshé supo vivir plenamente, gozar de las pequeñas cosas de
la vida y volcarse con pasión a la enseñanza de la historia judía en general y
de la historia del judaísmo chileno en particular. Prolífico autor de textos históricos, poemas, novelas y
artículos periodísticos, viajero incansable y presencia obligada en congresos
en los que presentaba el resultado de sus investigaciones.
Moshe Nes El ya en vida era una
leyenda, sus historias se contaban entre los que fueron sus janijim en la
lejana época de los inicios del Betar en
Chile, anécdotas que esos mismos janijim traspasaron a sus hijos y éstos, a su
vez, a los suyos. Para muchos, su hogar era parada obligada en la hermosa
Jerusalem a la que amaba y donde se podía gozar de una reconfortante y cálida
conversación, matizada de chistes, refranes y canciones antiguas.
Como el mismo escribiera fue
“testigo de una gran parte de los acontecimientos del siglo XX, e incluso de
los primeros años del siglo XXI”.
Del mismo modo como esos
acontecimientos perduran en la memoria y quedan en las páginas de la historia,
su figura seguirá presente en el recuerdo de sus familiares, alumnos, janijim,
colegas y amigos que tuvimos el
privilegio de conocerlo.
Tihiyé nishmató tserurá bitsror
hajayim, amén
Tres poemas inéditos de Moshé Nes El, encontrados entre sus
apuntes...
MEA SHEARIM
En ti tiene su trono la mística
El llanto inútil del galuth
La ilusión del mesías
El perfume del pasado-
Tus calles son tristes
Tu Shabat magnifico
Los salmos de tus alumnos
Adornaron tus calles
Con nubes de fe
Y esperanzas lejanas
Con murallas de moral
(sin fecha)
DESEO
Cuando mi nombre no sea
más
Que un anónimo
Cuando la lapida de mi
tumba
Desaparezca molida por
el tiempo
Me gustaría flotar en
el éter
Y ver la vida de los
otros
Efímeras luciérnagas
del tiempo
De corta vida fatua
Con aquella que ilumina
Mi ilusión cuando viví
(año 1998)
CUALQUIER DÍA
Cualquier día…
Florecerá una rosa
Y el violín de mi pena
Cantará estridencias.
Cualquier día…
Reirán los niños:
Llorarán los viejos
Con lágrimas cansadas
De recuerdo
Cualquier día…
Seguirá a otro
En escalones sin luz
Ascendiendo la escalera del destino
Hacia el infinito
(año 2001)
ARTISTAS JUDÍOS EN VALPARAÏSO DURANTE EL SIGLO
XIX
Prof. Günter Böhm Grunpeter[1]
Presentado por Ana María Tapia Adler
Es muy difícil hablar en nombre
de otra persona, como es el caso de hoy, en el dentro del marco de la “Semana
Shalom Valparaíso” debo presentar el tema “Artistas Judíos en Valparaíso
durante el siglo XIX”, tema que
en estricto rigor debiera ser presentado por su investigador el Profesor Doctor
Günter Böhm, fundador y ex-director del Centro de Estudios Judaicos de la
Universidad de Chile, quien –por motivos de salud- no puede presentarse ante
ustedes para revelarles y develarles una
parte de la historia del Valparaíso del siglo XIX, historia que se entremezcla
con la de inmigrantes para los cuales esta ciudad-puerto constituyó el acceso a
un país que les acogió con los brazos abiertos,
y del cual hicieron su segunda patria.
Entre los extranjeros que llegaron hubo también artistas judíos, algunos de los cuales vinieron de visita al país y otros se quedaron para siempre en
él.
El ensayo del Prof. Böhm pone
como punto de partida a esta historia, “la época de la fiebre del oro en
California, lugar que atrae desde el año 1848, no sólo a numerosos emigrantes y
aventureros, sino también a un sinnúmero de músicos, pintores y escritores para
los cuales este nuevo mundo parece ofrecer, aparte de aventuras exóticas, un
enriquecimiento artístico y financiero”.
Señala que “son los países de
la costa del Océano Pacífico, en especial Chile y Perú, los beneficiados
directos de este nuevo intercambio comercial y artístico, [y añade que] no hay
un día sin que El Mercurio de Valparaíso no tuviese avisos destacados de barcas
y fragatas de todos los países, que se ofrecían para llevar pasajeros y carga
hacia San Francisco, y de chilenos que se despedían por la prensa, antes de
partir en búsqueda de fortuna o de trabaja en
California.
Numerosos fueron los
músicos, solistas en violín, piano o cantantes, como asimismo grupos de teatro,
ballet y compañías de ópera, que incluían en su gira a diferentes países
de América Latina. y, muchos de ellos,
atraídos por una cálida acogida o por
lazos de amistad, decidieron permanecer por largos periodos o, en algunos
casos, en forma definitiva, en este continente, enriqueciendo con su
enseñanza la incipiente vida artística e
intelectual de los diversos países de Sudamérica.
El
primer músico de importancia que hizo su aparición en Chile, fue
el célebre pianista austriaco Henri Herz, nacido en Viena en 1806. Herz,
talentoso alumno del Conservatorio de Paris, llegó a ser uno de los más
brillantes ejecutantes de piano de su época. Entre los años 1845 y 1851 realizó una extensa gira
artística por el continente americano, especialmente por Estados Unidos,
México, Perú y Chile. A pedido del Presidente de México compuso uno de los
himnos nacionales de aquel país, y a su regreso a Europa se estableció con una
fábrica de pianos, la que con el tiempo se transformaría en una de las más
renombradas marcas de aquella época. Paralelamente siguió desempeñándose como
profesor del Conservatorio de Paris hasta 1874. Henri Herz falleció en Paris
en 1888.
Su llegada a Chile [...]
constituyó sin duda el evento artístico más importante del año. Después de
actuar en Santiago el 25 de diciembre, se presentó en el Teatro de la Victoria
en Valparaíso, hecho registrado por el investigador Roberto Fernández en su
obra Los Primeros Teatros de Valparaíso, publicada en 1928.
Acerca de su
recital,
un articulista comentó en el diario El Comercio:
“Produce
sonidos inauditos que concretan toda una orquesta, y nos revela otras armonías
misteriosas que solo habíamos oido murmurar lejanamente en el fondo de nuestra
alma...”
Los
programas de los conciertos de Henri Herz en Valparaíso fueron casi los mismos
que anteriormente había ofrecido en Santiago. El primer programa tenía por
titulo “Panorama Musical, o revista de óperas y canciones, las más célebres de
todos los países desde el siglo XV hasta el presente, e incluía no sólo trozos
de las óperas más populares de aquella época sino también canciones chistosas y
muy simples de los esclavos negros de Estados Unidos, un trozo de música
folklórica de México, y concluía con la Canción Nacional de Chile.-
Otro de sus conciertos se titulaba “Viaje Musical de Herz”. En el
dio a conocer, junto con composiciones propias, adaptaciones de música popular
de los países que recién había visitado, como el Yankee Doodle, de California y
una zamacueca chilena.
Como lo expresó el
comentarista, Francisco de Paula Matta,
en la Revista Musical Chilena, año 5, julio de 1941
“su ejecución, pura y limpia, hace vibrar los
sonidos más imperceptibles. Desprende de
sus manos torrentes de armonía, como la divinidad de los campos derrama
sobre las praderas cataratas de rocío y delantales llenos de pintorescos
colores”
En
su función de despedida, el día 4 de febrero de 1851, en el Teatro de la
Victoria de Valparaíso, ejecutó La Plegaria una composición escrita para la
mano izquierda; una polka nueva, llamada “Les charmes du Chili” y Los Adioses,
dedicada a las damas de Valparaíso. Como
punto cúlmine de su de su actuación en Valparaíso se despidió con la
Marcha Patriótica a Chile. Herz no sólo tocó durante la ejecución de la marcha
una variación sobre el trío de la misma, sino además dirigió la Orquesta. Desde Valparaíso continuo su gira al norte,
dando recitales en La Serena y Copiapó,
acompañado del barítono Henri Lanza.
Otro artista judío que visitó
Chile y Perú fue Miska Hauser, destacado violinista del siglo XIX. Hauser [había
nacido en] la ciudad húngara de Pressburg en 1822. Alumno de Joseph Matalay
prosiguió sus estudios de violín con destacados maestros del Conservatorio de
Viena. A partir de 1839 comenzó con algunas giras artísticas que lo llevaron a
diferentes países europeos, siendo acompañado en piano durante algún tiempo por
Nicolás Rubinstein, hermano del célebre pianista y compositor Anton
Rubinstein. Desde 1850 hasta 1858 visitó
los países de Norte y Sudamérica, Australia y, de regreso a Europa, continuó
dando recitales que le valieron las más altas distinciones. Sus últimos años
los pasó en Viena, donde falleció el 8 de diciembre de 1887.
El 4 de febrero de 1854 partió
Mishka Hauser desde el Calleo a bordo del vapor inglés Santiago hacia
Valparaíso. El 13 de febrero destacaba El Mercurio de Valparaíso en su Crónica
Local, la llegada del [..] “célebre violinista de quien hablaban con tanto
entusiasmo los diarios de Estados Unidos
y de Lima. Sabemos que se prepara para dar algunos conciertos en
Valparaíso, -[y agregaba la crónica una críptica frase-] así que se
allanen las dificultades del Teatro” (¿).
El Prof. Böhm
destaca que Las cartas
que resumen las experiencias personales y artísticas de Mishka Hauser
constituyen, sin duda, un documento histórico de gran valor. Llenas de sabor,
manifiestan, el prejuicio que el artista sentía por ciertas costumbres de
aquella época, [las que sin duda] no podrían ser aceptadas en el
ambiente más culto y refinado de Europa. Si bien existen en sus cartas
numerosos errores de trascripción y ubicación de edificios y lugares
geográficos, son sin embargo, uno de los raros testimonios de Sudamérica, cuya
vida artística, en especial musical, recién iba a despertar en la segunda mitad
del siglo XIX.
Los programas ofrecidos por
Mishka Hauser incluyían también, complaciendo el gusto del público sudamericano,
arreglos y adaptaciones de óperas, de música folclórica y patriótica de los
diferentes países que el artista había visitado durante sus giras. En su
instrumento mostraba, en especial, su virtuosismo, omitiendo casi siempre obras más serias, de lo que él mismo
se lamenta en numerosas oportunidades en sus Cartas.
En el almacén de música del
Señor Eduardo Niemayer, [ubicado en la ] Calle del Cabo nº 17, se
vendían las entradas con asiento, para
los primeros recitales de Mishka Hauser en el Teatro de la Victoria. [El
precio de las entradas era según
información proporcionada por el diario El Mercurio de Valparaíso, 16 de
marzo de 1854de] de un peso cuatro reales.
[ ]. la Sociedad Filarmónica de
Valparaíso organizó sus numerosos recitales primero en el auditorio mencionado,
y más adelante en el nuevo salón del Señor Waddington. En sus presentaciones
participaron varios músicos alemanes residentes en Valparaíso.[2]
A pesar de las buenas críticas
que lo comparaban con el violinista Sívori, alumno preferido de Paganini, y que
los profesores de la orquesta lo aplaudían con frenéticos “bravos”, y unían su
ovación a las del público[3],
la asistencia a sus conciertos no fue muy numerosa en sus primeros recitales.
Hauser consigna este hecho en sus cartas.
La descripción
que hace de un grupo de personas a sus recitales es muy
pintoresca. Señala que por considerar
que “por ser embrujado su violín por el
diablo” se dedicaban a romper la propaganda que, de sus recitales, colocaban en las calles de la
ciudad y efectuaban ruidosas manifestaciones frente al Teatro de La Victoria,
para impedir o desalentar la asistencia de público. Sin embargo, a pesar de ello, el genio de Hauser fue reconocido y obtuvo
finalmente éxito en sus presentaciones.
La opinión de Hauser sobre la
improvisación de las compañías de ópera extranjeras, las que en muchos casos ni
siquiera traían la cantidad suficiente de cantantes, se completa con la
descripción que otro testigo extranjero hace de las costumbres del público
porteño:
“En los entreactos los caballeros salen al
vestíbulo a fumar y una campanilla anuncia el minuto de la entrada. El teatro
se llena de tal manera de humo después de esta pausa, que es casi imposible
respirar. A la salida los jóvenes se agolpan en el vestíbulo y forman una
verdadera galería humana a través de la cual pasan las damas, entre el
requiebro galante de los caballeros. Esto no se considera una impertinencia,
sino una galantería... La ida al teatro es muy cara en Valparaíso. El precio de
abono de un palco es de diez dólares, y se paga extra la entrada, que sale un
dólar y medio por función” (Citado por Eugenio Pereira Salas en Historia de
la Música en Chile).
El 11 de abril de 1854 Mishka
Hauser partió desde Valparaíso a Santiago. Hauser regresa, por última vez al puerto a mediados de junio. De su
concierto de despedida dice la Crónica Local de El Mercurio de Valparaíso:
“La Platea muy concurrida. Los palcos
desiertos. Las señoritas de Valparaíso temieron el frío que era glacial. Mishka
Hauser, a pesar de esta falta de bellas tan nobles en la concurrencia. Fue
digno de haber arrastrado para oírlo, cualquier inconveniente de la estación...”
Otro artista que incursionó con
éxito en el ambiente musical del Chile del siglo XIX, fue Louis Moreau
Gottschalk, considerado como el primer pianista norteamericano de fama
internacional[4].
Luego
de una fabulosa estadía en Santiago, su despedida se realizó el 12 de agosto en
el Teatro Municipal de Santiago. Para esa oportunidad, el artista contrató a los mejores instrumentistas de la
capital y de Valparaíso, a las bandas del ejército y a todos los músicos
aficionados, para ejecutar con una
orquesta de 350 músicos su Solemne Marcha Triunfal a Chile. Esto significó una verdadera fiesta nacional a la
cual asistieron no sólo ministros de estado y autoridades, sino, por primera
vez, acudió a un espectáculo profano de esta índole el arzobispo de Santiago.
Los últimos meses de 1866 Gottschalk permaneció en Valparaíso. Sus
conciertos en el Jardín de Recreo y en el Teatro de la Victoria también
tuvieron un éxito prodigioso. Acompañado por otros artistas, ejecutó una
obertura de Weber a ocho manos, y el célebre coro y marcha de la ópera Fausto,
de Gounod, en diez pianos.
En
un recital que presentara el día 9 de
diciembre, a beneficio del Hospital y del Asilo del Buen Pastor, se hizo
acompañar de la pianista chilena Ana Eleodora Iñiguez de Carmona, a quien, al
finalizar el recital le obsequió una
hermosa corona de flores.
Según relata el investigador
Roberto Hernández, en su obra Los Primeros Teatros de Valparaíso, La Municipalidad de esa ciudad le hizo
entrega al artista[a Gottschalk] de una tarjeta de oro, como homenaje a
la labor artística desplegada en sus
recitales.
A comienzos de 1867 siguió
Gottschalk viaje a La Serena y Copiapó, donde concluyó su gira artística por
Chile.
Veinte
años después, llegó a Chile, a fines de 1886, la afamada actriz Srah Bernhardt
con su compañía desde Montevideo.
Es
curioso constatar las diferencias de pensamiento de la época: El diario “El
Estandarte Católico”, de tendencia conservador,
ni siquiera comenta su llegada al país, ni mucho menos sus actuaciones.
Dedica su espacio, no sin malicia, a una serie de artículos sobre la
inmoralidad del teatro. A su vez, “La Libertad Electoral”, órgano de los
liberales, no se cansa de elogiar las actuaciones de la diva, a través de
crónicas escritas por los más destacados intelectuales de aquella época.[5]
Las obras que ella trajo a
Chile, entre las cuales se encontraban La Dama delas Camelias, Fedora y Frou Frou, eran casi un reto a la
sociedad chilena de entonces, que no sólo poseía costumbres severísimas
sino que exigía también a los estrenos
teatrales cualidades de moralidad semejante.
Sarah Bernhardt llegó a
Valparaíso el 6 de octubre de 1886, a bordo del vapor Cotopaxi, se alojó en el Hotel Colón de la Calle del Cabo
(Esmeralda), propiedad de su tío el señor Kernbernhardt, y de inmediato se
dirigió a Santiago. La artista fue recibida allí con los celebres y satíricos
versos de El Padre Padilla:
“...¡Llegó Sarah!. Llegó buena
A esta CULTA CAPITAL
¡Y está en el Hotel Central
La israelita sirena![6]
La estada de Sarah Bernhardt en
Santiago y Valparaíso se prolongó hasta el 10 de noviembre de 1886. Durante su
estancia, la artista despachó un cable en clave hacia Paris, hecho que fue
denunciado en la prensa de Valparaíso y desató a su alrededor la sospecha de
espionaje.
Sin embargo, el diario La Unión
la despidió con una crónica especial que decía, entre otras cosas,:
”La insigne trágica ha recibido el
tributo de admiración, en aplausos y lágrimas, de la nación entera, manifestado
por toda la prensa sin excepción. Que estos últimos ecos de despedida se lo
repitan una vez más, ahora que abandona nuestras plazas” [7].
A fines de 1887 inició una muy breve temporada de ópera la
compañía dirigida por Cesare Ciacchi y
por Giuseppe Rajneri. Entre sus artistas se destacó - en su magnífica interpretación de La Gioconda- la
joven Teresina Singer[8],
judía austríaca, nacida en Viena en 1857, hija de Salomón Singer y de Avelina
Hamburger[9]
Teresina Singer que abandonó el
país en enero de 1888, junto a su compañía, al finalizar la temporada en
Valparaíso, regresó mas adelante a
Chile, donde se convirtió, posteriormente, en profesora del Conservatorio Nacional.
En esta sucinta relación de
artistas, que pasaron por Valparaíso, no quedan por mencionar dos: el último de
los grandes pianistas de origen judío que visitaron Chile en el siglo XIX: Albert Friedenthal, compositor y pedagogo en
música, nacido en Bromberg, Alemania, en el año 1862, quien empezó a recorrer
Europa, Norte y Sudamérica a partir de 1882, estudiando, en forma especial, el
folklore de los diversos pueblos.
A
comienzos de 1889 dio su primer recital en el Círculo Católico de la capital,
con un programa que incluía obras de Beethoven, Schumann, Chopin, Schubert y
Liszt.
Acorde
al comentario de un
renombrado crítico de aquella época
“Friedenthal era un verdadero artista, que no transigía con el público
con falsos eclecticismos y no sacrificaba por el efecto el verdadero sentido de
los compositores. Las sesiones musicales que ofreciera fueron auténticas
enseñanzas prácticas”·[10]
Durante su estada en Chile,
Friedenthal recogió numerosas canciones populares, las que publicó en sus dos
obras más importantes: Stimmen der Völker (Las voces de los pueblos),
publicado en 1911 y Musik, Tanz und Dichtung bei den Kreolen Amerikas (Música, bailes y poesía de los criollos de
América), que apareció en 1913.
“Chile, como él dice, es un país feliz, en su
música no se encuentran “TRISTES” y las pocas piezas instrumentales escritas en
tono menor, denotan, más bien, pasión reconcentrada que melancolía”[11]...
La otra es Rosita Jacoby, quien
inició su carrera a muy temprana edad.
El Prof. Böhm supone que ella era familiar de los hermanos Jacoby que inmigraron a Perú a mediados del siglo
XIX y participaron en la fundación de la primera comunidad judía de ese país.
Rosita Jacoby tomó clases de
canto con el maestro Pedro Cesari y prosiguió estudios musicales en Italia
donde fue presentada al compositor Leoncavallo, quien después de escucharla
cantar le envió una conceptuosa nota, en razón de que ella interpretaría I
pgliacci en Padua.
Rosita Jacoby dio un recital en
el teatro de la Victoria, en Valparaíso el 9 de enero de 1895..
El
ensayo del Prof. Böhm sobre “Artistas
Judíos en Chile en el siglo XIX” termina señalando que “el escaso número y la extrema pobreza de los primeros inmigrantes
judíos que llegaron a Chile en la segunda mitad del siglo XIX, en especial a partir
de 1880, fueron los dos factores esenciales que en un comienzo influyeron en la
falta de la participación y en el desarrollo de sus talentos en la vida
artística del país de aquella época.
Recién en el año 1911, se matricularían en el Conservatorio Nacional de
Música de Santiago las primeras alumnas judías....
JUTZPA, UN ACERCAMIENTO PRELIMINAR AL PENSAMIENTO DE
EMMANUEL LEVINAS.*
A modo de Introducción
Lo primero que debo especificar es la singularidad del título de un escrito que no pretende ser un estudio filosófico, -porque no es mi campo-, sino una lectura diferente y respetuosa de uno de los pensadores mas importantes del siglo XX. De allí el término jutzpá, proveniente del hebreo y que me atrevería a traducir como “atrevimiento, osadía, audacia”.
Mi personal aproximación a Levinás es producto de la curiosidad que despertó en mí el gran revuelo producido por las continuas consultas y peticiones de sus libros en nuestro Centro y mas motivador aún, el que se trate de un pensador judío, practicante y de la vertiente ortodoxa.
La dificultad en la lectura de algunos de sus artículos fue evidente. Para una buena comprensión se hace necesario entender los supuestos que subyacen en ellos y un conocimiento mas profundo de distintos pensadores que han marcado la disciplina filosófica. En definitiva, pareciera ser que alguien ajeno al campo de la filosofía, o al menos no poseedor de una sólida formación en esta disciplina no lograría entender sus escritos.
Después de haber leído algunos de sus textos en los que hace mención directamente al Judaísmo concluyo, por propia experiencia, que Levinás no es de lectura fácil. Lo que ha corroborado el Prof. Shalom Rosenberg cada vez que se ha referido a la obra de este pensador.
Sin embargo, ha sido un grato descubrimiento el re-encontrarme con aspectos importantes del “ser judío en el mundo” y de la misión de “letaken ‘olam” (reparar el mundo) que debe cumplir todo judío en su rol de socio de Dios en el milagro de la creación, actitud que empieza, en definitiva con un adecuado acercamiento hacia “el otro”.
Estas líneas son, pues, una suma de pensamientos y reflexiones surgidas de la lectura de los artículos publicados en su obra Difícil Libertad, y que no necesariamente siguen el orden de los mismos.
En el artículo denominado “Judaísmo”[1] Levinás señala que “la palabra “judaísmo” se refiere, en nuestra época, a conceptos muy diversos”. El Judaísmo es complejo. No puede ser entendido en un sentido meramente religioso porque el judaísmo no es una religión. O, dicho de otro modo, el Judaísmo es más que religión, es una forma de vida, una forma de sentir, de pararse y actuar en el mundo tratando de que cada acción humana se transforme en un medio de comunicación con Dios. Esta forma de vida se encuentra normada por una serie de conductas que se relacionan con todos y cada uno de los aspectos de la vida del judío, basado en el código de conducta que fue revelada por Dios, en el Monte Sinaí, a través de Moisés[2].
La aceptación de la Revelación (Torá) constituye el pacto entre Dios e Israel y es, en sí, el fundamento del monoteísmo ético, la creación más original del judaísmo, que se encuentra ligado indisolublemente a la existencia del pueblo judío y su historia y a través del cuál Israel debe conformar una nación santa que viva de acuerdo con la voluntad de Dios expresada en la Torá y explicitada en el Talmud.
Tanto en la Torá como en el Talmud, encontramos leyes y mandatos que. en su conjunto, formaron la “legislación” judaica conocida con el término de Halajá y que representa el sistema legal del Judaísmo.
He mencionado tres términos importantes. Torá, Talmud y Halajá, los dos primeros encierran el concepto de “enseñanza, instrucción”, el tercero deriva de la raíz “holej” que significa “andar, caminar” ¿por donde? Por el sendero que traza la “enseñanza”. Porque como muy bien escribe Levinás La Biblia no apunta al verdadero conocimiento de Dios, sino tan solo a la enseñanza de una regla práctica de vida, inspirada por el amor desinteresado de Dios[3]
Un midrash, relato tradicional- resumido por Levinás[4], ilustra dos posiciones judaicas diferentes ante un mismo hecho:
“Cierta vez se acercó un pagano hasta rabí Shammai, uno de los grandes sabios de la época del Talmud y le dijo: “Estoy dispuesto a convertirme al judaísmo si tú eres capaz de enseñarme la esencia de la Torá en el lapso de tiempo en que puedo estar parado en un pie”. El rabino se enojó y le dijo que no era posible hacerlo. Entonces, este hombre acudió a Rabí Hillel y le hizo el mismo desafío. El sabio lo miró y le dijo: “no le hagas a otro lo que no quisieres que te hicieren a ti, el resto es comentario, Ve y estudia”.
“Ve y estudia”. El estudio, es muy importante para los judíos. Aunque es menester aclarar aquí que Hillel no se refería al “estudio por el estudio”, que no posee mérito alguno si no va acompañado de la praxis, porque el Judaísmo es acción. Presupongo que es por esta razón y por el temor que se siente ante el fenómeno de la asimilación que Levinás reflexiona sobre estos temas en su obra Difícil Libertad.[5]
1º ejemplo: Génesis cap.1, Relato de la Creación.
Y dijo Dios ¡hagamos al hombre!!...[y el texto dice] “y creó Dios al hombre, varón y hembra los creó.
El texto indica que todos descendemos de la misma pareja humana y por lo tanto todos los hombres somos iguales y tenemos los mismos derechos sin distinción de raza, color, religión o cultura. Nadie puede decirse superior a otro. Todos los hombres somos iguales pero cada uno conforma un mundo. Hay Igualdad dentro de la diversidad, dentro de la pluralidad. Todos, a la vez, tenemos la posibilidad de ser salvos aún cuando no cumplamos con igual corpus de preceptos. De hecho, Levinás en “Israel y el universalismo”[6] hace mención a que un hombre no perteneciente a ninguna de las religiones monoteístas le basta con solo cumplir las leyes noájidas.[7]
2º ejemplo, Éxodo 20 y Deut. 5, allí aparecen los Aseret Dibrot (Diez Mandamientos), que se dividen en dos, los primeros que se refieren a la relación entre Dios y el hombre, y aquellos restantes referidos a la relación entre el hombre y su prójimo:
(v. 12) Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da.
(v.13) No asesinarás.
(v. 14) No cometerás adulterio.
(v. 15) No hurtarás
(v. 16) No hablarás contra tu prójimo falso testimonio
(v. 17) No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Y el último... no en aparecer, pero si en mencionar aquí:
“Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es Shabbat para el Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el Shabbat y lo santificó.
Los mandatos leídos son válidos para todos, el Shabbat es un día para todos y en el todos está su novedad revolucionaria. Todos, -escribe J. Barylko-, sin excepción, un día a la semana, debemos hacer un alto en la actividad usual y aprender a vivir de otra manera y aprender a vivir de otra manera es santificar[8].
Las nombradas son normas destinadas a regular el comportamiento del individuo en sociedad, en comunidad, y también en la globalidad.
En el Tanaj (AT) se aprecia la presencia activa de Dios que se manifiesta en la historia, orientándola "en el sentido del establecimiento de la justicia y el derecho”. Es un Dios que toma partido por el pobre y que lo libera de la esclavitud y de la opresión[9].
El prójimo no es tan sólo el judío ya que en los textos aparece la presencia del forastero, que junto con la viuda y el huérfano constituyen una trilogía clásica".
Si bien es cierto en la Biblia no encontramos un código organizado de Derechos humanos no lo es menos el que en ella hay, diseminadas en los distintos libros que componen el Tanaj (AT) todo tipo de leyes en las que se reflejan los derechos inherentes a todo ser humano solo por el hecho de serlo y se recuerda la experiencia judía de haber sido forastero y esclavo en tierra extraña, razón por la cuál él pueblo de Israel debe actuar en consecuencia.
Algunos ejemplos:
Se te ha dicho, Oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios reclama de ti: tan solo practicar la equidad, amar la piedad y andar humildemente con tu Dios (Miqueas Cáp. 6:8),
No maltratarás al forastero ni lo oprimirás (Ex 22:20),
No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego (Lv 19:14)
Ama a tu prójimo como a ti mismo. (Lv 19:18)
Al forastero que reside junto a vosotros le mirareis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo, pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo soy el señor vuestro Dios (Lv 19:34)
Y, por último,
“Nunca faltarán pobres en este país, por esto te doy Yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra (Dt. 15:11).
Quiero llamar la atención a la forma de redacción, a la vigencia del texto: Dice, “nunca faltarán pobres en este país”. ¿Cuál país? El tuyo, donde vives y desarrollas tu vida. También es universal y está expresado como muchos otros textos en presente, estableciendo una relación tu/yo – aquí/ahora.
Los hombres debemos conversar en franco diálogo “tú y yo”, conocernos, a aprender a acercarnos "al otro" sin recelo, buscando un acercamiento a través del diálogo, aprendiendo que la acción auténtica es lo que vale, y lo que permite, como dice Levinás Devolverle al otro lo que se le debe, amarlo en la justicia, tal es la esencia de una verdadera acción.[10]
Las religiones, son sistemas estructurados sobre la base del “deber ser” y desde esa perspectiva marcan una forma de vida. El Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, como religiones del Libro, presentan a quienes creen en sus supuestos fundamentales un camino a seguir y normas que cumplir, y en esas normas, cumplen un rol esencial aquellas que regulan el modo de relacionarnos con el prójimo, entendiendo como tal a todo aquél que está a mi lado, a todo aquel que vislumbro en mi horizonte y con el que de un modo u otro me relaciono ahora que el mundo no es mas que una gran aldea global.
Las enseñanzas, prácticas, normas contenidas en la Torá son aplicables a todos los hombres (universalidad del judaísmo).
Es tiempo de que la Enseñanza y el estudio se den en mayor profundidad y tener como meta una educación en valores que permita acercarnos a conversar, a conocernos, a aprender los unos de los otros, con respeto, buscando en primer lugar aquello que nos une.
Porque el fin del estudio –escribió Kaibare Ekken- no es solamente ampliar los conocimientos, sino formular el carácter. Su objeto es hacer de nosotros hombres cabales más que hombres doctos.
Así pues, el estudio apunta a la “sabiduría”. Según Ekken, filósofo japonés, la principal razón por la que las enseñanzas de los sabios no son más apreciadas por el pueblo reside en que los hombres doctos se esfuerzan en exhibir su saber en vez de esforzarse en vivir de acuerdo a las enseñanzas de los sabios.
Pienso que Levinas nos insta a preguntarnos acerca del rol de nosotros, los hombres, como miembros que viven en sociedad, siglos mas adelante.
Nos señala una ruta, la de trabajar en el prototipo de hombre al que debemos aspirar, y al que es nuestra obligación ayudar a formar a través de una educación en valores y ese modelo apunta necesariamente hacia el ideal del "sabio" no del docto. Al de un hombre liberado de pre-juicios, que hable en lenguaje simple para evitar la in-comprensión, la in-comunicación, y que como una forma de promover el diálogo, sepa escuchar y compartir, no competir.
La generalidad de lo que vemos nos hace pensar que el hombre, esa criatura creada a imagen y semejanza de Dios, ha perdido su humanidad, el individualismo aflora y el “Yo y mis necesidades” se transforman en la medida de todas las cosas. Olvidamos que los derechos van de la mano con los deberes y no queremos reconocer que el ejercer el libre albedrío conlleva hacerse responsable de nuestros actos.
En el Judaísmo el hombre pertenece al reino animal, terrenal y dentro de ese reino y de ese mundo ha de realizar su esencia. Sin embargo, como ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios le fue entregado como misión conquistar y dominar, este mundo. Conquistarlo no en el sentido de despojar, robar, capturar asaltar u oprimir, y, dominarlo, en el sentido de servirlo, respetarlo, hacerse responsable por él.
Responsabilidad implica compromiso, obligación, cumplimiento de su cometido, solidaridad. Cada día pareciera ser más difícil cumplir este cometido. Nos preguntamos ¿Qué estamos haciendo? ¿Es este el mundo en el queremos vivir? Un mundo en el que a decir de Levinás para las multitudes [ ] la lectura del diario matutino se ha convertido en la plegaria de la mañana?[11]
En el texto bíblico se nos enseña que el hombre, a diferencia de los animales, no sólo vive su vida sino que la piensa, es capaz de preguntar y preguntarse acerca de su puesto en el mundo, de la misión que le compete, de la relación que debe establecer entre él y su medio, entre él y su prójimo, entre él y su Creador.
El profeta Isaías habla de un tiempo en el que “el lobo yacerá con el cordero". En una sinagoga de Santiago, a la entrada, está escrito “Mi casa es casa de oración para todos los pueblos”. En las afueras del edificio de la Naciones Unidas se lee el versículo “No alzará espada nación contra nación ni se ejercitarán mas para la guerra”.
Nos compete a nosotros, los hombres de buena voluntad de todas las naciones, credos o colores, trabajar para que eso acontezca y la única forma de hacerlo es reconociéndose en el otro y reanudando el diálogo con Dios...
El judaísmo, con su mensaje del monoteísmo ético y la universalidad de un Dios creador, es señal plantada para las naciones. Estos aspectos no dogmáticos son esenciales para un diálogo interconfesional e intercultural, que propenda al conocimiento y al acercamiento al “otro”
Esta actitud decidida es la que reafirma la característica pluralista y respetuosa del Judaísmo que acepta la unidad del ser humano en tanto identidad universal común, le permite dialogar con todos, reconoce el derecho de cada individuo a ser diferente y lo respeta en su “otredad” e identidad individual. Y lo hace en tanto poseedor de una identidad cultural definida, también “otra”, deseoso de dialogar y colaborar y que solo espera ser reconocido como un interlocutor válido.
Me parece que es en este contexto que las afirmaciones de Levinas encuentran su verdadero sentido cuando escribe: Para nosotros el mundo de la Biblia no es un mundo de figuras sino de rostros. Están íntegramente allí y en relación con nosotros.[12].
Cuando leo No pensamos relaciones, somos en relación. No se trata de mediación interna sino de acción[13].
Recuerdo la afirmación que hago cuando se me pregunta qué implica ser judío: Ser judío es pertenecer a un nosotros que se compromete, un nosotros que se identifica consigo mismo y se hace partícipe del destino histórico común del pueblo judío, compartiendo sus valores, tradiciones y cultura, cuya base está enraizada en la Torá. Una Torat-Jayim, enseñanza de vida que hay que estudiar, cultivar y practicar[14].
Hilary Putnam en Levinas y el judaísmo[15] señala dos cosas importantes acerca de nuestro autor: que abreva de fuentes y temas judíos y, paradójicamente,[…] siendo un judío ortodoxo, universaliza el judaísmo.
Y así es, él escribe: Ser judío, es creer en la inteligencia de los fariseos y de sus maestros. Es cuestión de acceder a la fe en la Biblia a través de la inteligencia del Talmud[16].
A través de su pensamiento y su obra, Levinas permite al mundo adentrarse en el rico acervo de la sabiduría talmúdica, perteneciente a un “otro” al que el mundo, durante milenios ha sindicado como tal.
* Presentación al Coloquio Internacional sobre Levinás realizado en la Facultad de Filosofía y Humanidades en el año 2005.
[1] Cfr. Difícil Libertad, Fundación David Calles, Bs. Aires, Argentina, 2005, pp.115 -118.
[2] El culto, que incluye ritos y prácticas en las que, además de las tres oraciones diarias, está la declaración de la unicidad de Dios al levantarse y al acostarse y las oraciones de gracias al despertar. El ciclo de vida, con ritos de pasajes que van marcando cada una de las etapas de un ser humano, la kashrut, palabra que deriva de kasher, que significa “apto”, tanto en lo relacionado con las actitudes como con los alimentos, lo que es apto para hacer y lo que es apto o permitido comer, en este rubro no sólo es importante lo que se come sino también como se preparan los alimentos y como se comen (brajot). El ciclo del año judío, que incluye la celebración de fiestas y el cumplimiento de ayunos, todos ellos relacionados con la historia del pueblo judío. La relación con nuestro prójimo, etc., etc., etc.
[3] Cfr.. ¿Has releído a Baruch?, Op. Cit, 143.
[4] Cfr ¿Cómo es posible el judaísmo?, Op. cit, 247.
[5] Cfr “Reflexiones acerca de la educación judía” y “La asimilación hoy”, op.cit, 257 y ss 251 y ss., respectivamente.
[6] Op. cit, 199.
[7] Las leyes noájidas entregadas a las naciones son: No adorar ídolos (Bereshit / Gen. 2:17). 2. No maldecir al Eterno (Bereshit/Gen. 1:28) .3. No asesinar (Bereshit/Gen 9:5). 4. No cometer incesto o adulterio (Bereshit/Gen. 2:24).5. No hurtar (Bereshit / Gen 2:17),6. No comer carne trozada de un animal vivo (Bereshit/Gen 9:4), 7. Establecer cortes de justicia (Bereshit / Gen. 19:9).
[8] Barylko, J. La Creación.
[9] Cf. M.H. Ellis, Apuntes para una teología judía de la liberación, en: “Pasos” 1986, 15-22.
[10] Id. Ibíd., 168.
[11] Cfr. “Educación y plegaria”, en Op.cit., 267.
[12] Idem, 169.
[13] Id ibid, 169.
[14] Tapia Adler, A. Costumbres y Tradiciones judías, Bank Leumi, Santiago de Chile, 1998 2º ed.
[15] Op. cit., 60.
[16] Idem, 163.
PRESENTACION DEL LIBRO "VOLVER A BERLIN" DE
ELIAH GERMANI
Feria Internacional del Libro S.A. - 2010
En primer lugar agradezco la invitación de Editorial RIL a presentar el libro de Eliah Germani. Es una invitación que me sorprendió pero que acepté aún sin conocer el libro ni su autor, sólo por su título ·Volver a Berlín, pensando ingenuamente, quizás, que se trataba de una obra destinada a la recuperación de la memoria e inserta, por lo tanto, en la literatura autobiográfica. Estaba segura que a través de su lectura podría adentrarme en ese mundo íntimo de quien ha aceptado –después de largo tiempo de doloroso silencio- abrir su corazón y compartir su historia de vida, en tanto testigo y sobreviviente de aquella época aciaga del siglo pasado -que tan presente tenemos hoy-, a pocos días de haber conmemorado la Kristallnacht, reafirmando el mandato de zajor lo tishkaj. Recordar, no olvidar, para que ésta historia no vuelva a repetirse.
¡Si ni siquiera este jardín está limpio! Nos introduce a la relación de una pareja, él: un exitoso financista. Ella, una conocida figura de televisión. La trama se desarrolla en un hotel ubicado en algún lugar del sur de Chile. Ella recibe una llamada de su madre que le comunica que ha ido a declarar a la Comisión de la Tortura y lo que prometía ser un idílico fin de semana da un vuelco. Esta noticia la altera porque era algo que desconocía, su madre jamás hizo mención a posibles tortura que hubiese sufrido durante el régimen militar.
Nos introduce a un problema vivido por muchas familias. No es lo mismo saber que otras personas han sufrido persecución y tortura que tener la certeza que le ha ocurrido a alguien de su propia familia: cuando le toca a uno, el hecho se torna insoportable, doloroso, y a la vez permite entender parte del comportamiento de la persona que ha sufrido tales acciones.
Ella se complica, se turba, él sólo quiere un fin de semana tranquilo, pero ella no está de humor para compartir con su marido y estalla el conflicto, muy bien narrado, la discusión aflora, ella se aleja, se va del dormitorio. Él permanece de malhumor, lo único que entiende es que “la suegra le cagó el descanso” y su mujer ha abandonado la habitación, para pasear sola con sus pensamientos junto al lago. Es un relato de desencuentro, de in-comprensión, de división.
Interesante es al respecto la conversación que el marido sostiene con el gerente del hotel acerca de la Comisión de la Tortura… sin duda para reflexionar acerca de nuestra sociedad que aún no ha sido capaz de restañar las heridas.
El protagonista sale del hotel, con la esperanza, quizás, de encontrarse con su mujer sin que parezca que ha salido a buscarla. La última frase de la narración es la que da el nombre al cuento.
Volver a Berlín cuento que otorga nombre al libro, -está dedicado a Tanja Walenski, doctorada de Giesse Justus-Liebig Universität-, es el relato de una médico pediatra que ha sido invitada al Congreso Anual de la Sociedad Alemana de Pediatría que se lleva a efecto en Alemania y que está dedicado al recuerdo de médicos judíos que debieron huir del país por culpa del nacionalsocialismo. Su ponencia trata del Dr. Heinrich Finkelstein cuyo nombre ha descubierto por casualidad en una revista médica[1]. Ella quiere revivir y honrar su memoria y lo plantea del siguiente modo “como pediatra chilena, como hija del Holocausto y como heredera de un pueblo que en miles de años nunca cedió al olvido- se convirtió para mí en una tarea vital, en una verdadera obsesión de la cual ya nunca más me podría apartar”. Esa y no otra era la razón por la cual había aceptado la invitación y porque estaba segura que “nacía del propio Dr Finkelstein y que en su nombre al fin me estaba `permitido pisar mi tierra prohibida, la tierra que, por lo demás, era también el polvo disperso de mis antepasados” (pág. 67). Con esta frase, el autor pone de manifiesto el conflicto que viven muchos hijos y nietos de sobrevivientes porque ¿Para qué negarlo? Cada uno de nosotros es huérfano por causa de la Shoá (Holocausto) y muchos de nosotros compartimos sentimientos encontrados en relación a Alemania nazi, eje y motor de la destrucción de la judería europea.
[1] Fco Barrera Quezada en Boletin del Servicio y Departamento de Pediatría del hospital San Borja arriarán, Universidad de Chile, Campus centro. Vol I nº9, abril 2002 “rol actual y futuro del pediatra” “.
Heinrich Finkelstein, destacado pediatra alemán decidió alejarse de la Alemania Nacional Socialista optando por radicarse en Chile…”
En 1938, Lichtman Dora, de soltera Klein, su esposo (de nombre desconocido) y su hija Gloria llegó de los EE.UU. para visitar a sus padres y la familia… Video de Yad Vashem.
En Berlín, luego de su exitosa participación en el congreso, nuestra protagonista tiene un encuentro curioso con Dora Lichtman, judía-alemana que vive en esa ciudad. ¿Cómo es posible que un judío viva en Berlín? ”Ud. Me creería que esta ciudad está llena de judíos? pregunta Dora, ¡Pues no se han ido: no pudieron aniquilarlos! Berlín es una gran ciudad judía… más adelante agrega ¿Meshuge? (Loca) No, ¡Simplemente es así! ¡De otra manera significaría que los asesinos vencieron, que tenían razón, y la vida no sería más que el engendro de un Dios enemigo! (p70).
Junto a Dora hace un recorrido por la ciudad que la lleva al lugar donde vivieron sus padres y a una vieja librería. Nuevamente el autor hace gala de su conocimiento del lugar donde transcurre la acción de su relato, cita calles y lugares existentes y por lo mismo fácilmente encontrables para quien los busque. La trama es fascinante, y el desenlace inesperado.
Lo más sorprendente, es que tanto el Dr. Finkelstein como la Dra. Lichtman son personajes reales, el primero encontró asilo en Chile, la segunda, después de una estancia en Theresiendstad fue asesinada en Auschwitz.
En Lady in light el personaje central es Joseph Soto un joven fotógrafo judío que “ve donde los demás no ven” (p.82). Joseph vive en Berlín, cuenta que después de un coma que lo tuvo al borde de la muerte volvió a la vida normal con una gran sensibilidad hacia la luz y con la posibilidad de ver el aura de las personas. Así es como a la edad de 18 años, en Chile, en plena época de la dictadura, era capaz de observar el aura gélida y aterradora “de los funcionarios del régimen” pero que “sin embargo, había una dulce luz que prevalecía, la luz inobjetable de la vida, la luz que colmaba la creación y que, al final, siempre irrumpía apartando con sus alas cualquier oscuridad” (p85).
Eso es lo que él busca captar con su lente fotográfico y mostrar al público, por eso abandona sus estudios para dedicarse por entero a la fotografía. A través de su cámara podía captar la luz y transmitir la fascinación que ello le causaba.
El relato de Joseph se va intercalando con una entrevista que le realizan acerca de su obra y sus exposiciones no siempre bien entendidas ni bien recibidas. Para él, la luz que percibe en los cuerpos desnudos es la misma que emana de las fotografías del holocausto judío.
Fascinado por la modelo de la exposición que se presenta junto a la suya, toma contacto con ella quien le propone una sesión fotográfica en su hotel. Embriagado por la luz que de ella fluye la fotografía sin descanso, lo que no impide que vaya reflexionando acerca de lo que la prohibición de hacer imágenes significaba para los sabios talmúdicos que “rechazaban a toda costa cualquier intención de representar aquella chispa divina que llevamos y que convertida en imagen pudiese dar rostro al Dios inimaginable Las imágenes eran una peligrosa ventana al culto y a la idolatría. ¿Cómo podría yo, fotógrafo judío dedicado al desnudo femenino no prestar atención a esos reparos?¿No estaba en verdad haciendo fotografías del becerro de oro” (p.102).
¿Tal vez él estuviera convirtiendo a Leah en su propia divinidad y sucumbiendo ante su presencia iluminada?
El lenguaje y actitud que aquí percibo es semejante a la del místico, embelesado ante la presencia de lo numinoso. Joseph recuerda algo dicho por el rabino en relación a la forma erótica en la que se manifiesta Dios: visible e invisible a la vez “Un Dios enteramente descubierto sería un ídolo, y un Dios enteramente oculto estaría ausente. Sin embargo –advierte el rabino- al ser humano le ha sido concedida la intuición de lo infinito, a pesar de su propia finitud” (p.104).
No obstante estas reflexiones es incapaz de controlar sus impulsos y abandona la máquina para abrazar a su musa. Craso error. Ella le abandona, musitando una frase despectiva. Las fotografías que ha tomado dan origen a la exposición Lady in light, tal vez uno de sus grandes errores artísticos pues no ha sido bien evaluada. Sin embargo es felicitado por el esposo de Lea, también fotógrafo famoso y más tarde le es concedido el premio más codiciado del mundo del desnudo.
¿Qué más puede desear? La respuesta no se deja esperar, pero tendrán que leerla ustedes mismos. Yo no se las daré.
Diré sí, que en este cuento el autor no solo revela conocimiento de tópicos tratados por la sabiduría talmúdica, sino también su cultura musical, su conocimiento de pintura como asimismo de su propia sensibilidad al poner el siguiente pensamiento en boca de Joseph, mientras escucha a Rattle, personaje real, dirigir la orquesta filarmónica de Berlín “como en un mágico rito veo al publico fundirse en esa claridad encantada. No, aquella luz no es música, no es lo que llamamos música, es el latido diáfano de la divinidad palpitando al unísono de nuestros corazones, elevando sin alas nuestros huesos imperfectos hacia alturas superiores” (p. 111).
¿Acaso no es ese el ideal de un místico? Elevarse a alturas insospechadas para fundirse en la Divinidad?
Flores del camino, quizás su relato más largo, es la bitácora de Julián, un joven cirujano recién divorciado de su esposa que se muda a vivir con su abuelo, Samek Blumenfeld, judío polaco, sobreviviente del holocausto, que ha perdido a toda su familia en esta hecatombe y que en Chile logra rehacer su vida. Su única hija se aleja del mundo de la tradición, se casa con un no judío y de esa unión nace Julián.
Samek no es un abuelo tradicional como pudiera esperarse, después de haber enviudado ha sabido rehacer su vida, “optimista y mundano” “golfista y gourmet”, activo miembro de su sinagoga, y con pasión por internet y la computación. No, no es un abuelo tradicional, ni mucho menos lo que la gente piensa que debe ser el prototipo de “sobreviviente de la shoá”.
El relato se inicia un domingo 12 de febrero, para el 14 del mismo mes aparece en la escena Dorohea, joven polaco-chilena que llegada a nuestro país, por casualidad conoce a Samek y le convence de escribir sus memorias. Ella viaja a Polonia con el expreso propósito de visitar los lugares que menciona Samek en su relato. Dorothea no está contenta con lo que ve en su país y expresa su desilusión al constatar “en todo su viaje por Polonia, la tácita negación del genocidio, ese autismo insoportable” (p 123). Con esta frase, el autor capta el sentimiento de muchas personas que han viajado en busca de “sus raíces” y se han encontrado con una frialdad impresionante y una constante autonegación de ese capítulo de la historia.
El 15 de febrero se nos revela el profundo conflicto de Julián, él ha regresado a Chile desde Francia, donde sus padres se habían exiliado, “creyó encontrar sus raíces en el lecho de una compatriota”, pero se equivocó, vive una crisis, no sabe quién es ni a donde pertenece, no tiene amigos solo conocidos, no es judío pero no se siente goy. Para el abuelo eso no es problema, la halajá, ley judía dice que todo hijo de madre judía es judío.
El 16 de febrero surge el tema de la contradicción y la pregunta que muchos hacen hasta el día de hoy ¿Cómo es posible que un judío recibiera con beneplácito un gobierno militar y, por ende, facista? La respuesta del abuelo es esclarecedora y quien lea este relato podrá comprender el por qué.
18 de febrero: Julián descubre una habitación juvenilmente decorada, con vestidor y baño adosado en cuyo tocador había cremas y jabones “y una serie de elementos que parecían recién salidos de la tienda de perfumes”(p 128). Después de haber inspeccionado closet y cajones en donde encontró vestimenta femenina, revisa el secreter donde encuentra un texto titulado “Flores del camino: el gracias a la vida de Samek Blumenfeld”.
Domingo 19 mientras su abuelo está en Santiago, asistiendo a la sinagoga, Julián recibe un llamado telefónico desde Polonia, es Dorothea que pregunta por su Samek. La voz lo cautiva y no puede dejar de pensar en ella, por eso cuando su abuelo regresa le pide detalles, pregunta, quiere saber más. Samek le cuenta que ella le ha convencido para escribir sus memorias y de este modo él se da cuenta que puede recordar a los suyos que van apareciendo en esta historia como si nunca se hubieran muerto…
El abuelo le dice que nada hay casual en su encuentro con Dorothea, que todo parece haber sido determinado por la Shejiná, la presencia divina.
El 20 de febrero aparece la narración del viaje de Dorothea a la aldea donde vivió Samek, al ver la puerta de la casa de los Blumenfeld pensó “esta debía ser la puerta de 70 años atrás, la misma puerta que tal como su patria polaca se había cerrado a espaldas de Samek”. Esta frase, resume en parte, la historia de los judíos polacos.
Desde que encontró el manuscrito, la bitácora de Julián se entrelaza con trozos de relatos del abuelo.
El 25 de febrero Dorothea llega a casa de Samek, a partir de allí la trama se va desarrollando de un modo rápido y totalmente inesperado el que queda develado el 26 del mismo mes. Todo se ha desarrollado entre el 12 y el 26 de febrero, apenas 14 días que parecen toda una vida, días en que se nos presenta la historia del atribulado y confundido Julián y de su poco típico abuelo sobreviviente del holocausto. Ambos conocedores de las amarguras del exilio. Un Samek resiliente y con ganas de vivir plenamente, un Julián - ya lo dijimos- confundido, como un ser de dos mundos, que no está ni en uno ni en otro.
Fuego en shabbat es el último cuento, está dedicado a Daniel Copaja[1], narra la salida campestre de fin de semana de dos matrimonios amigos hacia un refugio cordillerano. Ariel y Carolina son judíos, Salma y Nicolás son descendientes de palestinos, esa diferencia no les impide ser excelentes amigos. El autor señala “No es raro que alguien les pregunte acerca de cómo pueden ser amigos. ¿Por qué no? Es la respuesta de costumbre ‘Somos chilenos y vivimos en Chile, un país que de por si ya encierra suficientes diferencias. ¿Con que fin buscar más cosas que puedan separar? (p 153).
El autor no pierde su agilidad narrativa, nos lleva a situaciones y diálogos cotidianos, cordiales entre amigos… pero nos conduce a un final total y absolutamente inesperado. Hay que leerlo, no se vale contarlo.
A modo de conclusión puedo decir que en 153 páginas se presentan ocho relatos, en los que se entrelazan los conflictos personales con las historias de desencuentros y exilios, de silencios y secretos, en donde el autor en forma mágica nos introduce a mundos privados. Más que describir, pinta como avezado artista los personajes, lo hace con prolijidad no exenta de virtuosismo, haciendo lo propio con los lugares donde se desarrolla la acción. Su descripción de los lugares nos habla de una persona que conoce muy bien los distintos escenarios en los que se desarrolla la acción. Asimismo él se revela en su escritura como un hombre culto, amante de la música, la pintura y la literatura y se perfila como un conocedor de la tradición, costumbres y literatura judía como queda en evidencia en algunos de los relatos.
En las páginas del libro se despliega escritura de fácil y cautivante lectura, que capta la atención del lector y no le permite abandonar el libro.
Quise conocer algo más de este autor y no fue posible. De Eliah Germani solo se conoce lo que aparece en la solapa del libro. San Google no despliega mayor información a excepción de lo que aparece en el sitio del Consejo de la cultura el 8 de agosto del 2008, Titulo: “Nueve escritores reciben Premio a Mejores Obras Literarias” más abajo en el género “Cuento” dice: la obra "Volver a Berlín", firmada con el seudónimo Eliah Germani, correspondiente al autor Hernán Gonzalo Soto. Resultó ganadora porque según el jurado "en este volumen de cuentos se combinan una buena prosa -verdaderamente limpia y segura-, agilidad narrativa y variedad de temas y situaciones. El autor muestra un amplio registro, donde la sorpresa siempre tiene un lugar central […][2]”
Reitero mis agradecimientos a RIL editores y por supuesto la posibilidad de conocer y escuchar a quien es el autor de la obra que hoy se presenta cuya lectura ha constituido un verdadero placer.
Santiago, Noviembre 14, 2010.