PENSAMIENTO Y LITERATURA

Algunas palabras acerca de la importancia del Tanaj.



“Se te ha dicho, Oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios reclama de ti: tan solo practicar la equidad, amar la piedad y andar humildemente con tu Dios” (Miqueas Cáp. 6:8),

La importancia del Tanaj[1] deriva del hecho que está llena de ejemplos a través de los cuales se va indicando al hombre  modos de comportamiento y va enseñándole como “ser y estar” en el mundo: Veamos tres ejemplos:

a) Génesis cap.1, Relato de la Creación: “Y dijo Dios ¡hagamos al hombre!!...[y el texto dice] “y creó Dios al hombre, varón y hembra los creó”.

El texto  indica que todos descendemos de la misma pareja humana y  por lo tanto todos los hombres somos iguales y tenemos los mismos derechos sin distinción de raza, color, religión o cultura. Nadie puede decirse superior a otro. Todos los hombres somos iguales pero cada uno conforma un mundo. Hay Igualdad dentro de la diversidad, unidad dentro de la pluralidad.

b) Éxodo 20 y Deut. 5, allí  aparecen los Diez Mandamientos (Aseret Dibrot), que se dividen en dos, los primeros que se refieren a la relación entre Dios y el hombre, y aquellos restantes referidos a la relación entre el hombre y su prójimo. La aparición del día séptimo:

“Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es Šabbat para el Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna tú,  ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el Šabbat y lo santificó”

Los mandatos que encontramos en el texto son válidos para todos, el Šabbat es un día para todos y  en el todos está su novedad revolucionaria. “Todos, -escribe J. Barylko-, sin excepción, un día a la semana, debemos hacer un alto en la actividad usual y aprender a vivir de otra manera y aprender a vivir de otra manera es santificar”[2]

Las normas  contenidas en la Tora[3] contenidas están destinadas a regular el comportamiento del individuo en sociedad, en comunidad, y también en la globalidad. Somos testigos de la presencia activa de Dios que se manifiesta en la  historia, orientándola "en el sentido del establecimiento de la justicia y el derecho[4]”. Dios toma partido por el pobre y lo libera de la esclavitud y de la opresión. El texto nos enseña que el prójimo no es  sólo el judío porque en los textos aparece la presencia del forastero, el que junto con la viuda y el huérfano constituyen una trilogía clásica.

Si bien es cierto no encontramos en el texto un código organizado de Derechos humanos no lo es menos el que en ella hay, diseminadas en los distintos libros que componen el Tanaj (AT) todo tipo de leyes en las que se reflejan los derechos inherentes a todo ser humano solo por el hecho de serlo y se recuerda la experiencia judía de haber sido forastero y esclavo en tierra extraña, razón por la cuál él pueblo de Israel debe actuar en consecuencia.

c) Otros ejemplos:

“Se te ha dicho, Oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios reclama de ti: tan solo practicar la equidad, amar la piedad y andar humildemente con tu Dios” (Miqueas Cáp. 6:8),

 “No maltratarás al forastero ni lo oprimirás” (Ex 22:20),

“No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego” (Lv 19:14)

“Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Lv 19:18)

“Al forastero que reside junto a vosotros le mirareis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo, pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo soy el señor vuestro Dios” (Lv 19:34)

Y, por último,

“Nunca faltarán pobres en este país, por esto te doy Yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra  (Dt. 15:11).


Quiero llamar la atención a la forma de redacción, a la vigencia del texto: Dice, “nunca faltarán pobres en este país”. ¿Cuál país? El tuyo, donde vives y desarrollas tu vida. También es universal y está expresado como muchos otros textos en presente, estableciendo una relación tu/yo – aquí/ahora.

Los hombres debemos conversar en franco diálogo “tu y yo”,  conocernos, aprender a acercarnos  "al otro" sin recelo, buscando un acercamiento a través  del diálogo, aprendiendo que la acción auténtica es lo que vale, y lo que permite, como dice Levinas.  “Devolverle al otro lo que se le debe, amarlo en la justicia, tal es la esencia de una verdadera acción”.[5]

Esa es la lección que desde el pasado nos viene señalando  el Tanaj y que debemos convertir hoy en acción.






[1] Nombre que recibe el texto masorético  (tradicional) judío y que es conocido como Antiguo Testamento
[2] Barylko, J. La Creación.
[3] Tora, primer parte del Tanaj, se refiere al Pentateuco.
[4] Cf. M.H. Ellis, Apuntes para una teología judía de la liberación, en: “Pasos” 1986, 15-22.
[5]  Levinas, E.  Difícil Libertad, Fundación David Calles, Bs. Aires, Argentina, 2005, p. 168.



EL CONCEPTO DE TIEMPO Y ESPACIO EN EL JUDAÍSMO


El pueblo de Israel se caracteriza desde los albores de su historia, por la cualidad de formar "islas en el tiempo"  en las que "tiempo" y "espacio" se unen. Un ejemplo clásico de lo dicho es la celebración del Shabbat o sábado. Celebrar un Shabbat que sea 'todo Shabbat' es experimentar una vivencia inefable, imposible de transmitir; es vivir un tiempo diferente,  demarcado a través de ritos de pasaje específicos que hacen de él  un Yom kadosh, un día santo

De acuerdo al relato de Génesis, el sábado es el día en que - después de haber llevado  a cabo en seis días su proyecto creador - Dios descansó. Es importante destacar que, a medida que la creación iba tomando forma, el Creador fue evaluando paso a paso su diseño, encontrándolo no sólo bueno,  sino más que bueno[1]

El mundo creado de la Biblia es un mundo de tiempo y espacio. El texto lo dice y, a mi entender, bastante claro:

"En el principio creó Dios el cielo y la tierra":

"En el principio -tiempo- creó Dios el cielo y la tierra -espacio".

El texto dice que el Dios creador le otorgó al hombre la facultad de dominar el mundo (espacio), gobernarlo y someterlo pero con la condición de no perder la posibilidad de encuentro con su Creador. Así, debemos ver al séptimo día como el tiempo especial que Dios creó  para celebrar, con el hombre, "el nacimiento de un mundo nuevo" o, de acuerdo al tema de las jornadas, "el nacimiento de un espacio nuevo".

Shabbat  surge como 'el punto de "encuentro" entre Dios y el hombre' y le otorga al hombre la posibilidad de "encontrarse con Dios" sin  abandonar el aquí y ahora  (tiempo) terrenal (espacio). El rabino HaCohen Peli  dice que, de ese modo, en  Shabbat "el hombre, en su limitación de criatura, y Dios, en su inmensidad creadora, se citan para celebrar la santidad en el tiempo"[2].

Pareciera ser que el objetivo de Dios, al entregar al hombre el Shabbat en calidad de alianza eterna es que el hombre entienda que es Dios quien le permite ser dueño y señor del mundo[3].

Por esa razón al hombre se le  permite  controlar y supeditar el mundo a sus propios fines durante toda la semana, pero en sábado él debe retornar a Dios y abstenerse de realizar actos que demuestren su dominio sobre la tierra.

De este modo, el hombre reconoce que el dominio humano es un don que Dios le ha otorgado y que por ése motivo, en Shabbat, el debe abstenerse de efectuar acciones que lo asemejen a Dios, como lo son, por ejemplo, la creación de cosas nuevas, cambiar cosas de un estado a otro, etc.

Cada día viernes, antes de la puesta de sol,  la mujer judía inicia el ritual de recepción del sábado, el Kabbalat Shabbat[4], a través del encendido de las luminarias y una bendición.  Con ese sencillo acto,  establece la diferenciación entre el tiempo profano (el semanal) y el tiempo sagrado (el sabático) e ingresan al Shabbat (sábado), un día para todos  que es festejado en familia, cuando al regresar del servicio religioso de la sinagoga, se aprestan a dar inicio a la cena sabática  pronunciando las bendiciones del vino, el pan y el lavado ritual de las manos. Después de la cena, se recitará el birkat hamazon (oración de los alimentos)

Dios y hombre,  se unen en un vínculo  y propósito común para hacer y  convertir este mundo  en un mundo (espacio) en cuyo centro está la posibilidad del encuentro mutuo entre Creador y criatura.  Gracias a la Revelación  en el Sinaí el hombre  supo que, para que el encuentro se produjera, él debía apartar, santificar y declarar sagrado o especiales ciertos fragmentos de tiempo y espacio porque así como debe guardar y recordar el Shabbat se le encomendó guardar otras festividades a lo largo del ciclo del año:

Estas otras "islas en el tiempo" aparecen claramente determinadas en el Libro de Levítico, capítulo 23 versículos 2 al 44, donde aparece escrito lo siguiente:

Habla a los hijos de Israel y diles: las fiestas solemnes de Adonai[5], las cuales proclamareis como santas convocaciones serán éstas (vers. 2):

”Seis días trabajarás más al séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis, día de reposo es del Señor en donde quiera que habitéis....(versículo 3: Shabbat)

En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, Pascua es de Adonai y a los quince días de este mes es la fiesta solemne  a Dios, siete días comeréis pan  sin levadura...(versículos 5-6: Pésaj[6])

“Y contareis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida, siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Dios.. (versículos 15, 16 y ss: Shavuot[7]).

“En el mes séptimo, al primero del mes, tendréis día de reposo, una conmemoración, al son de trompetas y una santa convocación....(versículo 24: Rosh ha-shaná[8])

“A los diez días de este mes séptimo será el día de la expiación, tendréis santa convocación y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Dios... (versículo 27: Yom Kippur[9]).

A los quince días del mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos. El primer día habrá santa convocación..(versículos 34ss: Sukkot[10])

Con el tiempo, los judíos fueron  agregando otras festividades. Todas ellas relacionadas con importantes  acontecimientos históricos y determinados espacios físicos importantes. De ahí que, a las festividades enunciadas en el Antiguo Testamento (TaNaJ[11]) se agregan las de tiempos posteriores, lo que nos entrega un ciclo del año judío pleno de tiempos especiales.[12]

Quien se adentre en el conocimiento de la historia y la tradición judía podrá darse cuenta de que cada una de las festividades se enraíza profundamente en el devenir histórico del Pueblo Judío y de la Tierra de Israel.

No es casualidad entonces que el Sábado sea considerado como  símbolo del retorno y esté asociado con la idea de "regreso al hogar" ya que en medio del exilio y la dispersión, el Sábado representa un pedazo de Eretz Israel  (la tierra de Israel) al que el judío, en la diáspora[13],  puede acceder.

Las festividades se celebran una vez al año, Shabbat, una vez a la semana, durante todas las semanas del año.  Por eso es que solo en Shabbat,  nunca en otro día de la semana, antes de la oración de gracias por las comidas, se recita el Salmo 116:

"Cuando el Señor nos haga retornar a Sión, seremos como los que sueñan,...entonces nuestra boca se llenará de risa y nuestra lengua de alabanza".

Es posible que la vivencia judía de la santidad en el tiempo haya exacerbado ­la añoranza por la santidad en el espacio. Si esto fue así, entonces habremos de aceptar que,  en los tiempos modernos, el Shabbat jugó un importante papel en el despertar del ansia de retorno de los judíos a su tierra.

No en vano lo había profetizado Isaías siglos antes

"Si te guardas de profanar el Sábado, de tratar tus asuntos en mi día santo; Si llamas al Sábado delicia, venerable día consagrado al Señor, si le veneras evitando los viajes, no tratando negocios ni arreglando asuntos, entonces encontrarás en el Señor tus delicias, yo te subiré triunfante a las alturas del país; y te alimentaré de la heredad de tu padre Jacob"[14]

A través de los cuatro mil años de historia, ha habido entre el pueblo judío y la Tierra de Israel[15], un lazo invisible e indivisible. En su obra  Lo sagrado y lo profano Mircea Eliade[16] señala que "en virtud del lazo que une a grupos humanos con la tierra sobre la que viven se desarrolla una relación de gratitud y amor que, con frecuencia y a veces en forma imperceptible, se convierte en veneración. Así, las  personas experimentan y cristalizan un sentimiento de santidad  en su relación con el espacio".

Lo que se puede observar con claridad en este caso porque Eretz Israel, la tierra de Israel es especial para los judíos. ¿Por qué? Porque fue en ella donde Dios, en distintos tiempos y lugares, se manifestó de una u otra manera ante los ojos de hombres y mujeres creyentes y aquellos lugares en los que esto ocurrió han sido respetados y venerados como testimonios concretos, tangibles y definidos desde el punto de vista espacial de la realidad de lo divino.

No es extraño entonces que  un judío nunca viaje a "tierra Santa”. El judío  "asciende a Sión," nombre poético del país de sus orígenes. El  judío  viaja a Eretz Israel para visitar la tierra prometida,  ha-eretz ha-muftájat-, para recorrer el Monte del Templo y los lugares en los que se plasmó la historia de Israel y donde cristalizó su identidad nacional. 

Al igual que el tiempo, también el espacio juega  un rol trascendental  en la historia de este pueblo  cuyos inicios se encuentran en el TaNaJ (texto hebreo tradicional, al que los cristianos denominan Antiguo Testamento). Allí  vemos reflejada la fidelidad de Israel a sus orígenes y la concepción histórica que de él mismo tiene. En esas páginas  Israel se nos  revela como un pueblo que adora a un Dios único, un pueblo que tiene una historia pasada común la que, con esperanza, proyecta hacia el futuro.

"Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré y haré de ti una nación grande y te bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldijeren maldeciré. Serán benditas en ti todas las familias de la tierra"[17]

Vemos que en el momento inicial de la historia de Israel, que se inicia con el primero de los patriarcas, el tema de la promesa de la tierra (espacio) se perfila como el elemento esencial y "leit motiv" de la historia hebrea.  Esta promesa enraizada en la época patriarcal y reiterada en distintos momentos, une indisolublemente a Israel con su pasado y le segura la posesión de la tierra  de Cana'an.

"La tierra se convirtió así en la base donde tiene su fundamento el pueblo, es el ámbito que hace posible la vida del hombre y le da sentido a su vida. Incluso más aún: la tierra prometida es el lugar en que el hombre puede encontrarse con su Dios, recibir sus beneficios e invocarle [18].

Y aunque en sus 4000 años de existencia el pueblo pasará por diferentes acontecimientos históricos la promesa se mantendrá siempre presente, siendo re-interpretada a la luz de los nuevos acontecimientos  que el pueblo vive[19].

No cabe duda que el destino del pueblo estaba teológicamente enmarcado[20]. En el libro de Exodo leemos:

"Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Yaacov, y miró Dios a los hijos de Israel y los reconoció Dios".[21]

Dios explicó a Moisés que ya antes se había El aparecido a los patriarcas como Dios omnipotente[22] y que había establecido su pacto con ellos, de darles la tierra de Cana'an donde fueron forasteros[23]  y que habiendo oído sus gemidos, El, Dios, se acordó de su pacto[24].

La decisión de Dios fue clara y definitiva, díjoles:

"os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios, y vosotros sabreís que yo soy Adonai vuestro Dios que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Yaacov, y yo os la daré por heredad"[25]

Aquí  habla de  "hacerles salir de Egipto, tierra de esclavitud para hacerlos penetrar  en la tierra que juró dar a Abraham, a Isaac y a Yaacov.

Entendemos entonces que cuando Dios habla con Moisés lo hace porque recuerda la promesa que, en forma de pacto, hizo en un tiempo a los patriarcas, lo que tenemos es la continuidad histórica de una misma promesa.[26]

La etapa siguiente:

          "Ahora pues, se valiente y firme, porque tú vas a dar a este pueblo la posesión del país que juré dar a sus padres".[27]

La tierra prometida, es una tierra en la que ya habitaba una diversidad de pueblos que poseían también una floreciente cultura material. El movimiento de las tribus en su ingreso a Cana'an puede seguirse paso a paso en el relato bíblico[28].

Los textos que se refieren a la conquista hablan "de muerte y destrucción y de la ayuda divina que el pueblo recibió. No cabe duda alguna que fue Dios el que se comprometió introducir a su pueblo en la tierra, desarraigando y destruyendo a los pueblos que la habitan. Su ayuda implica una gran bendición y prosperidad futura, que se traducirá en abundancia. "

Desde el desierto, Israel trajo consigo su fe en el Dios de la Promesa y la Revelación en el Sinaí. Un Dios que se enraizó fuertemente en los acontecimientos históricos de este pueblo, sucesos que fueron interpretados y respondidos en relación a su fe.  Fue con este Dios, que se revela en la historia de Su pueblo, con quien ellos pactaron una alianza y pasaron a constituirse en el pueblo de la alianza.

               "Dios dio a Israel toda la tierra que a sus padres juró darles, se posesionaron de ella y allí se establecieron. Dios les concedió el descanso en torno suyo, como se lo había jurado a sus padres. Ninguno de sus enemigos pudo resistirlos, Dios los entregó todos en sus manos. Las buenas palabras que Dios había dicho a la casa de Israel se cumplieron todas".[29]

Los israelitas sintieron que la ayuda divina implicaba necesariamente una respuesta humana de fidelidad y entrega a Dios. Para ellos, lo primero era la gracia de Dios manifestada en el cumplimiento de la promesa y, para mantenerse en ella y seguirla recibiendo,  ellos debían comprometerse  fielmente con las exigencias planteadas por Dios.[30]

Lo que Dios pide de Israel es guardar los preceptos, quitar la dureza de cerviz y el reconocimiento de que El es el Creador de todo cuanto existe, que es Dios de dioses y Señor de los Señores, el Dios grande, poderoso y temible. Si el pueblo cumple, entonces dice Dios:

(14) Yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía, y recogerás tu grano,    tu vino y tu aceite.
(15) Daré también hierba en tu campo para tus ganados, y comerás y te saciarás,
(16) Guardáos pues, que vuestro corazón no se infatúe y apartéis y sirváis a dioses ajenos y os inclinéis a ellos.

Vemos que a la promesa de la tierra, del espacio, promesa cumplida, le siguen las bendiciones con las que Dios colmará la tierra... si los israelitas caminan sus caminos y actúan como les ha encomendado acorde al pacto que pactaron en el Sinaí.

Y esta  promesa de la tierra, enraizada en la época patriarcal no se pierde en la línea del tiempo; cada vez que estos cambian, se re-interpreta el  contenido de la promesa con los nuevos tiempos.

No cabe duda alguna de que hay un continuum histórico: Por ejemplo, entre Abraham y David: los redactores del texto bíblico los unen en una gran cadena en la que se proclama la bendición de las gentes.

David no solamente  está ligado a una promesa dada en el pasado, también en él se une  el futuro a su vez con el presente, de tal modo que su historia está también enfocada hacia adelante y contiene un promesa.[31]

Las conquistas de David son explicadas  no como el resultado de un ambicioso y hábil programa político sino como el cumplimiento y culminación de "la" promesa.

Del mismo modo como hubo promesa de tierra al primero de los patriarcas, también ahora hay promesa para David, a quien se le promete edificar una casa (descendencia) y un reino eterno

"Hice pacto con mi escogido, juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia Y edificaré trono por todas las generaciones".[32]
"Tu casa será firme y será eterno tu reino, tu trono será estable para siempre" [33].

La historia no se detiene,  nuevos acontecimientos, novedosas respuestas a situaciones presentes: ¿Qué sucederá más adelante, cuando Israel se vea alejado de la tierra de promisión? ¿Cuando se encuentre en el exilio?

"Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y aún llorábamos acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:
Cantadnos algunos de los cánticos de Sión!
¿Cómo cantaremos cánticos de Dios en tierra de extraños?
Si me olvidare de ti, oh Jerusalem, pierda mi diestra su destreza, mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalem como preferente asunto de mi alegría.[34]

¿Qué sucederá con la promesa... se mantendrá o el castigo será eterno? 

"Haré que vuelvan los cautivos de Israel mi pueblo, edificaran ciudades destruidas y las habitarán y plantarán viñas y beberán su vino, cultivaran huertos y comerán sus frutos y yo los plantaré en sus campos y no serán arrancado más de los campos que les he dado"[35]

La promesa primera a Abraham se renueva ahora y aparece mucho más profunda, mucho más emocionada y ardiente: Dios está dispuesto a perdonar a su pueblo para recomenzar nuevamente:

El pueblo, por su parte,  está consciente que en todo momento de peligro la salvación última está ligada al recuerdo de los patriarcas con quienes se hizo el pacto y la promesa y, como ambos fueron establecidos con Dios, pacto y promesa no pueden romperse aun cuando los hombres se desvíen. Su inmutabilidad se funda en la palabra divina y no en el compromiso humano.

Por eso, no importa cuantas veces salga el pueblo al exilio, al final siempre volverá, porque tiene donde llegar: a la tierra que Dios juró dar a sus padres, promesa que cumplió.

La promesa se ha convertido en categoría teológica, en argumento para probar que Israel posee derecho al futuro y a la vida porque la "gracia", el "don" de Dios, la promesa, es anterior a la ley.

"Ha eretz hamuftájat”, la tierra prometida, Eretz Israel, la tierra de Israel, es el lugar donde Israel ha venido al mundo, ha podido desarrollar plenamente su vida y madurar como pueblo.

Es en ella, dice Pinkaza, "donde Israel ha podido encontrarse a si mismo en las dificultades y estímulos de su adversa geografía. Es una conquista militar de siglos y en lucha sin fin por suscitar cosechas en sus secas montañas y pedregosos valles y barrancos. Israel fue en ella capaz de encontrar su madurez como pueblo y encontrarse con su Dios.[36]

Tras el castigo recibido Israel volvió a hundir sus raíces en la tierra prometida, tierra que a la que  mistificó en razón de la relación entre el pueblo y Dios, relación y pacto que se cumplió en esa tierra de promisión y en especial en la ciudad que Dios escogió como morada: Jerusalem.

"Jerusalem se convirtió entonces en el símbolo y la expresión más significativa de la transición de "pueblo" a la formación de "nación" y de un "estado". Pero nunca estuvo subordinada a estos conceptos, ni tampoco se identificó completamente con un fenómeno social de manera que cuando el estado dejó de existir, Jerusalem no perdió su importancia ni su valor simbólico para el pueblo judío.  La ciudad que en la antigüedad había experimentado una transformación decisiva en su significado, podía adaptarse y ajustarse fácilmente a las diversas situaciones históricas. De hecho esto ocurrió durante varios siglos sin perder su prestigio ni su valor simbólico que le había sido conferido por David"[37] .

"El aspecto sorprendente e históricamente crucial de la historia es la profundidad y la tenacidad con que la "conciencia de Jerusalem" (como se la denominaría) se enraizó en el sentimiento, creencia y teología israelitas. Jerusalem era la ciudad elegida por Dios, y la elección de esta ciudad formaba parte del pacto de Dios con su pueblo, así como de su pacto con David y su simiente" (Werblosky,11)

"El significado de Jerusalem determinado por la conciencia histórica y autocomprensión judías se expresa pues en los Profetas y en el Libro de Salmos. Jerusalem y Sion son sinónimos y ellos no sólo representan la ciudad sino al país como una totalidad y el pueblo judío (su remanente) como un todo.

Cuando el autor de las Lamentaciones llora la "destrucción de las hijas de Jerusalem" y el exilio de "los hijos de Sion" quiere obviamente significar al pueblo, y cuando el profeta conocido como Segundo Isaias resalta la alegría de Sion cuando sus hijos retornan a ella de la dispersión, evidentemente quiere significar al pueblo y a la tierra como entidades históricas.

Ciudad, tierra y pueblo se convierten en una gran fusión simbólica.

En el lenguaje simbólico judío Sion, (espacio)  representa a la madre viuda dolorida y enlutada que algún día (tiempo) se regocijará cuando sus hijos se congreguen a su alrededor. Este es uno de los motivos principales de la imaginería judía tradicional desde el momento en que aparece en el Tanaj.

Resulta importante,  aunque largo,  el resaltar cómo esta unión simbólica: Sión/Eretz Israel está presente diariamente en la vida del judío actual: Por ello mencionaremos solo tres:

a)       en la liturgia  tres veces  al día (tiempo) los judíos reunidos en comunidad (espacio)  invocan  al Dios de la Promesa, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Yaacov,

b)       dos veces al día (tiempo), en su hogar (espacio) al levantarse y al acostarse (tiempo) el judío recita el Shemá Israel, oración de proclamación de la unicidad de Dios.

c)       en la belleza simple del birkat hamazon, la oración de gracias  que se pronuncia después de cada comida (realizada en un tiempo y espacio determinado, cualquiera este sea)   se agradece   a Dios " porque El hizo heredar a nuestros padres un país hermoso, bueno y extenso, porque nos liberó de la tierra de Egipto y de la esclavitud...." y se le ruega "haznos presenciar el consuelo de Sion, Tu ciudad, y la reconstrucción de Jerusalem, residencia de tu santidad porque Tu eres artífice de nuestra salvación y consuelo. Reconstruye oh Dios Jerusalem la ciudad santa (espacio), pronto y en nuestros días.."(tiempo)

El lazo indivisible que ha unido al pueblo judío con la tierra de Israel y la certeza de que Dios es un Dios que recuerda sus promesas y las cumple, es lo que ha permitido la larga e ininterrumpida existencia del pueblo judío y ha encontrado una expresión secular y política en este siglo, después de 2000 años de exilio.

Reflexionemos:

Siguiendo la argumentación de Werblosky, podemos decir que  "Si es verdad que los términos sinónimos Jerusalem y Sión simbolizaron la realidad histórica de un pueblo y su relación con una tierra, podremos comprender mejor (aunque no necesariamente afirmar) las etapas modernas, secularizadas de esa historia.

"Jerusalem y Sión son términos geográficos que superan la mera geografía, pero que no existen fuera de ella: "son la residencia localizada y el nombre" de una existencia histórica y de su continuidad -una existencia que para el judío religioso posee dimensiones religiosas y que para el judío secularizado es suceptible de ser formulada nuevamente en términos seculares.

Una segunda reflexión, a la luz de las tradiciones rabínicas, la empiria histórica de los últimos dos mil años y ciertamente por lo  expresado por Eliade y Werblosky , me llevaría a reafirmar que espacio y tiempo se hayan indisolublemente unidos en la historia  judía , y eso es así: en virtud del lazo que durante 4000 años de historia (tiempo) ha unido al pueblo judío con la tierra de Israel (espacio), sentimiento que "imperceptiblemente pareciera haberse convertido en veneración"....

Pero también lo sería, porque encierra  dentro de sí lugares, santuarios y/o  ciudades, que adquieren relevancia como resultado de circunstancias históricas que el pueblo allí vivió y que se recuerdan a través del tiempo en cualquier lugar donde el judío se encuentre.

Si casi al inicio de mi exposición dije

"En el principio -tiempo- Dios creó el cielo y la tierra -espacio".

Concluiré diciendo:

"Al final (tiempo) Dios no olvidará Su promesa,
y el pueblo continuará habitando en la tierra (espacio)
que El juró dar por heredad  a nuestros padres."




[1]  En Génesis 1:31 está escrito que era "bueno en gran manera".
[2] P.Hacohen Peli, op. cit. p. 12
[3] idem
[4] Kabbalat Shabbat significa, literalmente, recepción del sábado.
[5] El texto original usado dice "Jehová". Yo  preferí utilizar, indistintamente, los epítetos  "Dios", "Señor" o "Adonai".
[6] Pésaj es la fiesta de la liberación de la esclavitud de Egipto, llamada también la "fiesta de los panes ázimos", "Fiesta de libertad", "Fiesta de la primavera"
[7] Shavuot es la "Fiesta de las semanas".  También recibe los nombres de Jag Matán Torá  "Fiesta de la entrega de la Torá y Jag habikurim "Fiesta de las primicias"
[8] Ros ha-shaná es la "Fiesta de Año Nuevo", a la que se denomina  Yom Hadin, Día del Juicio y Yom Teruá, "Día del sonar de las trompetas"
[9] Yom Kippur es el "Día del Perdón"
[10]Sukkot "Fiesta de las cabañas" es conocida también como Jag hakatzir, "Fiesta de la cosecha" y Ha-Jag, "La Fiesta".
[11] TaNaJ, sigla compuesta por T Torá (Pentateuco), N Nebi'im (Profetas) J  Ketubim (hagiógrafos).
[12]  Ver calendario.
[13] Diáspora término que engloba todo territorio que no sea la Tierra de Israel.
[14] Isaías:58:13-14
[15] espacio determinado en la Biblia,
[16] Eliade, M. Lo sagrado y lo profano.
[17] Génesis 12:1-6
[18] id. ibid
[19] Veamos como se presenta esta promesa en algunas de las épocas posteriores. Cuando hubo hambruna en Cana'an,  los israelitas bajaron a Egipto, allí se instalaron y vivieron sin problemas hasta que ascendió un faraón que "no conoció a José" y les esclavizó.  De esa esclavitud fueron liberados porque Dios "vio la aflicción de su pueblo y oyó su clamor y descendió para liberarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena que fluye leche y miel. Pero lo importante es que, apreciamos que también con Moisés se relaciona la promesa de la tierra: porque los israelitas no salieron de Egipto a la deriva, marcharon camino hacia la tierra prometida, había un futuro para ellos, un futuro que se enmarcaba en la promesa primera que Dios hiciera a los patriarcas.
[20] Pinkaza 34
[21] Exodo 2:24-25
[22] Exodo 6:3
[23] Exodo 6:4
[24] Exodo 6:5
[25] Exodo 6:7-8
[26] Pinkaza 34-5
[27] Josue 1:6
[28] Números 21:21-35.
[29] Josue 21:43-5
[30] Pinkaza 32
[31] Pinkaza 53
[32] Salmo 39:3-4
[33] 2 Samuel 11b-12
[34] Salmo 137:1-6
[35] Amos 9:14-5
[36] Pinkaza
[37] S. Talmon, citado por Werblovsky







DEL GENESIS AL FINAL DE LOS TIEMPOS[1]

(UNA REFLEXIÓN PERSONAL)

 


El tema es apasionante y constituye un verdadero desafío que no habría emprendido de no ser por la petición expresa de  algunas personas a las que no se si agradecer o no el haberme empujado a esa aventura.

Es un hecho innegable que la cosmovisión judía está estrechamente ligada a su fuente y a la interpretación que los sabios han hecho de ella durante generaciones. Esta enseñanza o revelación debe entenderse como enseñanza de vida y no tendría razón de ser si sólo hablase en pasado o del pasado. El texto es presente, tiene validez a través del tiempo y habla al hombre en cada generación. En ese texto el judío encuentra narrado en los primeros capítulos del libro de Génesis el origen de la vida.


Génesis comienza con la siguiente frase: “Bereshit bará Elohim”: “en el principio creó Dios”.



 El relato bíblico afirma que Dios formó el mundo y todo lo que hay en él en seis días. La secuencia formadora o creadora que dicho relato señala es la siguiente:

Primer día, la luz;  segundo día, el firmamento; tercer día, la separación de las aguas y la tierra; cuarto día, las luminarias; quinto día, las aves y los peces; sexto día, los animales y el hombre, séptimo día: Dios dejó de crear y descansó.

Se deduce que el mundo no fue creado por accidente ni tampoco por capricho, tampoco  está gobernado por fuerzas ciegas. El origen del cosmos y de la vida fue producto de una inteligencia suprema que no sólo los formó, sino que los gobierna con sus leyes. La tarea del hombre, criatura que aparece recién en el sexto día, es la de descubrir esas leyes y vivir en armonía con ellas.

Sabemos también  que el acto de creación o formación no fue un acto de trabajo sino fruto de la expresión del deseo y la voluntad divina a través de la palabra.

Vaiomer Elohim ihiyé”: “y dijo Dios: ¡sea!”.

La importancia de esta frase queda de manifiesto por su repetición constante en el relato (cfr. versículos 3, 6, 9, 11, 14, 20, 24 y 26).

Aquél que da origen a la vida, lo hace de acuerdo a un plan. No hay nada al azar en su programa, tiene un objetivo y lo pone en marcha. Y lo que es más importante,  Dios,  ese ser único, omnipotente, omnisciente, es capaz de detenerse en su gesta creadora para evaluar cada etapa de su plan.

Aquí la creación es mostrada como un proceso que posee desarrollo lógico  y es buena porque está de acuerdo con la finalidad creadora. Dios evalúa y actúa responsablemente de acuerdo a su plan; por eso su resultado es bueno. De ahí la repetición de la frase: “Y vio Dios que era bueno”.

Frase que no aparece en el segundo día.   ¿Alguien recuerda qué hizo Dios ese día?

Ese día Dios dividió las aguas, pero la tarea que debía realizar la concluyó recién al día siguiente. Así, pues,  si prestamos atención al texto, al tercer día Dios dijo dos veces que lo creado era bueno. Para el buen entendedor, eso significa que Dios -ex profeso- no quiso aplicar ese adjetivo calificativo en el segundo día en que para crear debió dividir. Lo reservó para cuando cumplió el objeto de su acto:

 De allí que el judío comprende que el ideal de unidad es muy importante en el judaísmo y que debe tomar conciencia de sólo cuando existe unión y armonía, las cosas son buenas.

Desde el primer momento el texto bíblico enseña a vivir y nos dice que, sin organización, sin evaluación, sin nombres que definan, existe el caos. La creación surge justamente para combatir el caos y entregar armonía. 

“Y dijo Dios: produzca la tierra hierba verde, hierba que dé simiente, árbol de fruto que dé fruto según su género”.

Cuando creó el mundo lo hizo con la facultad de que pudiese ser constante en su re-creación. La maravilla de la creación es continua: cada hierba, lleva en sí la facultad de reproducirse según su especie. También acontece lo mismo en el mundo animal, hombre incluido.

En el 4ª día,  parecen las lumbreras en el cielo y este relato  ocupa cinco versículos. ¿Por qué se ocupa tanto texto y se da tanto énfasis a ese tema?

El texto busca fijar una idea trascendental y novedosa para ese tiempo: Que el sol, la luna y las estrellas son sólo luminarias puestas en el firmamento con una función específica: la de gobernar el día y la noche, y determinar el ciclo de las estaciones. Ellas son lisa y llanamente parte de la naturaleza y  no representan ningún poder, como creían los pueblos antiguos, que las adoraban como dioses.

La creación de los animales se produce recién al final, en el día sexto y el hombre es la última criatura en ser formada apareciendo como la culminación del proceso formador. A él  se le ordena “señorear en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en todo animal que anda arrastrándose sobre la tierra y en toda la tierra”.



No obstante ello, los sabios judíos enseñan que el  hombre no debe enorgullecerse de esta superioridad: Es verdad  que constituye la culminación de todo un proceso, pero no debe olvidar que hasta el más insignificante mosquito lo precedió en su creación y que, para su subsistencia,  depende del mundo material que precedió a su propia creación, porque sin él no  podría sobrevivir

El sexto día es importante porque aparece el hombre. Pero el día séptimo es más importante aún, porque en él hay descanso y santificación. El día séptimo es trascendental en esta historia, que concluye diciendo: “Estos son los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados”.

Resumiendo, todo el proyecto divino contempló seis días, o tal vez podemos decir seis etapas, y en cada una de ellas el Creador se detuvo y evaluó cada paso.

El texto despliega ante nosotros una creación material: Es decir, una creación pesable, medible,  poseedora de seis dimensiones. Pero esta creación material carece de lo esencial de aquella dimensión que le permita funcionar armónicamente. Allí radica la importancia del día séptimo, es ese día el que le otorga la  dimensión espiritual.

La  Biblia nos habla de un mundo de tiempo y espacio.  El texto dice:



En el principio creó Dios el cielo y la tierra”.
En el principio: tiempo. Dios creó el cielo y la tierra: espacio.

En nuestra cultura occidental el “tiempo es oro” por ende hay que utilizarlo sacándole el mayor provecho posible, estrujarlo, y en ese ejercicio de hacer mejor y más utilizable el tiempo, los seres humanos corremos el peligro de ver enajenada nuestra libertad, corriendo desenfrenadamente en el espacio.

Esta característica de “correr y correr” que tiene a medio mundo estresado, no escapó de la perspicacia del Creador que ya en los inicios del tiempo instauró el día séptimo como un tiempo especial,  creado para celebrar junto con el hombre, el nacimiento de un mundo nuevo.

El día séptimo, se erige como el punto de encuentro entre Dios y el hombre. Es la instancia que permite al hombre la posibilidad de encontrarse con Dios sin abandonar su aquí y su ahora terrenales. En el Shabbat el hombre, en su limitación de criatura, y Dios, en su inmensidad creadora, se citan para celebrar la santidad en el tiempo.

Es importante tener claro que, en lo que a los días de la creación se refiere, no podemos medirlos de acuerdo a nuestros cómputos de tiempo terrestre, porque cuando fue el primer día ni siquiera existía el sol. Las luminarias fueron creadas recién en el cuarto día de la creación.

Nos encontramos en presencia de un tiempo cósmico que surgió a la existencia simultáneamente con la creación del mundo, y como parte del universo seguirá existiendo mientras éste dure. Entonces, ciertamente podemos aceptar que los miles de millones de años que la ciencia afirma haber calculado, transcurrieron en realidad durante seis días cósmicos. Dicho de otro modo, miles de millones de años durante la era de la creación equivalen a seis días. Se trata de un tiempo “otro”, un tiempo como el que aparece mencionado en el libro de Salmos:

Mil años a tus ojos, Dios, son como un día que pasa y una fracción de la noche”.


Es posible que en el momento en que Dios dejó de crear, en forma uniforme y simultánea todo movimiento se hizo más lento, y que a partir de ese momento la tierra comenzó a girar lentamente en torno a su eje. El día séptimo Dios sincronizó el tiempo cósmico y el terrestre, y santificando el día séptimo puso fin a su acción creadora.

Y... ¿Hace cuánto tiempo ocurrió ese comienzo?.

La respuesta a la pregunta está en las fuentes religiosas judías, podemos tomar como ejemplo la festividad de Rosh Hashanah, el año nuevo judío. En el servicio religioso de la mañana, después de tocar tres veces el cuerno de carnero (shofar) se declara solemnemente: “Hoy fue creado el mundo”.

En esta festividad se conmemoran no solo la creación del universo sino las tres creaciones que tuvieron lugar durante los seis días del Génesis:

a)    primero, la creación de todo el universo y sus leyes naturales; 
b)   segundo, la vida animal (en el día quinto); y finalmente,
c)    la vida humana (día sexto). El calendario judío comienza a contar los años desde la creación del primer hombre.

Gerhard Schroeder[3]  dice  “Nosotros tenemos un reloj que comienza con Adán, y los seis días de la creación están separados de ese reloj. Esto indica que la Biblia tiene, entonces, dos relojes. Y esto que puede parecer una moderna racionalización, lo sería, si no fuera por el hecho de que de esto ya se habla en fuentes talmúdicas con más de 1500 años de antigüedad”.

Rab. Shraga Simons  aduce que “En Génesis  se despliega un proceso gradual de creación de organismos simples a más complejos, primero una masa de gases, después agua, después el surgimiento de la tierra firme, seguido de plantas, peces, pájaros, animales, y finalmente seres humanos. Es el mismo proceso evolutivo propuesto por la ciencia”.

El punto clave donde pudiera haber contradicción o diferencias entre los evolucionistas y la Biblia es la cuestión de accidente versus diseño. Los evolucionistas dicen que la vida se dio por accidente; el judaísmo dice que Dios hizo que la vida existiera.

Shraga se pregunta: ¿Cuál es la posibilidad de que la vida y todas las maravillas de la naturaleza hayan ocurrido accidentalmente?. El Dr. Pirgogine, ganador de dos Premios Nóbel en Química, quien se refiere del siguiente modo acerca de esa posibilidad: “La probabilidad estadística de que las estructuras orgánicas y las reacciones más armónicas que tipifican los organismos vivos sean generadas por accidente es cero”.

Cuando el rabino Simons recuerda esta respuesta y llega al momento de la conciencia espiritual, vuelve a preguntarse: “¿Qué importa cómo se haya creado todo este mundo? Y se contesta a sí mismo: “La respuesta es muy simple y a la vez muy profunda: si el mundo es un accidente, yo lo soy también. Si yo soy un accidente, no existe ningún objetivo en mi creación y mi vida no sería significativa. Y si yo soy sólo una mezcla casual de moléculas, ¿debo tenerle más respeto a un ser humano que a un perro?”6

 Así sigue él divagando acerca de lo que acontecería si la vida humana fuera solamente un accidente y no una creación con una finalidad, con un objetivo. Sabemos, porque el texto de Génesis lo señala con claridad, que el hombre no es solamente una criatura inteligente: es una creación cualitativamente diferente. La concepción espiritual es la que separa al hombre de todas las demás criaturas, permitiéndole santificar la vida y acercarse a Dios.



Los versículos 26 al 28 del capítulo 1º de Génesis enseñan que la palabra del Dios bíblico es la fuente generadora de toda vida. 

La vida es un don que el Creador otorga e infunde tanto en los animales como en el hombre. Pero el hombre, a diferencia de los animales y del resto de lo creado, fue hecho o modelado por Dios en forma distinta.

No hubo una orden “yihiyé ben Adam”, no dijo haya hombre” . La creación del hombre fue precedida de una deliberación celestial y una intervención especial.

A partir de la consideración del hombre y su actividad en el mundo, se dejan entrever una serie de interrogantes que mantienen su vigencia hasta nuestros días: el hombre, a diferencia de los animales, no sólo vive su vida sino que la piensa, es capaz de preguntar y de preguntarse acerca de su puesto en el mundo, de la misión que le compete, de la relación que debe establecer entre él y su medio, entre él y su prójimo, entre él y su Creador.

El hombre, como socio de Dios en el proceso de la creación, es responsable por el medio ambiente que le rodea porque todos los seres animados, hombre incluido, están estrechamente ligados entre sí y dependen unos de otros. Todo cuanto interfiera en este delicado balance natural puede ocasionar efectos incalculables sobre todo el sistema del que la vida humana forma parte.

Es importante recordar que, desde el principio, se nos entrega una visión de mundo en la que está presente el poder de la palabra creadora. “Y dijo Dios: hayay hubo…”.

Para el judío, miembro de un pueblo en el que la oralidad ha sido un elemento de vital para la transmisión de su tradición, el origen de la vida está ligado al relato del Génesis y a la existencia de ese Dios que da forma, que crea prodigiosamente a través de la palabra.

El judío cree que esa interpretación que hay en el texto no se opone bajo ningún punto de vista a lo que la ciencia puede decir.  El judío sabe que  la palabra es importante, trata de ser cuidadoso en el lenguaje, porque a través de él puede construir o destruir mundos.

Lo más importante en el texto de la creación es la frase reiterativa Y dijo Dios...” Si recorremos los días hasta llegar al día sexto observamos que el poder de la palabra va “in crescendo”. Los dos primeros días tenemos un “dijo Dios”. El tercer día, dosdijo Dios”. En el tercero, cuarto y quinto, de nuevo una sola vez. Pero en el sexto día lo encontramos tres veces.

¿Por qué? Parece ser que en el momento en que se va acercando al final de la creación, la palabra se vuelve más potente y más importante. Las únicas veces en que encontramos la palabra “bendecir” es en el caso de “hagamos al hombre”, cuando lo hizo varón y hembra, y en el día séptimo, cuando lo bendijo y lo sacralizó.



Se observa la segunda letra del alfabeto hebreo, la letra bet. Con esa letra empieza el texto bíblico: “Bereshit barah Elohim”: “En el comienzo creó Dios”.

Los humanos somos muy proclives a preguntarnos: ¿Y qué hacía Dios antes de la creación?.  El texto encuadra lo que uno necesita saber. Que no te importe nada de lo que hay arriba de ti,  ni lo que hay antes de ti,   ni lo que está debajo de ti Preocúpate de lo que te compete,  tienes  por delante toda una vida, y con esa vida aprende a vivir de acuerdo a lo que te fue dicho: “He aquí que he puesto delante de ti la vida y la muerte; escoge la vida”.

En definitiva nos dice: Llegaste, hay un mundo, es tu escenario, actúa y haz tu obra.


En este  mundo, nuestro “escenario” hay distintos niveles: el primero es la Tierra, su límite, son los vegetales; el segundo nivel, el de los vegetales concluye  donde se inicia el ámbito de los animales. Los animales tienen como límite al hombre. El hombre, en cambio, no tiene límite alguno porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y, en ese sentido, ha sido hecho socio en el programa creador.

Este concepto del hombre como “creador” aparece en el capítulo dos de Génesis cuando Dios le dice al hombre que ponga nombre a los animales. El hombre dice: “éste será león”; cuando dice “león” existe el león. Es decir, las cosas existen sólo cuando se les da nombre, se necesita  la fuerza y potencia de la palabra creadora, don o facultad que le fue otorgada solo al hombre.

Y en lo que al hombre respecta, todo parece indicar que tiene que ver con la creación, con el origen de la vida y con el tipo de vida que Dios quiere que lleve, de acuerdo a la normativa que le entregó en la Torá. Esto podría graficarse con un juego de números, o gematría. Vamos solo un ejemplo: El hombre




Ajarit hayamim, al final de los tiempos.
Hemos visto que el texto bíblico se inicia con la frase Bereshit bará Elohim… (En el principio creó Dios...) lo que indica que el universo tuvo "un comienzo" y, por lo tanto, sería factible  pensar  en una posible  conclusión final del mismo.

Pregunta: ¿Por qué o para qué habría de crear Dios el universo para después destruirlo?

Es lícito pensar que si Dios es el Creador de todo cuanto existe debe haber un  propósito en Su creación y que, el final de los tiempos, Ajarit hayamim en hebreo,  indicaría el sendero hacia el cual se dirigiría  inexorablemente la misma.

Si nos adentramos en la liturgia hebrea, encontramos que el servicio religioso diario  concluye con Alenu, una oración hermosa en la que se cita un versículo del profeta Zejariya (Zacarías):


“…veneemar vehayá Hashem lemélej al kol haárets bayom hahú yihiyé Adonai ejad ushmó ejad..., “
(está dicho, entonces haShem (Dios) será  rey sobre toda la tierra, en ese día Hashem será uno y su nombre uno...”.)

En esta frase se concentra la  esperanza de que llegue el día en que  todos los seres creados reconozcan el reino de Dios y su unicidad.

El texto central de los servicios religiosos, denominada ‘Amidá[4] o Shemone Esré[5]  se menciona la tjiat hametim (resurrección de los muertos).

La pregunta es ¿Cuál y cuando será ese día? ¿La respuesta? ¡Ajarit hayamim!, al final de los días.

¿Dónde aparece por primera vez en el texto bíblico y en qué contexto?

Se sostiene que la primera mención del término aparece citada en el texto de Génesis, capítulo 49, en donde se narra la escena de Yaacov en su lecho de muerte, dirigiéndose a sus hijos:

Luego Yaacov llamó  a sus hijos, y dijo: “Reúnanse  y les declararé lo que sucederá a ustedes al final de los días(Gn 49:1)

Quien lea el texto completo puede percibir que lo que Yaacov anuncia no ocurre. Se desconoce el motivo por el cual no pudo revelarles el fin de los tiempos. De acuerdo a la interpretación de Rashí[6] la inspiración divina habría abandonado al patriarca en el último momento[7]. Otra posibilidad es que con el término Ajarit Hayamim, el patriarca hubiese querido señalar lo que acontecería con su descendencia después de su fallecimiento. Sus palabras son proféticas, augura el futuro de sus hijos en la tierra de promisión y asegura que ellos serán los hijos de Israel para siempre. Si ese fuese el caso,  el término se referiría -en este contexto-, al final de los días de una persona,  y significaría ajarei motí, (después de mi muerte). Hertz en su comentario a este versículo señala que la frase “al final de los días” puede ser entendida también como “en un futuro distante” y que en los profetas la frase es usada para referirse a la época mesiánica.[8]

En efecto, la lectura simple del texto no evidencia ninguna connotación escatológica y, desde la perspectiva histórica, puede asegurarse que este tipo de pensamiento aparece tardíamente  en la historia hebrea como una respuesta al desarrollo azaroso de la historia del pueblo hebreo cuya existencia se vio continuamente expuesto a graves amenazas, guerras, exilio, destrucción de su soberanía y de su Templo, eje central de su vida en la tierra de Israel. Sería  a consecuencia de estos hechos que  se evidencia en la literatura hebrea, especialmente en la profética, un anhelo de paz, tranquilidad y seguridad. La intensidad de los peligros a los que el pueblo se veía enfrentado aumentaba su fervor por la redención, una redención que en esa época estaba muy lejos de avizorarse en el firmamento.

Así, pues, Ajarit haYamim, el término hebreo con el que se designa al “final de los tiempos” o  “el fin de los días”, pasó a ser indicativo tanto de la época del Mesías (Isa 2:2) como también de  la existencia futura del hombre en la vida del más allá[9].


La idea del Mesías (Mashiaj)[10] como hombre redentor, elegido por Dios,  se encuentra en las predicciones proféticas. Es decir, aparece tardíamente en las escrituras.

El Mesías (Mashiaj), de acuerdo con las visiones de los profetas, tendría que derrotar a los enemigos de Israel, restaurar la tierra, reconciliarlos con Dios e inaugurar un período permanente de armonía espiritual y física. Por ejemplo, en Isaías 60:2-3,  se habla de que los sufrimientos del pueblo se verán compensados y de que se restablecerá la soberanía de Jerusalem como centro espiritual. El Mesías, descendiente del legendario rey David, será el encargado de restituir el esplendor de Israel no en lo relativo a riquezas y poderío físico, sino como un reino de Dios en el que todos los recursos morales, intelectuales y espirituales serían abocados a construir una sociedad justa.

En la visión de Isaías  el Mashiaj sería un hombre puro de corazón, sabio, justo, suave pero invencible en poder espiritual, quien motivado por su amor a toda la humanidad implantaría la justicia y la paz eternas en el mundo.

La literatura rabínica posterior lo define como un ser humano con gran sabiduría, liderazgo y profunda integridad, dones que utilizaría para estimular la revolución social que eventualmente conduciría a la paz perfecta. El Mashiaj sería el instrumento humano de la voluntad divina y su misión será  establecer el reino de Dios en la tierra, caracterizado por la hermandad, la paz y la justicia.

Moisés ben Maimón (Maimónides o RAMBAM, (gran erudito del siglo XII) concretizó la idea del Mesías en sus 13 Principios de la Fe: "Creo firmemente en la llegada del Mesías. Esperaré su llegada el tiempo que tome (12º principio)".

El Mesías vendrá cuando exista un clima de armonía y los judíos se dediquen totalmente al estudio de la Torá con el fin de obtener mayor sabiduría y servir mejor a Dios.  Desde el  siglo XII en adelante la especulación y la creencia mesiánica se centraron en la literatura cabalística o mística. El movimiento ortodoxo conservó la creencia en el Mesías como descendiente de la casa de David que vendrá a redimir a la humanidad. El progreso del mundo occidental -en términos de liberalismo y reformas sociales- fue considerado como el inició de la era mesiánica con la que los profetas soñaban.

Íntimamente relacionado con  el concepto de Mesías aparece el de tejiat hametim  (la resurrección de los muertos).  Tema que encontramos en el libro de Daniel (12,2)

Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. (Daniel 12,2)

En el servicio sinagogal la frase  mejáie metim (resucitas a los muertos) aparece en varias oportunidades en la liturgia y hace referencia al despertar del hombre cada mañana[11] y a la resurrección literal que ocurrirá en la era mesiánica[12].

Un elemento importante a destacar lo constituye el hecho de que la noción de ajarit hayamim (el final de los tiempos) posee un gran contenido moral,  indicativo de que  el universo se dirige a un desenlace ético y esencialmente espiritual.

La pregunta que surge al hablar de este tema es: ¿Puede el hombre acelerar el proceso del inicio del "fin de los días"?

La respuesta es simple: Si, el Talmud, señala que la "redención" depende de la Tsedaká (caridad y justicia) y la Teshuvá (el retorno a la tradición religiosa).

El mundo será juzgado de acuerdo con la conducta del grupo, por lo que se otorga un énfasis especial comportamiento mancomunado de la sociedad. En este comportamiento, -según deducimos de una lectura más cuidadosa del texto de la Torá-  el proceder del individuo es de suprema importancia. Por esta razón todo ser humano debería concentrarse en su conducta personal, para asegurarse de que él no se convierta en un factor negativo que impida el ansiado arribo de una era de mayor entendimiento entre los hombres, una era de paz y de sosiego.

Lo anterior es de gran importancia en la medida en que la venida del Mesías  -que dará inicio al “fin de los días”-  estará precedida de un período de grandes dificultades y traumas. En este período preparatorio a la venida del "salvador" seremos testigos de grandes catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, plagas y hambruna) y conflictos bélicos entre los humanos.

En la Mishná[13], en el tratado de Sutá, se describe un dramático cuadro escatológico realmente dramático:

"Nadie creerá en Dios, desaparecerá la verdad y la humanidad prestará oídos sordos a los llamados de conciencia por su inmoralidad. Los jueces y sabios serán presa de corrupción y no habrá censores adecuados, pues ellos mismos estarán inmersos en el lodo del pecado. Todos perderán la vergüenza, los miembros de la casa se convertirán en enemigos y los rostros de aquella generación se asemejarán al del perro. Así como mira un perro la cara de su amo para ver si está satisfecho de él, así mirarán los gobernantes a los gobernados para satisfacer todos sus caprichos. No tendremos en quién apoyarnos sino en nuestro Padre que está en el Cielo, al que imploraremos para que apresure la llegada del mesías".

En el Tratado talmúdico[14] de  Sanhedrin leemos:

 “Cuando Rabí Ioshua se encontró con el Meshiaj (Sanhedrin 98A) le preguntó: “Cuando llegará usted?”. Le contestó el Meshiaj: “Hoy!”.

¿A qué se refería con esa respuesta? ¿Qué puede considerarse  como “Hoy”?. Hoy se refiere a cuando escuchen la voz de Dios y se comporten de acuerdo a sus preceptos[15].  Según ello, el Meshiaj puede llegar cualquier día - pero sólo después que toda Am Israel (pueblo de Israel) se arrepienta sinceramente, y se conduzca según lo que Dios dijo.
Otro Midrash[16], cuya procedencia desconozco, cuenta que:

(…), en Jerusalem, a la entrada de  la puerta Jaffo, sobre un saliente rocoso, está sentado un individuo. Quienes por ese lugar transitan habitualmente, lo ven siempre allí, sentado, silente, día y noche, primavera, invierno, otoño y verano. Es una figura que parece formar parte del paisaje. Un día, aguijoneado por la curiosidad, se acerca un transeúnte y le habla
-: Siempre te veo acá, no duermes, no comes, no te mueves ¿puedes decirme quien eres?.
El hombre levanta su cabeza,  le mira directamente a los ojos y luego de un momento responde:
--Soy el Mesías.
Sin dar crédito a sus oídos, tembloroso y tartamudeante, el individuo exclama: “¡el Mesias, el mesías!, mira como está el mundo, llevamos siglos esperando por ti, ¿qué estás esperando para actuar?.
Sin desviar su mirada, el Mesías responde: “Te estoy esperando a ti.”[17]

Si el primer midrash ilustra acerca de los denominados jeblei hamashiaj (los dolores de parto del Mesias), el segundo apunta directamente a la responsabilidad del ser humano como actor central de la historia de la civilización.


El hombre es una criatura creada a imagen y semejanza de Dios, dotado de poder, inteligencia y libertad. Este hombre, para existir,  depende del mundo material que precedió a su propia creación porque sin él, no habría podido sobrevivir, depende  de las relaciones que construya con su prójimo y del sentido que le de a su vida.

El texto bíblico enseña que el hombre, a diferencia de los animales, no sólo vive su vida sino que la piensa, es capaz de preguntar y preguntarse acerca de su puesto en el mundo, de la misión que le compete, de la relación que debe establecer entre él y su medio, entre él y su prójimo, entre él y su Creador. Los primeros capítulos del texto bíblico  entregan una visión de mundo que va desde el momento inicial de la creación del universo  hasta la aparición del hombre, presentado como culminación del mismo y, luego, sigue con la reflexión sobre la condición humana.

El sentido de la vida,  es el aspecto que diferencia al hombre de los demás animales. Ningún animal se interroga por el significado de su existencia: sabe por instinto qué cosas debe hacer. Sólo el hombre puede llegar a dudar hasta de que su vida tenga sentido.

Frankl señala que  “El ser humano se trasciende siempre a sí mismo hacia algo distinto de sí, hacía algo o alguien a quien ser útil o a quien amar”. Un cierto desfase entre lo que se es y lo que se desea ser enriquece la personalidad[18].”

Si Ajarit haYamin está tan íntimamente ligada al comportamiento humano, debemos entonces preguntar en voz alta: Hombre, ¿Quién eres?


La respuesta pareciera simple: el Hombre es la gran obra de Dios, creado con una concepción determinada y dotado de  libre albedrío, y la libre elección:
  • Si quiere se corrompe o si quiere se ennoblece
  • Si quiere es bueno o si quiere es malo,
  • Si quiere construye o si quiere destruye
  • Si quiere mata o si quiere da vida.
El hombre es un ser libre,  nadie puede detenerlo. ¿Es en eso que radica su grandeza? Es posible. Para algunos podrá ser así,  para otros no.

El hombre, dicen los sabios del judaísmo,  era puro en su naturaleza, el bien y el mal estaban fuera de él, pero cuando comió del fruto prohibido los introdujo  dentro de  si  y allí se inició la lucha  interior entre ambos elementos (¿sentimientos?) produciéndole confusión y tensión.

El hombre debió abandonar el paraíso y al hacerlo disminuyó su nivel espiritual a uno inferior. De allí que Dios le dijo: 'ahora tienes que comenzar un nuevo proyecto para poder recuperar tu estatus original'.

Ese proyecto, dicen,  dura 6000 años y está compuesto por tres partes.

1-   período del abismo;
2-   período de la espiritualidad;
3-   período del fin del proyecto.

Cada uno de estos períodos tiene una duración de 2000 años.

Volvamos a las fuentes y veamos dos ejempos: los profetas Zacarias y Ezequiel


Zacarías habla de guerras, destrucción masiva, corrupción moral integral; nos habla de sangre y muerte. Después de este periodo  llegará al fin de los días  y entonces el hombre volverá a su estado original. En cambio, para Yejezquiel (Ezequiel), el hombre volverá a sus orígenes en un acontecimiento histórico de paz, armonía, unión y felicidad.

Si no son coincidentes no interesa, lo que  importa es que el   proyecto se va a realizar “si o si”. El cómo se llevará a cabo  dependerá enteramente de nosotros.

Pienso que no hay que ser muy listos para darse cuenta que la justicia social, los derechos humanos, la moralidad, la educación en valores, la salud para todos, etc., etc, están en la “agenda país” e incluso “agendas países”, pero se quedan estancadas en papeles y documentos. No están  en el corazón de los hombres, porque si así fuere, otras serían las condiciones que estaríamos viviendo.

Este doble standard que se aprecia en la sociedad es hipocresía pura: existe la posibilidad de hacer algo pero no se hace y, si en alguna parte se estuviere llevando a cabo, lo es en menor escala.

El profeta Yejezquiel plantea la necesidad de que el hombre cambie su comportamiento ya que sólo  entonces 'los hijos harán volver el corazón de los padres'; de lo contrario se cumplirá lo que dijo Zacarías: el mundo va a volver a su estado original pero por un proceso de conflicto.

Así, pues, tenemos un grave problema: no sabemos, no somos capaces o no nos interesa encontrar  nuestro objetivo. El mundo puede ir a su desaparición, pero no por intervención divina sino  humana. El hombre está llevando al mundo a la destrucción.

 Corresponde preguntar: Hombre ¿Qué harás?

Pareciera ser que la concepción de ajarit hayamim (el final de los tiempos) ha sido  un pensamiento constante en la historia del hombre que busca salir de la estancada en la que se encuentra,  y necesita imperiosamente que alguien superior o externo a él pueda venir a poner orden en el caos que ha creado.

Teólogos modernos, como Leo Baek, consideran que lo bueno y lo ético constituyen el sentido de la historia universal, porque en cada acción buena penetra un valor inestimable en la vida del hombre y en el universo lo que debe considerarse como un premio tangible de la virtud.[19]

Si como la tradición judía lo plantea en el Talmud, el proyecto de la creación divina tiene una duración de 6000 años, y si como podemos observar el mundo vive la etapa previa a la llegada del mashiaj, de acuerdo al calendario hebreo[20] solo resta un poco más de dos siglos –exactamente 232 años- para que llegue.

Y, si el hombre ha comprendido su misión, entonces  “en aquellos días” se hará realidad lo que profetizó Zecharias y que los judíos incluimos en la oración con la que se finalizan los servicios religiosos, el  Alenu:


veneemar vehayá Hashem lemélej al kol haárets bayom hahú yihiyé Adonai ejad ushmó ejad..., “
(y está dicho, entonces haShem (Dios) será  rey sobre toda la tierra, en ese dia Hashem será uno y su nombre uno...”.)


Para ese entonces, nosotros no estaremos aquí, al menos no  en la forma en que ahora existimos.



[1]  En esta presentación hemos intentado un maridaje entre la Conferencia presentada en el Día de Israel, en la Feria del Libro realizada en la Estación Cultural Mapocho, Noviembre 4, 2003, denominada el EL ORIGEN DE LA VIDA EN LA COSMOVISIÓN JUDÍA:UNA REFLEXIÓN SOBRE EL TEXTO DEL GÉNESIS (I,1-II,4) y la poencia presenada al simposio internacional realizado por la UAI en 2007 sobre FIlosofia de la historia y el fin de los tiempos, presentada con el nombre AJARIT HAYAMIM: EL FINAL DE LOS  TIEMPOS: UNA PERSPECTIVA JUDAICA.

[2] El judaísmo es una forma de vida, una manera de sentir, de pararse y actuar en el mundo tratando de que cada acción humana se transforme en un medio de comunicación con Dios. Esta forma de vida está normada por una serie de conductas relacionadas con todos y cada uno de los aspectos de la vida del hombre judío: la relación con Dios, el culto y especialmente  la relación con el prójimo. En el Judaísmo hay una preocupación constante en aspectos tan básicos como la justicia, la filantropía, la conservación de la salud, la cocina y la atención sobre la dieta.. Esta normativa se encuentra contenida en la Torá, el Pentateuco, esencia misma del Judaísmo. El término Torá significa “enseñanza” o “instrucción”. De acuerdo a esa enseñanza debe moldearse el modo de ser judío, enmarcado dentro de la observancia de 613 preceptos, cuya finalidad última es conducir la vida judía hacia la santidad, para cumplir con lo que está escrito en el libro de Levítico: “Seréis un pueblo santo porque yo, vuestro Dios, soy santo”.  Estos preceptos escuetamente estipulados en el Pentateuco, son explicitados en el Talmud. Por lo tanto, además del Pentateuco existen otras fuentes de sabiduría judía. Torá y Talmud, entendidos el primero como Enseñanza escrita y el segundo como enseñanza oral, son complementarias. Es más, el Talmud devino en la cerca de protección que cuida que la enseñanza escrita no se vea transgredida.
Tanto en la enseñanza escrita, la Torá, como en la oral, el Talmud, encontramos leyes y mandatos que en su conjunto formaron la legislación judaica conocida con el nombre de “halajá”. La halajá representa el sistema legal judío y ella es la que norma la vida de los judíos. En la medida del “avance de los tiempos” y sus consecuentes cambios, hubo quienes pensaron que el Judaísmo debería adaptarse a las nuevas circunstancias. Por esa razón, encontramos -al interior del judaísmo- distintos enfoques que, nutriéndose de una misma y eterna fuente, entregan respuestas que se traducen en tipos de conducta que difieren en ciertos aspectos[2] pero nunca en lo esencial.

[3] En su artículo “La Edad del Universo” el Doctor Gerhard Schroeder[3] se refiere esta “aparente” contradicción entre la Biblia y la edad del universo. Schroeder inicia su artículo tomando como punto de partida la pregunta que aparece en la encuesta que hizo la revista “American Scientific” (1959) a importantes científicos norteamericanos. ¿Cuál es su concepto de la edad del universo?, dos tercios de los científicos respondieron que no había existido un comienzo porque el universo era eterno.  Seis años más tarde (1965) lo científicos  Penzia y Wilson descubrieron el eco del Big Bang, y “el paradigma del mundo cambió de un universo que era eterno a un universo que tiene comienzo”. Este descubrimiento marcó una gran diferencia ya que “la ciencia” señala que el universo tuvo un comienzo. Eso significa que las primeras palabras del texto bíblico son correctas. “Claro está, dice Schroeder, que decir y aceptar la existencia de un comienzo no necesariamente trae aparejada la prueba de que hubo un Iniciador de ese comienzo, aunque la física admite  que eso podría ser posible”

[4] Del hebre la’amod, “pararse”. Recibe ese nombre porque se recita de pie.

[5] Literalmente, del hebr. “Dieciocho bendiciones”.

[6] Rashi es el acrónimo de Rabí Shlomo ben Yitzjak,  (1040-1105 e.c/4800-4865 calendario hebreo). Rashi es considerado uno de los más grandes eruditos exegetas de la Biblia y el Talmud.

[7]  Cfr. El Pentateuco con el comentario de Rabí Shelomó Itzjakí (Rashí), (Trad., elucidación y comentario: Aryeh Coffman) Edit. Jerusalem, Mexico, p.665

[8] Hertz, 183

[9] En Isaías 2,2 leemos: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones”. “Lo postrero de los tiempos” corresponde al término Ajarit hayamim.

[10] Mashiaj, literalmente, “ungido”

[11] EN una de las oraciones de la mañana,  Mode aní lefaneja, se agradece a Dios  porque devuelve el alma al cuerpo ya que se cree que durante la noche, el alma vuelve a Dios, a quien da cuenta de sus actos diurnos y, en la mañana, es Dios nos la devuelve.

[12] Es importante destacar que para que eso acontezca, a nivel personal, es esencial la  práctica de las buenas obras porque ellas  son como semillas que se plantan y producen cosechas. Es decir, hay una responsabilidad personal. Del mismo modo,  las personas pueden hacerse merecedoras de la resurrección gracias al bien que hacen sus hijos.

[13]  Mishná ( de la raíz hebrea shaná. ="estudio, repetición"),  recoge y consolida la tradición oral  que proviene desde la época de la Torá  escrita constituyéndose en la base de la halajá (legislación judía).

[14] Talmud (de la raíz hebrea limed. ="enseñanza, instrucción”). EL Talmud o Torá Oral (Torá she-be-al-pe) constituye la base del judaísmo ya que encierra las explicaciones de los sabios a la Torá.

[15] Cfr. Tehilim (Salmos) 95:7b:. "hoy - si escucharéis su voz"

[16] Midrash (de la raíz hebrea darosh, explicar), se refiere a un tipo de literatura exegética  que ayuda ala comprensión de ciertos textos bíblicos.

[17] Este midrash está explícitamente relacionado con lo que hemos señalado en la nota 11

[18]  Cfr. Viktor Frankl y la frustración existencial en Descubrir el sentido de la vida  de Rafael Guijarro, en http://www.arvo.net/pdf/viktor%20frankl%20y%20la%20frustraci%c3%93n.htm

[19]   Leo Baeck en  Das Wessen des Judentum, citado en la  Enciclopedia Judaica castellana, Weidenfeld Editores, 1967.

[20] En el calendario hebreo estamos viviendo el año  5776.





MOSHE NES EL,
EDUCADOR, HISTORIADOR, PERIODISTA Y POETA

“El escribir una autobiografía es un privilegio que tienen aquellas personas que cumplen 80 o más años. Estando muy cerca de esa edad, comienzo a preparar la mía.
Muchas veces, cuando debo visitar un cementerio y observo los centenares de tumbas que existen, pienso que cada una de esas personas tuvo una vida larga o corta, tuvo experiencias y vivencias y hoy día solo queda de eso, su nombre escrito en mármol en su tumba.
Tal como ellos, yo soy uno más y me pregunto el por qué decidí escribir este libro.
Primero porque he vivido una época apasionante, he sido testigo de una gran parte de los acontecimientos del siglo XX, e incluso de los primeros años del siglo XXI. En este tiempo viví experiencias intensas.
Segundo, he vivido muchas aventuras, conocido a mucha gente, he fracasado muchas veces y otras he tenido éxito.
Tercero, muchos amigos que han compartido parte de mi vida, me instan a escribir esta autobiografía, pues en cierta forma es una foto de una época y de gente, que como yo, están yéndose o se irán…”
Así se inicia la lectura del texto que tuve el privilegio de leer hace unos meses atrás, cuando mi buen amigo Moshé Nes-El me hizo entrega del escrito porque yo fui una de las tantas personas que siempre le pidieron que escribiera su autobiografía, a lo que él se resistía… hasta que, finalmente, para fortuna de quienes quedamos, decidió a escribirla.
Moshé fue, desde su juventud, un idealista, betarí hasta la médula, madrij por excelencia y maestro de vocación, sionista realizado y amigo de sus amigos. Los que fueron sus janijim comentaban su tesón, su rectitud y su entrega no solo del ideario del movimiento sino también de la pasión con que insuflaba en ellos el amor por la tierra de Israel a la que él mismo, enfiló sus pasos para vivir en ella y trabajar por ella y por el judaísmo.
Maestro destacado, investigador serio, periodista,  escritor avezado, gran conversador  y poseedor de un fino sentido del humor, Moshé supo vivir plenamente, gozar de las pequeñas cosas de la vida y volcarse con pasión a la enseñanza de la historia judía en general y de la historia del judaísmo chileno en particular. Prolífico autor de  textos históricos, poemas, novelas y artículos periodísticos, viajero incansable y presencia obligada en congresos en los que presentaba el resultado de sus investigaciones.
Moshe Nes El ya en vida era una leyenda, sus historias se contaban entre los que fueron sus janijim en la lejana época de los inicios del  Betar en Chile, anécdotas que esos mismos janijim traspasaron a sus hijos y éstos, a su vez, a los suyos. Para muchos, su hogar era parada obligada en la hermosa Jerusalem a la que amaba y donde se podía gozar de una reconfortante y cálida conversación, matizada de chistes, refranes y canciones antiguas.
Como el mismo escribiera fue “testigo de una gran parte de los acontecimientos del siglo XX, e incluso de los primeros años del siglo XXI”.
Del mismo modo como esos acontecimientos perduran en la memoria y quedan en las páginas de la historia, su figura seguirá presente en el recuerdo de sus familiares, alumnos, janijim, colegas  y amigos​ que tuvimos el privilegio de conocerlo.
Tihiyé nishmató tserurá bitsror hajayim, amén

Tres poemas inéditos de Moshé Nes El, encontrados entre sus apuntes...

MEA SHEARIM

En ti tiene su trono la mística
El llanto inútil del galuth
La ilusión del mesías
El perfume del pasado-
Tus calles son tristes
Tu Shabat magnifico
Los salmos de tus alumnos
Adornaron tus calles
Con nubes de fe
Y esperanzas lejanas
Con murallas de moral

(sin fecha)

DESEO

Cuando mi nombre no sea más
Que un anónimo
Cuando la lapida de mi tumba
Desaparezca molida por el tiempo
Me gustaría flotar en el éter
Y ver la vida de los otros
Efímeras luciérnagas del tiempo
De corta vida fatua
Con aquella que ilumina
Mi ilusión cuando viví

(año 1998)

CUALQUIER DÍA

Cualquier día…
Florecerá una rosa
Y el violín de mi pena
Cantará estridencias.
Cualquier día…
Reirán los niños:
Llorarán los viejos
Con lágrimas cansadas
De recuerdo
Cualquier día…
Seguirá a otro
En escalones sin luz
Ascendiendo la escalera del destino
Hacia el infinito


(año 2001)



ARTISTAS JUDÍOS EN VALPARAÏSO DURANTE EL SIGLO  XIX

Prof. Günter Böhm Grunpeter[1]
Presentado por Ana María Tapia Adler

Es muy difícil hablar en nombre de otra persona, como es el caso de hoy, en el dentro del marco de la “Semana Shalom Valparaíso” debo presentar el tema “Artistas Judíos en Valparaíso durante el siglo XIX”,  tema que en estricto rigor debiera ser presentado por su investigador el Profesor Doctor Günter Böhm, fundador y ex-director del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile, quien –por motivos de salud- no puede presentarse ante ustedes para  revelarles y develarles una parte de la historia del Valparaíso del siglo XIX, historia que se entremezcla con la de inmigrantes para los cuales esta ciudad-puerto constituyó el acceso a un país que les acogió con los brazos abiertos,  y del cual hicieron su segunda patria.  Entre los extranjeros que llegaron hubo también  artistas judíos, algunos de los cuales  vinieron de visita  al país y otros se quedaron para siempre en él.

El ensayo del Prof. Böhm pone como punto de partida a esta historia, “la época de la fiebre del oro en California, lugar que atrae desde el año 1848, no sólo a numerosos emigrantes y aventureros, sino también a un sinnúmero de músicos, pintores y escritores para los cuales este nuevo mundo parece ofrecer, aparte de aventuras exóticas, un enriquecimiento artístico y financiero”.

Señala que “son los países de la costa del Océano Pacífico, en especial Chile y Perú, los beneficiados directos de este nuevo intercambio comercial y artístico, [y añade que] no hay un día sin que El Mercurio de Valparaíso no tuviese avisos destacados de barcas y fragatas de todos los países, que se ofrecían para llevar pasajeros y carga hacia San Francisco, y de chilenos que se despedían por la prensa, antes de partir en búsqueda de fortuna o de trabaja en  California.

Numerosos fueron los músicos, solistas en violín, piano o cantantes, como asimismo grupos de teatro, ballet y compañías de ópera, que incluían en su gira a diferentes países de América Latina.  y, muchos de ellos, atraídos por una cálida acogida o  por lazos de amistad, decidieron permanecer por largos periodos o, en algunos casos, en forma definitiva, en este continente, enriqueciendo con su enseñanza  la incipiente vida artística e intelectual de los diversos países de Sudamérica.

El primer músico de importancia que hizo su aparición en Chile, fue el célebre pianista austriaco Henri Herz, nacido en Viena en 1806. Herz, talentoso alumno del Conservatorio de Paris, llegó a ser uno de los más brillantes ejecutantes de piano de su época. Entre los  años 1845 y 1851 realizó una extensa gira artística por el continente americano, especialmente por Estados Unidos, México, Perú y Chile. A pedido del Presidente de México compuso uno de los himnos nacionales de aquel país, y a su regreso a Europa se estableció con una fábrica de pianos, la que con el tiempo se transformaría en una de las más renombradas marcas de aquella época. Paralelamente siguió desempeñándose como profesor del Conservatorio de Paris hasta 1874. Henri Herz falleció en Paris  en 1888.

Su llegada a Chile [...] constituyó sin duda el evento artístico más importante del año. Después de actuar en Santiago el 25 de diciembre, se presentó en el Teatro de la Victoria en Valparaíso, hecho registrado por el investigador Roberto Fernández en su obra Los Primeros Teatros de Valparaíso, publicada en 1928.

Acerca de su recital, un articulista comentó en el diario El Comercio:
 “Produce sonidos inauditos que concretan toda una orquesta, y nos revela otras armonías misteriosas que solo habíamos oido murmurar lejanamente en el fondo de nuestra alma...”

Los programas de los conciertos de Henri Herz en Valparaíso fueron casi los mismos que anteriormente había ofrecido en Santiago. El primer programa tenía por titulo “Panorama Musical, o revista de óperas y canciones, las más célebres de todos los países desde el siglo XV hasta el presente, e incluía no sólo trozos de las óperas más populares de aquella época sino también canciones chistosas y muy simples de los esclavos negros de Estados Unidos, un trozo de música folklórica de México, y concluía con la Canción Nacional de Chile.-

Otro de sus conciertos  se titulaba “Viaje Musical de Herz”. En el dio a conocer, junto con composiciones propias, adaptaciones de música popular de los países que recién había visitado, como el Yankee Doodle, de California y una zamacueca chilena.

Como lo expresó el comentarista, Francisco de Paula Matta,  en la Revista Musical Chilena, año 5, julio de 1941

su ejecución, pura y limpia, hace vibrar los sonidos más imperceptibles. Desprende de  sus manos torrentes de armonía, como la divinidad de los campos derrama sobre las praderas cataratas de rocío y delantales llenos de pintorescos colores

En su función de despedida, el día 4 de febrero de 1851, en el Teatro de la Victoria de Valparaíso, ejecutó La Plegaria una composición escrita para la mano izquierda; una polka nueva, llamada “Les charmes du Chili” y Los Adioses, dedicada a las damas de Valparaíso.  Como punto cúlmine de su de su actuación en Valparaíso se despidió con la Marcha Patriótica a Chile. Herz no sólo tocó durante la ejecución de la marcha una variación sobre el trío de la misma, sino además  dirigió la Orquesta.  Desde Valparaíso continuo su gira al norte, dando recitales en La Serena y  Copiapó, acompañado del barítono Henri Lanza.

Otro artista judío que visitó Chile y Perú fue Miska Hauser, destacado violinista del siglo XIX. Hauser [había nacido en] la ciudad húngara de Pressburg en 1822. Alumno de Joseph Matalay prosiguió sus estudios de violín con destacados maestros del Conservatorio de Viena. A partir de 1839 comenzó con algunas giras artísticas que lo llevaron a diferentes países europeos, siendo acompañado en piano durante algún tiempo por Nicolás Rubinstein, hermano del célebre pianista y compositor Anton Rubinstein.  Desde 1850 hasta 1858 visitó los países de Norte y Sudamérica, Australia y, de regreso a Europa, continuó dando recitales que le valieron las más altas distinciones. Sus últimos años los pasó en Viena, donde falleció el 8 de diciembre de 1887.

El 4 de febrero de 1854 partió Mishka Hauser desde el Calleo a bordo del vapor inglés Santiago hacia Valparaíso. El 13 de febrero destacaba El Mercurio de Valparaíso en su Crónica Local, la llegada del [..] “célebre violinista de quien hablaban con tanto entusiasmo los diarios de Estados Unidos  y de Lima. Sabemos que se prepara para dar algunos conciertos en Valparaíso, -[y agregaba la crónica una críptica frase-] así que se allanen las dificultades del Teatro” (¿).

El Prof. Böhm destaca que  Las cartas  que resumen las experiencias personales y artísticas de Mishka Hauser constituyen, sin duda, un documento histórico de gran valor. Llenas de sabor, manifiestan, el prejuicio que el artista sentía por ciertas costumbres de aquella época, [las que sin duda] no podrían ser aceptadas en el ambiente más culto y refinado de Europa. Si bien existen en sus cartas numerosos errores de trascripción y ubicación de edificios y lugares geográficos, son sin embargo, uno de los raros testimonios de Sudamérica, cuya vida artística, en especial musical, recién iba a despertar en la segunda mitad del siglo XIX.

Los programas ofrecidos por Mishka Hauser incluyían también, complaciendo el gusto del público sudamericano, arreglos y adaptaciones de óperas, de música folclórica y patriótica de los diferentes países que el artista había visitado durante sus giras. En su instrumento mostraba, en especial, su virtuosismo, omitiendo casi  siempre obras más serias, de lo que él mismo se lamenta en numerosas oportunidades en sus Cartas.

En el almacén de música del Señor Eduardo Niemayer, [ubicado en la ] Calle del Cabo nº 17, se vendían las entradas con asiento,  para los primeros recitales de Mishka Hauser en el Teatro de la Victoria. [El precio de las entradas era  según información proporcionada por el diario El Mercurio de Valparaíso, 16 de marzo de 1854de] de un peso cuatro reales.

[ ]. la Sociedad Filarmónica de Valparaíso organizó sus numerosos recitales primero en el auditorio mencionado, y más adelante en el nuevo salón del Señor Waddington. En sus presentaciones participaron varios músicos alemanes residentes en Valparaíso.[2]

A pesar de las buenas críticas que lo comparaban con el violinista Sívori, alumno preferido de Paganini, y que los profesores de la orquesta lo aplaudían con frenéticos “bravos”, y unían su ovación a las del público[3], la asistencia a sus conciertos no fue muy numerosa en sus primeros recitales. Hauser  consigna  este hecho en sus cartas.

La descripción que hace de un grupo de personas a sus recitales es muy pintoresca.  Señala que por considerar que  “por ser embrujado su violín por el diablo” se dedicaban a romper la propaganda que, de  sus recitales, colocaban en las calles de la ciudad y efectuaban ruidosas manifestaciones frente al Teatro de La Victoria, para impedir o desalentar la asistencia de público.  Sin embargo, a pesar de ello,  el genio de Hauser fue reconocido y obtuvo finalmente éxito en sus presentaciones.

La opinión de Hauser sobre la improvisación de las compañías de ópera extranjeras, las que en muchos casos ni siquiera traían la cantidad suficiente de cantantes, se completa con la descripción que otro testigo extranjero hace de las costumbres del público porteño:

En los entreactos los caballeros salen al vestíbulo a fumar y una campanilla anuncia el minuto de la entrada. El teatro se llena de tal manera de humo después de esta pausa, que es casi imposible respirar. A la salida los jóvenes se agolpan en el vestíbulo y forman una verdadera galería humana a través de la cual pasan las damas, entre el requiebro galante de los caballeros. Esto no se considera una impertinencia, sino una galantería... La ida al teatro es muy cara en Valparaíso. El precio de abono de un palco es de diez dólares, y se paga extra la entrada, que sale un dólar y medio por función” (Citado por Eugenio Pereira Salas en Historia de la Música en Chile).

El 11 de abril de 1854 Mishka Hauser partió desde Valparaíso a Santiago. Hauser regresa, por última  vez al puerto a mediados de junio. De su concierto de despedida dice la Crónica Local de El Mercurio de Valparaíso:

La Platea muy concurrida. Los palcos desiertos. Las señoritas de Valparaíso temieron el frío que era glacial. Mishka Hauser, a pesar de esta falta de bellas tan nobles en la concurrencia. Fue digno de haber arrastrado para oírlo, cualquier inconveniente de la estación...”

Otro artista que incursionó con éxito en el ambiente musical del Chile del siglo XIX, fue Louis Moreau Gottschalk, considerado como el primer pianista norteamericano de fama internacional[4].

Luego de una fabulosa estadía en Santiago, su despedida se realizó el 12 de agosto en el Teatro Municipal de Santiago. Para esa oportunidad, el artista  contrató a los mejores instrumentistas de la capital y de Valparaíso, a las bandas del ejército y a todos los músicos aficionados,  para ejecutar con una orquesta de 350 músicos su Solemne Marcha Triunfal a Chile. Esto  significó una verdadera fiesta nacional a la cual asistieron no sólo ministros de estado y autoridades, sino, por primera vez, acudió a un espectáculo profano de esta índole el arzobispo de Santiago.

Los últimos meses de 1866  Gottschalk permaneció en Valparaíso. Sus conciertos en el Jardín de Recreo y en el Teatro de la Victoria también tuvieron un éxito prodigioso. Acompañado por otros artistas, ejecutó una obertura de Weber a ocho manos, y el célebre coro y marcha de la ópera Fausto, de Gounod, en diez pianos.

En un recital que presentara el día  9 de diciembre, a beneficio del Hospital y del Asilo del Buen Pastor, se hizo acompañar de la pianista chilena Ana Eleodora Iñiguez de Carmona, a quien, al finalizar el recital  le obsequió una hermosa corona de flores.

Según relata el investigador Roberto Hernández, en su obra Los Primeros Teatros de Valparaíso,  La Municipalidad de esa ciudad le hizo entrega al artista[a Gottschalk] de una tarjeta de oro, como homenaje a la labor artística  desplegada en sus recitales.
A comienzos de 1867 siguió Gottschalk viaje a La Serena y Copiapó, donde concluyó su gira artística por Chile.

Veinte años después, llegó a Chile, a fines de 1886, la afamada actriz Srah Bernhardt con su compañía desde Montevideo.

Es curioso constatar las diferencias de pensamiento de la época: El diario “El Estandarte Católico”, de tendencia conservador,  ni siquiera comenta su llegada al país, ni mucho menos sus actuaciones. Dedica su espacio, no sin malicia, a una serie de artículos sobre la inmoralidad del teatro. A su vez, “La Libertad Electoral”, órgano de los liberales, no se cansa de elogiar las actuaciones de la diva, a través de crónicas escritas por los más destacados intelectuales de aquella época.[5]

Las obras que ella trajo a Chile, entre las cuales se encontraban La Dama delas Camelias, Fedora  y Frou Frou, eran casi un reto a la sociedad chilena de entonces, que no sólo poseía costumbres severísimas sino  que exigía también a los estrenos teatrales cualidades de moralidad semejante.

Sarah Bernhardt llegó a Valparaíso el 6 de octubre de 1886, a bordo del vapor Cotopaxi, se  alojó en el Hotel Colón de la Calle del Cabo (Esmeralda), propiedad de su tío el señor Kernbernhardt, y de inmediato se dirigió a Santiago. La artista fue recibida allí con los celebres y satíricos versos de El Padre Padilla:

“...¡Llegó Sarah!. Llegó buena
A esta CULTA CAPITAL
¡Y está en el Hotel Central
La israelita sirena![6]

La estada de Sarah Bernhardt en Santiago y Valparaíso se prolongó hasta el 10 de noviembre de 1886. Durante su estancia, la artista despachó  un cable  en clave hacia Paris, hecho que fue denunciado en la prensa de Valparaíso y desató a su alrededor la sospecha de espionaje.
Sin embargo, el diario La Unión la despidió con una crónica especial que decía, entre otras cosas,:

”La insigne trágica ha recibido el tributo de admiración, en aplausos y lágrimas, de la nación entera, manifestado por toda la prensa sin excepción. Que estos últimos ecos de despedida se lo repitan una vez más, ahora que abandona nuestras plazas[7].

A fines de 1887  inició una muy breve temporada de ópera la compañía dirigida por  Cesare Ciacchi y por Giuseppe Rajneri. Entre sus artistas se destacó - en su  magnífica interpretación de La Gioconda- la joven Teresina Singer[8], judía austríaca, nacida en Viena en 1857, hija de Salomón Singer y de Avelina Hamburger[9]

Teresina Singer que abandonó el país en enero de 1888, junto a su compañía, al finalizar la temporada en Valparaíso,  regresó mas adelante a Chile, donde se convirtió, posteriormente, en profesora del Conservatorio Nacional.

En esta sucinta relación de artistas, que pasaron por Valparaíso, no quedan por mencionar dos: el último de los grandes pianistas de origen judío que visitaron Chile en el siglo XIX:  Albert Friedenthal, compositor y pedagogo en música, nacido en Bromberg, Alemania, en el año 1862, quien empezó a recorrer Europa, Norte y Sudamérica a partir de 1882, estudiando, en forma especial, el folklore de los diversos pueblos.

A comienzos de 1889 dio su primer recital en el Círculo Católico de la capital, con un programa que incluía obras de Beethoven, Schumann, Chopin, Schubert y Liszt.
Acorde al comentario de  un renombrado crítico de aquella época

Friedenthal era un verdadero artista, que no transigía con el público con falsos eclecticismos y no sacrificaba por el efecto el verdadero sentido de los compositores. Las sesiones musicales que ofreciera fueron auténticas enseñanzas prácticas”·[10]

Durante su estada en Chile, Friedenthal recogió numerosas canciones populares, las que publicó en sus dos obras más importantes: Stimmen der Völker (Las voces de los pueblos), publicado en 1911 y Musik, Tanz und Dichtung bei den Kreolen Amerikas  (Música, bailes y poesía de los criollos de América), que apareció en 1913.

Chile, como él dice, es un país feliz, en su música no se encuentran “TRISTES” y las pocas piezas instrumentales escritas en tono menor, denotan, más bien, pasión reconcentrada que melancolía[11]...

La otra es Rosita Jacoby, quien inició su carrera a muy temprana edad.  El Prof. Böhm supone que ella era familiar de los hermanos Jacoby  que inmigraron a Perú a mediados del siglo XIX y participaron en la fundación de la primera comunidad judía de ese país.

Rosita Jacoby tomó clases de canto con el maestro Pedro Cesari y prosiguió estudios musicales en Italia donde fue presentada al compositor Leoncavallo, quien después de escucharla cantar le envió una conceptuosa nota, en razón de que ella interpretaría I pgliacci en Padua.

Rosita Jacoby dio un recital en el teatro de la Victoria, en Valparaíso el 9 de enero de 1895..

El ensayo del Prof. Böhm  sobre “Artistas Judíos en Chile en el siglo XIX” termina señalando que “el escaso número y la extrema pobreza de los primeros inmigrantes judíos que llegaron a Chile en la segunda mitad del siglo XIX, en especial a partir de 1880, fueron los dos factores esenciales que en un comienzo influyeron en la falta de la participación y en el desarrollo de sus talentos en la vida artística del país de aquella época.  Recién en el año 1911, se matricularían en el Conservatorio Nacional de Música de Santiago las primeras alumnas judías....




[1]  El Prof. Günter Böhm, es ex Director fundador del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile y especialista en Historia de los Judíos en América Latina, área en la que es reconocido mundialmente. Resumen de la obra del mismo nombre, confeccionado por la  Prof. Ana María Tapia Adler para ser leída en la Semana Shalom Valparaiso realizadas en Valparaíso y Santiago.
[2] El Mercurio de Valparaíso, 27 de febrero de 1854 y 8 de marzo de 1854
[3] El Mercurio de Valparaíso, 27 de febrero de 18854.
[4] Hijo del culto y próspero comerciante judío ingles Edward Gottschalk.

[5]  Victor Silva  Yoacham, Memorias de Sarah Bernhardt, 1923.
[6]  El Padre Padilla, 9 de octubre de 1886 (en libro, dice 1880. Una de las dos fechas debe estar errada, la de la llegada o la de Padilla].
[7] La Unión, Valparaíso, 9 de noviembre de 1886
[8] Eugenio Pereira Salas, Historia dela Música en Chile, Santiago, 1957, Pág. 228.
[9] Pedro Pablo Figueroa, Diccionario de Extranjeros en Chile, Santiago, 1900.
[10] Luis Arrieta Cañas, citado por Eugenio Pereira Salas: Historia de la Música en Chile”, Santiago, 1957,pág. 208.
[11] Albert Friedenthal Die stimmen des Völker





JUTZPA, UN ACERCAMIENTO PRELIMINAR AL PENSAMIENTO DE 
 EMMANUEL LEVINAS.*

 






A modo de Introducción

Lo primero que debo especificar es la singularidad del título de un escrito que no pretende ser un estudio filosófico, -porque no es mi campo-, sino una lectura diferente y respetuosa de uno de los pensadores mas importantes del siglo XX. De allí el término jutzpá,  proveniente del hebreo  y que me atrevería a traducir como “atrevimiento, osadía, audacia”.

Mi personal aproximación a Levinás es producto de la curiosidad que despertó en mí el gran revuelo producido por las continuas consultas y peticiones de sus libros en nuestro Centro y mas motivador aún, el que se trate de un pensador judío, practicante y de la vertiente ortodoxa. 

La dificultad en la lectura de algunos de sus artículos fue evidente. Para una buena comprensión se hace necesario entender los supuestos que subyacen en ellos y un conocimiento mas profundo de distintos pensadores que han marcado la disciplina filosófica. En definitiva,  pareciera ser que alguien ajeno al campo de la filosofía, o al menos no poseedor de una sólida formación en esta disciplina  no lograría entender sus escritos.

Después de haber leído algunos de sus textos en los que hace mención directamente al Judaísmo concluyo, por propia experiencia, que Levinás no es de lectura fácil. Lo que ha corroborado el Prof. Shalom Rosenberg cada vez que se ha referido a la obra de este pensador.

Sin embargo, ha sido un grato descubrimiento el re-encontrarme con aspectos importantes del “ser judío en el mundo” y de la misión de “letaken ‘olam (reparar el mundo) que debe cumplir todo judío en su rol de socio de Dios en el milagro de la creación, actitud que empieza, en definitiva con un adecuado acercamiento hacia “el otro”.

Estas líneas son, pues, una suma de pensamientos y reflexiones surgidas de la lectura de los artículos publicados en su obra Difícil Libertad, y que no necesariamente siguen el orden de los mismos.

En el artículo denominado “Judaísmo”[1] Levinás señala que “la palabra “judaísmo” se refiere, en nuestra época, a conceptos muy diversos”. El Judaísmo es complejo. No puede ser entendido en un sentido meramente religioso porque el judaísmo no es una religión. O, dicho de otro modo, el Judaísmo es más que religión,  es una forma de vida, una forma de sentir, de pararse y actuar en el mundo tratando de que cada acción humana se transforme en un medio de comunicación con Dios. Esta forma de vida se encuentra  normada por una serie de conductas que se relacionan con  todos y cada uno de los aspectos de la vida del judío, basado en el código de conducta que fue revelada por Dios, en el Monte Sinaí,  a través de Moisés[2].


La aceptación de la Revelación (Torá) constituye el pacto entre Dios e Israel y es, en sí, el fundamento del monoteísmo ético, la creación más original del judaísmo, que se encuentra ligado indisolublemente a la existencia del pueblo judío y su historia y a través del cuál Israel debe conformar una nación santa que viva de acuerdo con la voluntad de Dios expresada en la Torá y explicitada en el Talmud. 

Tanto en la Torá como en el Talmud, encontramos leyes y mandatos que. en su conjunto, formaron la “legislación” judaica conocida con el término de Halajá y que representa el sistema legal del Judaísmo.

He mencionado tres términos importantes. Torá,  Talmud y Halajá, los dos primeros encierran el concepto de “enseñanza, instrucción”, el tercero deriva de la raíz “holej” que significa “andar, caminar”  ¿por donde? Por el sendero que traza la “enseñanza”. Porque como muy bien escribe Levinás La Biblia no apunta al verdadero conocimiento de Dios, sino tan solo a la enseñanza de una regla práctica de vida, inspirada por el amor desinteresado de Dios[3]

Un midrash, relato tradicional-  resumido  por Levinás[4], ilustra dos posiciones judaicas diferentes ante un mismo hecho:

“Cierta vez se acercó un pagano hasta rabí Shammai, uno de los grandes sabios de la época del Talmud y le dijo: “Estoy dispuesto a convertirme al judaísmo si tú eres capaz de enseñarme la esencia de la Torá en el lapso de tiempo en que puedo estar parado en un pie”. El rabino se enojó y le dijo que no era posible hacerlo. Entonces, este hombre acudió a Rabí Hillel y le hizo el mismo desafío. El sabio lo miró y le dijo: “no le hagas a otro lo que no quisieres que te hicieren a ti, el resto es comentario, Ve y estudia”.

“Ve y estudia”. El estudio, es muy importante para los judíos. Aunque es menester aclarar aquí que Hillel no se refería al “estudio por el estudio”, que no posee mérito alguno si no va acompañado de la  praxis, porque el Judaísmo es acción. Presupongo que es por esta razón y por  el temor que se siente ante el fenómeno de la asimilación que Levinás reflexiona sobre estos temas en su obra Difícil Libertad.[5]

La Torá está llena de ejemplos a través de los cuales se va indicando al hombre  modos de comportamiento y va enseñándole como “ser y estar” en el mundo: Veamos tres ejemplos:

1º ejemplo: Génesis cap.1, Relato de la Creación.

Y dijo Dios ¡hagamos al hombre!!...[y el texto dice] “y creó Dios al hombre, varón y hembra los creó.

El texto  indica que todos descendemos de la misma pareja humana y  por lo tanto todos los hombres somos iguales y tenemos los mismos derechos sin distinción de raza, color, religión o cultura. Nadie puede decirse superior a otro. Todos los hombres somos iguales pero cada uno conforma un mundo. Hay Igualdad dentro de la diversidad, dentro de la pluralidad. Todos, a la vez, tenemos la posibilidad de ser salvos aún cuando no cumplamos con igual corpus de preceptos. De hecho, Levinás en “Israel y el universalismo[6] hace mención a que un hombre no perteneciente a ninguna de las religiones monoteístas le basta con solo cumplir las leyes noájidas.[7]


 2º ejemplo, Éxodo 20 y Deut. 5, allí  aparecen los Aseret Dibrot (Diez Mandamientos), que se dividen en dos, los primeros que se refieren a la relación entre Dios y el hombre, y aquellos restantes referidos a la relación entre el hombre y su prójimo:

(v. 12) Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor  tu Dios te da.
(v.13)   No asesinarás.
(v. 14)  No cometerás adulterio.
(v. 15)  No hurtarás
(v. 16)  No hablarás contra tu prójimo falso testimonio
(v. 17) No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

Y el último... no en aparecer,  pero si en mencionar aquí:

“Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es Shabbat para el Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna tú,  ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el Shabbat y lo santificó.

Los mandatos leídos son válidos para todos, el Shabbat es un día para todos y  en el todos está su novedad revolucionaria. Todos, -escribe J. Barylko-, sin excepción, un día a la semana, debemos hacer un alto en la actividad usual y aprender a vivir de otra manera y aprender a vivir de otra manera es santificar[8]. 

Las nombradas son normas destinadas a regular el comportamiento del individuo en sociedad, en comunidad, y también en la globalidad.

En el Tanaj (AT) se aprecia la presencia activa de Dios que se manifiesta en la historia, orientándola "en el sentido del establecimiento de la justicia y el derecho”. Es un Dios que toma partido por el pobre y que lo libera de la esclavitud y de la opresión[9].


 El prójimo no es tan sólo el judío ya que en los textos aparece la presencia del forastero, que junto con la viuda y el huérfano constituyen una trilogía clásica".

Si bien es cierto en la Biblia  no encontramos un código organizado de Derechos humanos no lo es menos el que en ella hay, diseminadas en los distintos libros que componen el Tanaj (AT) todo tipo de leyes en las que se reflejan los derechos inherentes a todo ser humano solo por el hecho de serlo y se recuerda la experiencia judía de haber sido forastero y esclavo en tierra extraña, razón por la cuál él pueblo de Israel debe actuar en consecuencia.

Algunos ejemplos:

Se te ha dicho, Oh hombre, lo que es bueno, lo que Dios reclama de ti: tan solo practicar la equidad, amar la piedad y andar humildemente con tu Dios (Miqueas Cáp. 6:8),

 No maltratarás al forastero ni lo oprimirás (Ex 22:20),

No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego (Lv 19:14)

Ama a tu prójimo como a ti mismo. (Lv 19:18)

Al forastero que reside junto a vosotros le mirareis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo, pues forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo soy el señor vuestro Dios (Lv 19:34)

Y, por último,

“Nunca faltarán pobres en este país, por esto te doy Yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra  (Dt. 15:11).

Quiero llamar la atención a la forma de redacción, a la vigencia del texto: Dice, “nunca faltarán pobres en este país”. ¿Cuál país? El tuyo, donde vives y desarrollas tu vida. También es universal y está expresado como muchos otros textos en presente, estableciendo una relación tu/yo – aquí/ahora.

Los hombres debemos conversar en franco diálogo “tú y yo”,  conocernos, a aprender a acercarnos  "al otro" sin recelo, buscando un acercamiento a través  del diálogo, aprendiendo que la acción auténtica es lo que vale, y lo que permite, como dice Levinás Devolverle al otro lo que se le debe, amarlo en la justicia, tal es la esencia de una verdadera acción.[10]

Las religiones, son sistemas estructurados sobre la base del “deber ser” y desde esa perspectiva marcan una forma de vida. El Judaísmo, el Cristianismo y el Islam,  como  religiones del Libro, presentan a quienes creen en sus supuestos fundamentales un camino a seguir y normas que cumplir, y en esas normas, cumplen un rol esencial aquellas que regulan el modo de relacionarnos con el prójimo, entendiendo como tal a todo aquél que está a mi lado, a todo aquel que vislumbro en mi horizonte y con el que de un modo u otro  me relaciono ahora que el mundo no es mas que una gran aldea global.

Las enseñanzas, prácticas, normas contenidas en la Torá son aplicables a todos los hombres (universalidad del judaísmo).

Es tiempo de que la Enseñanza y el estudio se den en mayor profundidad y tener como meta una educación en valores que permita acercarnos a conversar, a conocernos, a aprender los unos de los otros, con respeto, buscando en primer lugar aquello que nos une.

Porque el fin del estudio –escribió Kaibare Ekken- no es solamente ampliar los conocimientos, sino formular el carácter. Su objeto es hacer de nosotros hombres cabales más que hombres doctos.  

Así pues, el estudio apunta a la “sabiduría”.  Según Ekken, filósofo japonés,   la principal razón por la que las enseñanzas de los sabios no son más apreciadas por el pueblo reside en que los  hombres doctos se esfuerzan en exhibir su saber en vez de esforzarse en vivir de acuerdo a las enseñanzas de los sabios.

Pienso que Levinas  nos insta a  preguntarnos acerca del rol de nosotros, los hombres, como miembros que viven en sociedad, siglos mas adelante.

Nos señala una ruta, la de  trabajar en el prototipo de hombre al que debemos aspirar, y al que es nuestra obligación ayudar a formar a través de una educación en valores y ese modelo apunta necesariamente hacia el ideal del "sabio" no del docto. Al de un hombre liberado de pre-juicios, que  hable en  lenguaje simple para evitar la  in-comprensión, la in-comunicación, y que como una forma de promover el diálogo, sepa  escuchar y compartir,  no competir. 

La generalidad de lo que vemos nos hace pensar que el hombre, esa criatura creada a imagen y semejanza de Dios, ha perdido su humanidad, el individualismo aflora  y el “Yo y mis necesidades” se transforman en la medida de todas las cosas. Olvidamos que los derechos van de la mano con los deberes y no queremos reconocer que el ejercer el libre albedrío conlleva hacerse responsable de nuestros actos.

En el Judaísmo el hombre pertenece al reino animal, terrenal y dentro de ese reino y de ese mundo ha de realizar su esencia.  Sin embargo, como ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios le fue entregado como misión  conquistar y dominar, este mundo. Conquistarlo no en el sentido de despojar, robar, capturar asaltar u oprimir, y,  dominarlo, en el sentido de servirlo, respetarlo,  hacerse responsable por él.

Responsabilidad implica compromiso, obligación, cumplimiento de su cometido, solidaridad. Cada día pareciera ser más difícil cumplir este cometido. Nos preguntamos ¿Qué estamos haciendo? ¿Es este el mundo en el queremos vivir?  Un mundo en el que a decir de Levinás para las multitudes [  ] la lectura del diario matutino se ha convertido en la plegaria de la mañana?[11]


En el texto bíblico se nos enseña que el hombre, a diferencia de los animales, no sólo vive su vida sino que la piensa, es capaz de preguntar y preguntarse acerca de su puesto en el mundo, de la misión que le compete, de la relación que debe establecer entre él y su medio, entre él y su prójimo, entre él y su Creador.

El profeta  Isaías habla de un tiempo en el que “el lobo yacerá con el cordero".  En una sinagoga de Santiago, a la entrada, está escrito “Mi casa es casa de oración para todos los pueblos”. En las afueras del edificio de la Naciones Unidas se lee el versículo “No alzará espada nación contra nación ni se ejercitarán mas para la guerra”.

Nos compete a nosotros, los hombres de buena voluntad de todas las naciones, credos o colores, trabajar para que eso acontezca y la única forma de hacerlo es reconociéndose en el otro  y reanudando el diálogo con Dios...

El judaísmo, con su mensaje del monoteísmo ético y la universalidad de un Dios creador, es señal  plantada para las naciones. Estos aspectos no dogmáticos son esenciales para un diálogo interconfesional e intercultural, que propenda al conocimiento y al acercamiento al “otro”

Esta actitud decidida es la que reafirma  la característica pluralista y respetuosa del Judaísmo que acepta la unidad del ser humano en tanto identidad universal común, le permite dialogar con todos, reconoce el  derecho de cada individuo a ser diferente y lo respeta en su “otredad” e identidad individual. Y lo hace en tanto poseedor  de una identidad cultural definida, también “otra”, deseoso de dialogar y colaborar y que solo espera ser reconocido como un interlocutor válido.

Me parece que es en este contexto que las afirmaciones de Levinas encuentran su verdadero sentido cuando escribe: Para nosotros el mundo de la Biblia no es un mundo de figuras sino de rostros. Están íntegramente allí y en relación con nosotros.[12].

Cuando leo No pensamos relaciones, somos en relación. No se trata de mediación interna sino de acción[13].


 Recuerdo la afirmación que hago cuando se me pregunta qué implica ser judío: Ser judío es pertenecer a un nosotros que se compromete,  un nosotros que se identifica  consigo mismo y se hace partícipe del destino histórico común del pueblo judío, compartiendo sus valores, tradiciones  y cultura, cuya base está enraizada en la Torá. Una Torat-Jayim, enseñanza de vida que hay que estudiar, cultivar y practicar[14].

Hilary Putnam en Levinas y el judaísmo[15] señala dos cosas importantes acerca de nuestro autor: que abreva de fuentes y temas judíos y, paradójicamente,[…] siendo un judío ortodoxo, universaliza el judaísmo.

Y así es, él  escribe: Ser judío, es creer en la inteligencia de los fariseos y de sus maestros. Es cuestión de acceder a la fe en la Biblia a través de la inteligencia del Talmud[16].

A través de su pensamiento y su obra, Levinas permite al mundo adentrarse en el rico acervo de la sabiduría talmúdica, perteneciente a un “otro” al que el mundo, durante milenios ha sindicado como tal.



* Presentación al Coloquio Internacional sobre Levinás realizado en la Facultad de Filosofía y Humanidades en el año 2005.
[1]  Cfr. Difícil Libertad, Fundación David Calles, Bs. Aires, Argentina, 2005, pp.115 -118.
[2] El culto,  que incluye ritos y prácticas en las que, además de las tres oraciones diarias,  está la declaración de la unicidad de Dios al levantarse y al acostarse y  las oraciones de gracias al despertar.  El ciclo de vida, con ritos de pasajes que van marcando cada una de las etapas de un ser humano,  la kashrut,  palabra que deriva de kasher, que significa “apto”, tanto en lo relacionado con  las actitudes como con los alimentos, lo que es apto para hacer y lo que es apto o permitido comer, en este rubro no sólo es importante lo que se come sino también como se preparan los alimentos y como se comen (brajot).  El ciclo del año judío, que incluye la celebración de fiestas y el cumplimiento de ayunos, todos ellos relacionados con la historia del pueblo judío. La relación con nuestro prójimo,  etc., etc., etc.
[3] Cfr.. ¿Has releído a Baruch?, Op. Cit, 143.
[4] Cfr ¿Cómo es posible el judaísmo?, Op. cit, 247.
[5]  Cfr “Reflexiones acerca de la educación judía”  y “La asimilación hoy”, op.cit, 257 y ss  251 y ss., respectivamente.
[6] Op. cit, 199.
[7] Las leyes noájidas  entregadas a las naciones son: No adorar ídolos (Bereshit / Gen.  2:17). 2. No maldecir al Eterno (Bereshit/Gen. 1:28) .3. No asesinar (Bereshit/Gen 9:5). 4. No cometer incesto o adulterio (Bereshit/Gen. 2:24).5. No hurtar (Bereshit / Gen 2:17),6. No comer carne trozada de un animal vivo (Bereshit/Gen 9:4), 7. Establecer cortes de justicia (Bereshit / Gen. 19:9).
[8] Barylko, J. La Creación.
[9] Cf. M.H. Ellis, Apuntes para una teología judía de la liberación, en: “Pasos” 1986, 15-22.
[10]  Id. Ibíd., 168.
[11]  Cfr.  “Educación y plegaria”, en Op.cit., 267.
[12] Idem, 169.
[13] Id ibid, 169.
[14]  Tapia Adler, A. Costumbres y Tradiciones judías,  Bank Leumi, Santiago de Chile, 1998 2º ed.
[15] Op. cit., 60.
[16]  Idem,  163.


PRESENTACION DEL LIBRO "VOLVER A BERLIN" DE

ELIAH GERMANI

Feria Internacional del Libro S.A. -  2010

En primer lugar agradezco la invitación de Editorial RIL a presentar el libro de Eliah Germani.  Es una invitación que me sorprendió pero que acepté aún sin conocer el libro  ni su autor, sólo por su título ·Volver a Berlín, pensando ingenuamente, quizás, que se trataba de una obra destinada a la recuperación de la memoria e inserta, por lo tanto, en la literatura autobiográfica. Estaba segura que a través de su lectura podría adentrarme en ese mundo íntimo de quien ha aceptado –después de largo tiempo de doloroso silencio- abrir su corazón y compartir su historia de vida, en tanto testigo y sobreviviente de aquella época aciaga del siglo pasado -que tan presente tenemos hoy-, a pocos días de haber conmemorado la Kristallnacht, reafirmando el mandato de zajor lo tishkaj. Recordar, no olvidar, para que ésta historia no vuelva a repetirse.






¡Si ni siquiera este jardín está limpio! Nos introduce a la relación de una pareja, él: un exitoso financista. Ella,  una conocida figura de televisión. La trama se desarrolla en un hotel ubicado en algún lugar del sur de Chile.  Ella recibe una llamada de su madre que le comunica que ha ido a declarar a la Comisión de la Tortura y lo que prometía ser un idílico fin de semana da un vuelco.  Esta noticia la altera porque era algo que desconocía, su madre jamás hizo mención a posibles tortura que hubiese sufrido durante el régimen militar.

Nos introduce a un problema vivido por muchas familias. No es lo mismo saber que otras personas han sufrido persecución y tortura que tener la certeza que le ha ocurrido a alguien de su propia familia: cuando le toca a uno, el hecho se torna insoportable, doloroso, y a la vez permite entender parte del comportamiento de la persona que ha sufrido tales acciones. 

Ella se complica, se turba, él sólo quiere un fin de semana tranquilo, pero ella no está de humor para compartir con su marido y estalla el conflicto, muy bien narrado, la discusión aflora, ella se aleja, se va del dormitorio. Él permanece de malhumor, lo único que entiende es que “la suegra le cagó el descanso” y su mujer ha abandonado la habitación, para pasear sola con sus pensamientos junto al lago.  Es un relato de desencuentro, de in-comprensión, de división.

Interesante es al respecto la conversación que el marido sostiene con el gerente del hotel acerca de la Comisión de la Tortura… sin duda para reflexionar acerca de nuestra sociedad que aún no ha sido capaz de restañar las heridas.

El protagonista  sale del hotel, con la esperanza, quizás, de  encontrarse con su mujer sin que parezca que ha salido a buscarla. La última frase de la narración  es la que da el nombre al cuento.

Volver a Berlín  cuento que otorga nombre al libro, -está dedicado a Tanja Walenski, doctorada de Giesse Justus-Liebig Universität-, es el relato de una médico pediatra que ha sido invitada al Congreso Anual de la Sociedad Alemana de Pediatría que se lleva a efecto en Alemania y que está dedicado al recuerdo de médicos judíos que debieron huir del país por culpa del nacionalsocialismo. Su ponencia trata del Dr. Heinrich Finkelstein cuyo nombre ha descubierto por casualidad en una revista médica[1]. Ella quiere revivir y honrar su memoria y lo plantea del siguiente modo “como pediatra chilena, como hija del Holocausto y como heredera de un pueblo que en miles de años nunca cedió al olvido- se convirtió para mí en una tarea vital, en una verdadera obsesión de la cual ya nunca más me podría apartar”. Esa y no otra era la razón por la cual había aceptado la invitación  y porque estaba segura que “nacía del propio Dr Finkelstein y que en su nombre al fin me estaba `permitido pisar mi tierra prohibida, la tierra que, por lo demás, era también el polvo disperso de mis antepasados” (pág. 67).  Con esta frase, el autor pone de manifiesto el conflicto que viven muchos hijos y nietos de sobrevivientes porque ¿Para qué negarlo? Cada uno de nosotros es huérfano por causa de la Shoá  (Holocausto) y muchos de nosotros compartimos sentimientos encontrados en relación a Alemania nazi, eje y motor de la destrucción de la judería europea.






[1] Fco Barrera Quezada en Boletin del Servicio y Departamento de Pediatría del hospital San Borja arriarán, Universidad de Chile, Campus centro. Vol I  nº9, abril 2002   “rol actual y futuro del pediatra” “.
Heinrich Finkelstein, destacado pediatra alemán decidió alejarse de la Alemania Nacional Socialista optando por radicarse en Chile…”
En 1938, Lichtman Dora, de soltera Klein, su esposo (de nombre desconocido) y su hija Gloria llegó de los EE.UU. para visitar a sus padres y la familia… Video de Yad Vashem.







En Berlín, luego de su exitosa participación en el congreso, nuestra protagonista tiene un encuentro curioso con Dora Lichtman, judía-alemana que vive en esa ciudad. ¿Cómo es posible que un judío viva en Berlín? ”Ud. Me creería que esta ciudad está llena de judíos? pregunta Dora, ¡Pues no se han ido: no pudieron aniquilarlos! Berlín es una gran ciudad judía… más adelante agrega  ¿Meshuge? (Loca) No, ¡Simplemente es así! ¡De otra manera significaría que los asesinos vencieron, que tenían razón, y la vida no sería más que el engendro de un Dios enemigo! (p70).

Junto a Dora hace un recorrido por la ciudad que la lleva al lugar donde vivieron sus padres y a una vieja librería. Nuevamente el autor hace gala de su conocimiento del lugar donde transcurre la acción de su relato, cita calles y lugares existentes y por lo mismo fácilmente encontrables para quien los busque.  La trama es fascinante,  y el desenlace inesperado.

Lo más sorprendente, es que tanto el Dr. Finkelstein como la Dra. Lichtman son personajes reales, el primero encontró asilo en Chile, la segunda,  después de una estancia en Theresiendstad fue asesinada en Auschwitz.

En Lady in light el personaje central es  Joseph Soto  un joven fotógrafo judío que “ve donde los demás no ven” (p.82). Joseph vive en Berlín,  cuenta que después de un coma que lo tuvo al borde de la muerte  volvió a la vida normal con una gran sensibilidad hacia la luz y con la posibilidad de ver el aura de las personas. Así es como a la edad de 18 años, en Chile, en plena época de la dictadura, era capaz de observar el aura gélida y aterradora “de los funcionarios del régimen” pero que “sin embargo, había una dulce luz que prevalecía, la luz inobjetable de la vida, la luz que colmaba la creación y que, al final, siempre irrumpía apartando con sus alas cualquier oscuridad” (p85).

Eso es lo que él busca captar con su lente fotográfico y mostrar al público, por eso abandona sus estudios para dedicarse por entero a la fotografía. A través de su cámara podía captar la luz y transmitir la fascinación que ello le causaba.

El relato de Joseph se va intercalando con una entrevista que le realizan acerca de su obra y sus exposiciones no siempre bien entendidas ni bien recibidas. Para él, la luz que percibe en los cuerpos desnudos es la misma que emana de las fotografías del holocausto judío.

Fascinado por la modelo de la exposición que se presenta junto a la suya, toma contacto con ella quien le  propone una sesión fotográfica en su hotel. Embriagado por la luz que de ella fluye la fotografía sin descanso, lo que no impide que vaya reflexionando acerca de lo que la prohibición de hacer imágenes significaba para los sabios talmúdicos que “rechazaban a toda costa cualquier intención de representar aquella chispa divina que llevamos y que convertida en imagen pudiese dar rostro al Dios inimaginable Las imágenes eran una peligrosa ventana al culto y a la idolatría. ¿Cómo podría yo, fotógrafo judío dedicado al desnudo femenino no prestar atención a esos reparos?¿No estaba en verdad haciendo fotografías del becerro de oro” (p.102).

¿Tal vez él estuviera convirtiendo a Leah en su propia divinidad y sucumbiendo ante su presencia iluminada?

El lenguaje y actitud que aquí percibo es semejante a la del místico, embelesado ante la presencia de lo numinoso. Joseph recuerda algo dicho por el rabino en relación a la forma erótica en la que se manifiesta Dios: visible e invisible a la vez “Un Dios enteramente descubierto sería un ídolo, y un Dios enteramente oculto estaría ausente. Sin embargo –advierte el rabino- al ser humano le ha sido concedida la intuición de lo infinito, a pesar de su propia finitud” (p.104).

No obstante  estas reflexiones es incapaz de controlar sus impulsos y abandona la máquina para abrazar a su musa. Craso error. Ella le abandona, musitando una frase despectiva.  Las fotografías que ha tomado dan origen a la exposición Lady in light, tal vez uno de sus grandes errores artísticos pues no ha sido bien evaluada. Sin embargo es felicitado por el esposo de Lea, también fotógrafo famoso y más tarde le es concedido el premio más codiciado del mundo del desnudo.

¿Qué más puede desear?  La respuesta no se deja esperar, pero tendrán que leerla ustedes mismos. Yo no se las daré.

Diré sí,  que en este cuento el autor no solo revela conocimiento de tópicos tratados por la sabiduría talmúdica, sino también su cultura musical, su conocimiento de pintura como asimismo de su propia sensibilidad al poner el siguiente pensamiento en boca de Joseph, mientras escucha a Rattle, personaje real,  dirigir la orquesta filarmónica de Berlín “como en un mágico rito veo al publico fundirse en esa claridad encantada. No, aquella luz no es música, no es lo que llamamos música, es el latido diáfano de la divinidad palpitando al unísono de nuestros corazones, elevando sin alas nuestros huesos imperfectos hacia alturas superiores” (p. 111).

¿Acaso no es ese el ideal de un místico? Elevarse a alturas insospechadas para fundirse en la Divinidad?

Flores del camino, quizás su relato más largo, es la bitácora de Julián, un joven cirujano recién divorciado de su esposa que se muda a vivir con su abuelo, Samek Blumenfeld, judío polaco, sobreviviente del holocausto,  que ha perdido a toda su familia en esta hecatombe y que en Chile logra rehacer su vida. Su única hija se aleja del mundo de la tradición,  se casa con un no judío y de esa unión nace Julián.

Samek no es un abuelo tradicional como pudiera esperarse, después de haber enviudado ha sabido rehacer su vida, “optimista y mundano” “golfista y gourmet”, activo miembro de su sinagoga, y con pasión por internet y la computación. No, no es un abuelo tradicional, ni mucho menos lo que la gente piensa que debe ser el prototipo de “sobreviviente de la shoá”.

El relato se inicia un domingo 12 de febrero,  para el 14 del mismo mes aparece en la escena Dorohea, joven polaco-chilena que llegada a nuestro país, por casualidad conoce a Samek y le convence de escribir sus memorias. Ella viaja a Polonia con el expreso propósito de visitar los lugares que menciona Samek en su relato. Dorothea no está contenta con lo que ve en su país y expresa su desilusión al constatar “en todo su viaje por Polonia, la tácita negación del genocidio, ese autismo insoportable” (p 123). Con esta frase, el autor capta el sentimiento de muchas personas que han viajado en busca de “sus raíces” y se han encontrado con una frialdad impresionante y una constante autonegación de ese capítulo de la historia.

El 15 de febrero se nos revela el profundo conflicto de Julián, él ha regresado a Chile desde Francia, donde sus padres se habían exiliado, “creyó encontrar sus raíces en el lecho de una compatriota”, pero se equivocó, vive una crisis, no sabe quién es ni a donde pertenece, no tiene amigos solo conocidos, no es judío pero no se siente goy. Para el abuelo eso no es problema, la halajá, ley judía dice que todo hijo de madre judía es judío.

El 16 de febrero surge el tema de la contradicción y la pregunta que muchos hacen hasta el día de hoy ¿Cómo es posible que un judío recibiera con beneplácito un gobierno militar y, por ende, facista? La respuesta del abuelo es esclarecedora y quien lea este relato podrá comprender el por qué.

18 de febrero: Julián descubre una habitación juvenilmente decorada, con vestidor y baño adosado en cuyo tocador había cremas y jabones “y una serie de elementos que parecían recién salidos de la tienda de perfumes”(p  128). Después de haber inspeccionado closet y cajones en donde encontró vestimenta femenina, revisa el secreter donde encuentra un texto titulado “Flores del camino: el gracias a la vida de Samek Blumenfeld”.

Domingo 19 mientras su abuelo está en Santiago, asistiendo a la sinagoga, Julián recibe un llamado telefónico desde Polonia, es Dorothea que pregunta por su Samek. La voz lo cautiva y no puede dejar de pensar en ella, por eso cuando su abuelo regresa le pide detalles, pregunta, quiere saber más. Samek le cuenta que ella le ha convencido para escribir sus memorias y de este modo él se da cuenta que puede recordar a los suyos que van apareciendo en esta historia como si nunca se hubieran muerto…

El abuelo le dice que nada hay casual en su encuentro con Dorothea, que todo parece haber sido determinado por la Shejiná, la presencia divina.

El 20 de febrero aparece la narración del viaje de Dorothea a la aldea donde vivió Samek, al ver la puerta de la casa de los Blumenfeld  pensó “esta debía ser la puerta de 70 años atrás, la misma puerta que tal como su patria polaca se había cerrado a espaldas de Samek”. Esta frase, resume en parte, la historia de los judíos polacos.

Desde que encontró el manuscrito, la bitácora de Julián se entrelaza con trozos de relatos del abuelo.

El 25 de febrero Dorothea llega a casa de Samek, a partir de allí la trama se va desarrollando de un modo rápido y totalmente inesperado el que queda develado el 26 del mismo mes. Todo se ha desarrollado entre el 12 y el 26 de febrero, apenas 14 días que parecen toda una vida, días en que se nos presenta la historia del atribulado y confundido Julián y de su poco típico abuelo sobreviviente del holocausto. Ambos conocedores de las amarguras del exilio. Un Samek resiliente y con ganas de vivir plenamente, un Julián - ya lo dijimos- confundido, como un ser de dos mundos, que no está ni en uno ni en otro.

Fuego en shabbat   es el último cuento, está dedicado a Daniel Copaja[1],  narra la salida campestre de fin de semana de dos matrimonios amigos hacia un refugio cordillerano.  Ariel y Carolina son judíos, Salma y Nicolás son descendientes de palestinos, esa diferencia no les impide ser excelentes amigos. El autor señala “No es raro que alguien les pregunte acerca de cómo pueden ser amigos. ¿Por qué no? Es la respuesta de costumbre ‘Somos chilenos y vivimos en Chile, un país que de por si ya encierra suficientes diferencias. ¿Con que fin buscar más cosas que puedan separar? (p 153).

El autor no pierde su agilidad narrativa, nos lleva a situaciones y diálogos cotidianos, cordiales entre amigos… pero nos conduce a un final total y absolutamente inesperado. Hay que leerlo, no se vale contarlo.

A modo de conclusión puedo decir que en 153 páginas se presentan ocho relatos, en los que se entrelazan los conflictos personales con las historias de desencuentros y exilios, de silencios y secretos, en donde el autor en forma mágica nos introduce a mundos privados. Más que describir, pinta como avezado artista los personajes,   lo hace con prolijidad no exenta de virtuosismo, haciendo lo propio con los lugares donde se desarrolla la acción. Su descripción de los lugares nos habla de una persona que conoce  muy bien los distintos escenarios en los que se desarrolla la acción. Asimismo él se revela en su escritura como un hombre culto, amante de la música, la pintura y la literatura y se perfila como un conocedor de la tradición, costumbres y literatura judía como queda en evidencia en algunos de los relatos.

En las páginas del libro se despliega escritura de fácil y cautivante lectura, que capta la atención del lector y no le permite abandonar  el libro.

Quise conocer algo más de este autor y no fue posible. De Eliah Germani solo se conoce lo que aparece en la solapa del libro. San Google no despliega mayor información a excepción de lo que aparece en el sitio del Consejo de la cultura el 8 de agosto del 2008, Titulo: “Nueve escritores reciben Premio a Mejores Obras Literarias”   más abajo en el  género “Cuento” dice: la obra "Volver a Berlín", firmada con el seudónimo Eliah Germani, correspondiente al autor Hernán Gonzalo Soto. Resultó ganadora porque según el jurado "en este volumen de cuentos se combinan una buena prosa -verdaderamente limpia y segura-, agilidad narrativa y variedad de temas y situaciones. El autor muestra un amplio registro, donde la sorpresa siempre tiene un lugar central […][2]

Reitero mis agradecimientos a RIL editores y por supuesto la posibilidad de conocer y escuchar a quien es el autor de la obra que hoy se presenta cuya lectura ha constituido un verdadero placer.

Santiago, Noviembre 14, 2010.



[1] El Mercurio, Obituarios del domingo 25 de junio de 2006.
[2] . El jurado estuvo compuesto por Ana María Maza, Fernando Sáez, Fernando Emmerich, Juan Camilo Lorca y Juan Antonio Massone”.